Cómo el Es. Sto santifica el alma

Del libro "El Espíritu Santo" de mons. Luis M ª Martínez

Empecemos con una semejanza: Había un gran artista, un gran escultor muy exigente con su trabajo. ¡Cuántas veces, bajo el influjo de la inspiración, le ha parecido demasiado tosco el cincel y grosera la materia en la quiere exteriorizar su pensamiento reproduciendo los finos matices de la imagen que cautiva su alma! 

¡Cuántas veces desea unirse al mármol con unión estrecha y compenetrarlo, como si fuera parte de su alma, modelarlo a placer, como plasma en sus sueños el ideal que ama!

Así concibo la obra santificadora del Espíritu Santo, artista de las almas: ¿No es la santidad el arte supremo? Dios no tiene sino un hijo. Ese hijo suyo es Jesús. El Espíritu Santo ama a Jesús más, pero mucho más que el artista a su ideal supremo.

Ese amor es su ser, porque el Espíritu Santo es el amor único, el amor personal del Padre y del Verbo. Con divino entusiasmo se acerca a cada alma, soplo del Altísimo, luz espiritual que puede fundirse con la luz increada, esencia exquisita que puede transformarse en Jesús, reproduciendo el ideal eterno.

Por esto la primera relación que tiene el Espíritu Santo con las almas es la de ser el dulce huésped de ellas. Como invoca la Iglesia al Espíritu Santo en la prosa inspirada de la Misa de Pentecostés. 

Mas quiero llamar la atención sobre el hecho de que la Santa Escritura atribuye de manera espiritual esta habitación de las almas al Espíritu Santo.
 Y no es de manera transitoria como viene a nosotros el Espíritu
Santo; no es el huésped pasajero que nos visita y se va; sino que establece en nosotros su morada permanente y vive en íntima unión con nuestras almas, como huésped eterno. Así nos
lo prometió Jesús en la última noche de su vida mortal:

Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que permanezca con vosotros para siempre el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir, porque permanecerá con vosotros y estará con vosotros”.

¿Por qué se atribuye al Espíritu Santo esta habitación de las almas? Porque es obra del amor; Dios está en nuestras almas de manera especialísima porque nos ama.
Por consiguiente la razón profunda de que Dios habite en
nosotros, de que El permanezca en nosotros y nosotros en Él, es
el amor. 

El amor de Dios que desciende hasta las profundidades
de nuestras almas, el amor que por sus exigencias irresistibles al Dios de los cielos y lo cautiva con los vínculos de la caridad. 

Son esos dos amores que se buscan, que se encuentran, que se difunden en la divina unidad; es por parte de Dios el Espíritu Santo que se nos da y por parte nuestra debe ser la caridad, a imagen del Espíritu Santo, que no puede separarse del divino orden.

En el orden sobrenatural el amor lleva a la luz: el Espíritu Santo
nos conduce al Verbo y por el Verbo vamos al Padre, en el que
toda vida se consuma, y todo movimiento se convierte en descanso y toda creatura halla su perfección y su felicidad:
porque todas las cosas se consuman cuando vuelven a su Principio.