Milagros de clarividencia del P Pío

Un hijo espiritual del Padre Pío que habitó en Roma, estando junto a algunos amigos, por vergüenza, no hizo lo que se debe hacer al pasar al frente  de una Iglesia, una pequeña reverencia en señal de saludo a Jesús sacramentado, levantándose el sombrero. He aquí entonces repentina y fuertemente  escucha una voz - la voz de Padre Pío - y una palabra: "¡Cobarde!" Fuè después de algún tiempo a San Giovanni Rotondo y sintió al Padre Pío que le dijo: "Atento, esta vez te he regañado solamente, la próxima vez te daré una bonita bofetada." 
 
A la hora del ocaso, en el jardín del convento, el Padre Pío, que está conversando amablemente con algunos fieles e hijos espirituales, y se da cuenta de no tener consigo el pañuelo. Entonces se dirige a uno de los presentes y le dice: "Por favor, he aquí la llave de mi habitación,  tengo que sonarme la nariz, tráeme el pañuelo". El hombre va a la habitación, pero, además del pañuelo, toma  uno de los medios guantes de Padre Pío y se lo pone en el bolsillo. ¡No puede perder una ocasión de tener una reliquia! Pero al regresar al jardín, entrega el pañuelo y  siente decir  al Padre Pío: "Gracias, pero ahora vuelve en la celda y repones en el cajón el medio guante que te has metido en el bolsillo."
 
Una señora, cada tarde, antes de ir a dormir, se arrodilló adelante de una fotografía del Padre Pío y le pidió la bendición. El marido, incluso siendo un buen católico y fiel del Padre Pío, creyendo que aquel gesto era exagerado, se burlaba de su esposa riéndose. Un día habló con el  Padre Pío: "Mi mujer, cada tarde se arrodilla delante de vuestra fotografía y os pide la bendición". "Usted, lo sabe": el  Padre Pío le contestó, "y tú  te ríes cada tarde." 
 
Un día, un hombre, católico aprendiz, y estimado en los medios eclesiásticos, fuè a confesarse con el Padre Pío. Ya que quiso justificar su conducta, empezó señalando a una "crisis espiritual". En realidad vivió en el pecado: él estaba casado y descuidó a su  mujer y trató de superar la crisis entre los brazos de una amante. Nunca imaginó estar arrodillado a los pies de un confesor "anormal".  El Padre Pío, levantándose velozmente, gritó: "¡No es una crisis espiritual! Tú eres un adúltero y Dios se ha irritado contigo.