Terrorífica es la perversión de muchos sacerdotes



Las cosas son nada...

Las cosas son nada, nada son todos los bienes terrenos. Servíos de ellos sólo para lo indispensable. No se aficionen vuestros corazones a los bienes que, tarde o temprano, se disolverán en la nada, sino aferraos al Bien Supremo. Vuestro amor a Dios y vuestro amor a los hermanos (dando testimonio de este amor, predicando a todos) ésta es la verdadera finalidad de la vida.

Confirmad este amor con el sello de la plena, perseverante adhesión a la Voluntad divina, la cual os hará santos y os abrirá los tesoros de Gracia y de gracias, encerrados en el Corazón Misericordioso de Jesús.
Yo estoy inmersa en la luz y en el amor de Dios.

Sería vano tratar de deciros mi felicidad.
¡No ochenta años de vida sino todo el tiempo, desde la creación hasta su fin sería insuficiente para ganar tanta felicidad!

Ninguna fatiga, ningún sufrimiento, ninguna pena que se os pida os parezca inútil a vosotros: son muy preciosas para las almas.
Ninguna cosa en el mundo os puede separar del amor de Cristo, con tal de que queráis estar unidos a Él con Fe. La Esperanza irradiará vuestro espíritu en la oscuridad que se está haciendo sobre el mundo y sobre la Iglesia.
           
¡Ánimo, hijitos míos!

¡Hijitos míos, valor! La vida terrena vista desde aquí es un relámpago que fluctúa en el espacio y se apaga. Yo os aseguro mi permanente intercesión cerca de Aquel y Aquella que todo lo pueden.

No os dejéis desviar y mucho menos intimidar por el Maligno: combatidlo de todos los modos, con todos los medios. Tened confianza, sed levadura, sed fermento de vida. Pavorosa es la ceguera de los hombres, de los cristianos; terrorífica la perversión de muchos sacerdotes y el número de almas que van al Infierno con las señales indestructibles de su consagración a Dios.

Rezad y haced rezar, invitad a la penitencia, no os cuidéis de lo que la necedad humana podrá suscitar contra vosotros.

Don X., hijo mío, nuestro pacto continúa; iniciado en el tiempo continúa en la eternidad.

De la obra: Confidencias de Jesús a un sacerdote

Mensajes de la difunta X Ottavio Michelini, Italia 1975