Busco adoradores del silencio y no los hallo

 Jesús dice:

Hijo mío: Mi Corazón Eucarístico languidece porque las almas no han entendido que soy el Milagro de los milagros, no han comprendido que mi amor no tiene longitud ni diámetro.


Busco adoradores del silencio y no los hallo, son pocas las almas que se dejan seducir por mi voz, son pocas las 
almas que ahondan en mi misterio divino, misterio entendible para los pequeños y humildes, pero incomprensible para los grandes y arrogantes.

Una espada atraviesa mi Corazón porque tengo muchas gracias para daros, pero muy pocas almas vienen a recibirlas, almas inmiscuidas del mundo, almas de corazón desértico que no han bebido de mis aguas refrescantes, almas con aversión a lo espiritual pero aferradas a lo terrenal. 

Almas que han olvidado que Yo soy su Dios y que por más que quieran estar alejadas de Mí, el día en que las llame tendrán que verse conmigo cara a cara. Ese día abrirán sus ojos a la verdad, verdad que rechazaron en vida.

No seáis indolentes ni renuentes a mi amor, no desperdiciéis las gracias que os tengo; venid a recogerlas, son perlas preciosísimas, incomparables a las riquezas del mundo.

Os espero para que os llevéis mi tristeza porque vuestra adoración es susurro de ángeles, ángeles en la tierra que templan sus arpas y sus cítaras para cantar himnos de júbilo y de adoración a un Dios presente en la Sagrada Hostia.

Os espero para que elevéis vuestro espíritu al cielo y junto con los Ángeles adorad, cantad y alabad mi Santo Nombre.

Os espero porque tengo muchos dones para daros, abrid vuestro corazón que en él depositaré innumerables gracias. Os espero para alivianar vuestra cruz, cruz que jamás os habrá de faltar porque sin cruz difícilmente entraréis al cielo.


Os espero para que consoléis mi agobiado Corazón, Corazón que por todo el amor que doy a las creaturas tan sólo recibo ingratitudes y desprecios.

Os espero para que habitéis en uno de los aposentos de mi Divino Corazón; aposentos, aún, vacíos porque muy pocas almas ganan méritos por adquirirlos.

Os espero para escuchar de vuestros labios palabras de amor, palabras que lo enternezcan y lo inflamen por vuestra presencia.


Os espero para que os unáis a las Jerarquías Celestiales y me adoréis con gran respeto y reverencia.


Os espero para hacer de vosotros lámparas del Amor Divino porque es el oficio más sublime que puedo conceder a un alma, alma que va perdiendo sus rasgos humanos para divinizarse; alma que sin mí no podrá vivir porque soy la razón de su existir, alma que hace de su vida salmodia de adoración, alma que convierte su oración en canto de ángeles.


Las lámparas del Amor Divino son almas hostias, pararrayos de Cristo. Aventuraos, pues, al mundo sobrenatural, no escatiméis en vuestro tiempo, cedédmelo a Mí que os sabré recompensar cuando os encontréis conmigo en la eternidad.


En la tierra sois lámparas del Amor Divino, en el cielo seréis destellos fulgurantes de mi Divinidad.


A Agutín del Divino Corazón, Manizales, Colombia