Habla el Espíritu Santo

Mensaje del 11 de octubre de 2002

Jesús a Marga, Madrid, España:


        Llamada a ser la luz (cfr. Mt 5, 14), la luz que alumbre a sus hermanos: escucha, escúchame.

        Como golpea un fuerte viento sobre vuestras ventanas. Así estoy Yo, así el Espíritu Santo, queriendo pasar en medio de vosotros, queriendo soplar sobre esta generación, para revivirla, para soplar sobre sus huesos de muerte y volverlos a la vida, para darle alas a este cuerpo mortal que se arrastra bajo el barro sin poder volar ni buscar metas más altas: el Amor para el que ha nacido, para el que ha sido creado.

        ¡Vive! ¡Vive! ¡Por mi Espíritu! Mi Espíritu os hará revivir, oh generación, que os revolcáis bajo el barro y os ahogáis, ahogáis vuestra alma inmortal bajo el peso de vuestro cuerpo mortal y corruptible, lleno de corrupción. Esposa de corrupción llena (nota de marga: La Humanidad): ¡Vive!, ¡vive por Mí!, ¡oh, amada humanidad!

        Vuestro nombre completo es: «Generación actual perversa, que nada entre el pecado, sin querer volver los ojos a Dios, el Creador de todo, y que ha renegado de su Nombre y de la fe el Él, en el Espíritu de la Promesa»

        Largo nombre lleno de Dolor (nota de marga: Que al pronunciarlo le hace sufrir a Dios. Vida humana que le causa dolor), que Yo reduzco en «generación», o «humanidad actual».

¡Oh generación, amada grandemente por Mí!, ¡vuélvete!, ¡vuelve tus ojos a Mí! El Creador de todo pide hoy, ante ti, tu consuelo, tu consuelo y amor.

        Porque mira, niño, que hieres profundamente mi Herida con tu apostasía y herejía constante, con tu renegar y tu odio a Dios continuo, con tu no-quererte-convertir. Pese a mis Llamadas, ¡que mira cómo las multiplico por ti!


        Odio, odio constante a Dios, blasfemias, pecados, negrura, sufrimiento constante... por no querer volver tus ojos a Dios, hijo, que nadas en el pecado. ¡Ven!, ¡ven a tu Padre! ¡Ven a Mí!

        Mira hoy al Espíritu Santo llamando a tu puerta, pegando en tu ventana. ¡Ábrele! ¡Ábrele de par en par! Y deja que entre a inundar tu vida, tu vida muerta, de paz y de amor, de vida y de perdón, de caridad, de mansedumbre, de armonía, de belleza. ¡Ábrele! Y cierra a todo ocio y corrupción, pecado, omisión, desgracia, cierra a eso, oh hijo, hoy tu puerta con tu voluntad cierta, fuerte, recia. ¡Cierra!, y ábrete sólo a Mí.

        Verás, verás qué cambio de vida, hijo, niño pequeño, vas a experimentar, porque Yo, tu Padre, vendré, y con mis propias Manos, Manos de Dios, voy a venir y bajar a limpiarte maternal y cuidadosamente de toda la costra del pecado, y voy a dejar tu alma y tu cuerpo limpio y blanco como la nieve (cfr. Sal 51, 9; Is 1, 18). 

Donde toda inmundicia desaparecerá, donde toda criatura recobrará su esplendor inicial, el que tenían antes de que el Dueño del mundo se abalanzara sobre ellas quitándoles todo lo santo y puro y poniéndolas a sus servicios.

        Pero mira, hijo, que si tú quieres, esto tendrá lugar, lo podré hacer en ti. Tan sólo ponte en mis Manos, animalito pobre que ya no conservas ni tu apariencia de hombre. ¡Ven!, ¡ven a revivir Conmigo!

        ¿Sabes la belleza de los hijos de Dios?, ¿la has visto? Mira que Yo te voy a hacer más bello que ningún hijo de hombre que pudieras ver. Tu belleza será sin igual. Si vienes hoy a Mí, y, con tu voluntad, te arrepientes de todos tus pecados y lavas tu alma en mi Sangre redentora, para que mi Santo Espíritu te dé la vida.

        Tú que escuchas esto: ¡Ven!, ¡ven hoy a Mí! Hoy, que oyes mi Mandato. Hoy, que escuchas mi Llamada: ¡VEN!, no lo dejes más.

        «El Espíritu y la novia dicen: ¡Ven!» (cfr. Ap 22, 17).

        ¡Ven, oh generación, a reunirte Conmigo!

        ¡Ven, oh Espíritu Santo, a renovar a tu Pueblo!

        ¡Ven, Esposa Santa a vestirte como la Virgen encinta, que dará lugar a la Nueva Humanidad!

        ¡Ven! ¡Oh, ven! 

(nota de Marga: Ahora que acaba de hablar el Señor, me ha parecido como que le acompañaba una orquesta celestial, o que sus Palabras eran como una hermosa pieza musical, con su apoteosis final: Termina ese “Oh, ven!”, como se termina una composición musical. Y se acaba de súbito todo).