¿Eres inteligente en tu relación matrimonial?



JM Contreras 








     El campo más importante de aprendizaje para las personas, no lo dudemos, lo constituye el comportamiento de los padres y, en algunos casos, la influencia de aquéllos que nos rodean.

      Por tanto, nuestra forma de vivir, nuestra forma de amar les influye y les enseña.

       Los hijos son esponjas y lo aprenden todo. Eso no podemos olvidarlo nunca.

       De nuestro comportamiento, de la forma como llevemos nuestras relaciones ellos aprenderán,a querer, a disculpar, a callar, a hablar, a sonreír y, si se me
apura, hasta a guiñar un ojo en un momento oportuno.

       Captan si sus padres se llevan bien, si son felices, si están preocupados, tensos o relajados en el amor.

       Tengamos en cuenta que en una relación siempre se establecen áreas de dominio: económico, intelectual, físico, de familia, etc. Es normal. Y será a través del uso que la persona dominadora haga de ese dominio como los hijos aprenderán y entenderán el amor, el interés y la delicadeza en la vida o, por el contrario, aprenderan a generar grandes sufrimientos.

          Hay familias donde la convivencia es difícil porque uno de los progenitores tiene atado, chantajeado o acomplejado al otro en el area, por ejemplo, del dinero, de la fortaleza emocional, de la inteligencia, o de la cultura. O porque cree que el otro le "debe" algo.

           Muchas veces la inoportunidad y la falta de delicadeza a la hora de hablar, hacen que esté humillando con frecuencia.

           Por vanidad, por el afan de quedar bien, por querer quedar por encima, se humilla delante de los demás al otro de una manera continuada. Corrigiendolo en publico, demostrando o intentando demostrar que uno vale más que él o ella.

          En realidad, es la manifestación de un complejo larvado y oculto que humilla y hace sufrir.


     Además, el que un miembro de la pareja manifieste una superioridad sobre el otro, haciéndole sufrir, es una cosa que los hijos no aguantan y, antes o después, provocará que se pongan de parte del más débil.

     Hay muchas personas que, por falta de reconocimiento de quien debería quererle, sufren problemas de autoestima y se sienten humillados de manera frecuente.

     Es una falta de inteligencia no valorar al otro siempre que se pueda. Como expresión de cariño que es, nos será devuelta con más afecto y ternura.

     Por tanto, la única forma inteligente de dominar al otro es amandolo más, intentando ser más generoso, haciendole sentir seguro en el cariño que le tenemos.

     Lo demás son complejos de inferioridad.



(:::) ¿quién es más inteligente, la persona que sabe hacer complicadas operaciones de cálculos matemáticos y financieros, o aquélla que consigue tener una familia unida y feliz donde la mujer, el marido los hijos están agusto en casa?
   Concederle el criterio de inteligencia sólo a lo que tomamos por intelectual es, en mi opinión, un error. La persona ha de tener una visión de su vida en conjunto; no puede dividirse en trabajo, familia, amistades, aficiones... Tiene que saber unir de manera inteligente todas esas facetas que constituyen la vida de las personas.

   «Es que para llegar a ser un alto científico hay que ser muy inteligente», se puede contestar.

    ¿Y para conseguir armonizar una familia feliz no hay que ser muy inteligente? Miremos la sociedad y saquemos conclusiones.

    El más inteligente siempre tiene tiene una visión medianamente completa de la realidad.

    Nadie será capaz de conseguir una familia armoniosa si no tiene en su vida esa visión.

     Para conseguir una vida satisfactoria hay que formar la
inteligencia emocional. ¿No creen que dedicamos mucho tiempo a la formación de la inteligencia racional y poco o ninguno a la inteligencia emocional?  

    No olvidemos que la formación de las otras inteligencias, sin descuidar la racional, nos va a dar más felicidad como personas que, a fin de cuentas, es lo que somos. ¡Ánimo!


Mi ultimo libro: SI DE VERDAD ME QUIERES
http://www.eunsa.es/tienda/yumelia-familia-y-educacion-eiunsa/1884-si-de-verdad-me-quieres.html