3 jesuitas chilenos alaban las uniones homosexuales

UNO DE ELLOS, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO


En el marco de la Jornada jesuita en la Casa de Espiritualidad Loyola, los sacerdotes jesuitas chilenos Eduardo Silva, Pablo Walker y Juan Cristóbal Beytía, se han manifestado abiertamente a favor del reconocimiento de las uniones homosexuales no solo en la ley civil sino en la propia Iglesia. 
22/02/16

(La Tercerca) «Esto se hace todos los veranos, desde hace 35 años», cuenta, con orgullo, el sacerdote jesuita Eduardo Silva, rector de la Universidad Alberto Hurtado, en el pasillo de ingreso a la Casa de Espiritualidad Loyola, ubicada en la comuna de Padre Hurtado. Afuera, jardines eternos, pastos, una cancha de futbolito, un pequeño cementerio de la orden e innumerables senderos y recodos, con sutiles imágenes religiosas que no alcanzan a copar la vista. Adentro, el murmullo de un centenar de miembros de esta congregación, de todo Chile.
A Silva lo acompañan los también sacerdotes Pablo Walker y Juan Cristóbal Beytía, capellanes del Hogar de Cristo, el primero, y de Techo Chile, el segundo. En el edificio, el silencio no es sepulcral. Al contrario. Hay bromas de pasillo y conversaciones. De ellos y de todos. La ropa es ad-hoc. Pantalones de tela o jeans, poleras y sandalias. Y debate. Mucho debate.
«En general, se destinan dos días completos a un tema, ya que la idea es compartir reflexiones y tratar de aprender todos junto sobre eso. Este año conversamos acerca de la familia. Después hay un día de la provincia, donde el provincial (Cristián del Campo) da una cuenta. Y luego celebramos el retiro de silencio, por ocho días, que es de una espiritualidad muy profunda», explica Walker.
La construcción de esta famosa casona jesuita fue encabezada por el propio Alberto Hurtado, quien asistió a la colocación de su primera piedra en 1938, junto al cardenal José María Caro. Y aunque en 1940 se la inauguró para ser el seminario de la congregación, actualmente, su rol es como casa de ejercicios espirituales.
Aquí, ya finalizada la jornada de conversación, y antes de que comience el retiro propiamente tal, los tres presbíteros recibieron a La Tercera y compartieron algunos temas de familia, pobreza, educación e iglesia presentes en la discusión pública y dentro de su propio debate religioso.
«En rigor», aseguran, «aquí no tenemos conclusiones, sino que es un tema en el que todos participamos y conversamos, para el cual contamos con el apoyo de otros expertos que nos visitaron, como sicólogos y sociólogos. Hay cosas que son muy importantes, por ejemplo asumir claramente que la familia ha cambiado. Se ha reducido la cantidad de hijos, la mujer ha entrado al mercado laboral y hay diferentes tipos de familia, todos igualmente valiosos, pero sigue siendo la instancia donde las personas aprendemos de afectos y valores».

¿La Iglesia pareciera verla fundamentalmente como la tríada papá-mamá-hijos?

Aspiramos a que sean familias con matrimonios estables, fieles, que puedan educar bien a sus hijos, con un espacio de crecimiento para ellos y que tengan sus necesidades básicas cubiertas. Pero la Iglesia no desconoce que en la realidad también hay familias constituidas sólo por papás o mamás, por abuelos, por hermanos con dificultades, por primos con problemas. Todas ellas son vitales. Y la idea es que puedan desarrollarse mejor dentro de nuestra sociedad.

¿Una pareja de homosexuales es una familia?

Sin duda que es una familia, como espacio de crecimiento, por supuesto que sí.
La discusión pública que se ha dado es realmente sobre la palabra matrimonio, no sobre la familia. Familia es un espacio afectivo, de relaciones de vínculos. Otra cosa es si la palabra matrimonio está reservada para la relación entre un hombre y una mujer, o si también puede ser extensiva a otras realidades dentro del Acuerdo de Unión Civil (AUC).

Muchos dicen que el AUC aún es discriminatorio...

Creo que ha sido una buena noticia para los homosexuales, no sólo porque se hace justicia en términos patrimoniales, sino porque también hay un reconocimiento de la sociedad a una relación que existe entre personas del mismo sexo. Pero la sociedad tiene que dar todavía muchos más pasos para darle validez cultural a ese tipo de uniones.

¿Debería analizar la Iglesia la posibilidad de que el matrimonio no sea sólo entre hombre y mujer?

J.B. No estamos hablando de dogmas, pero, como comunidad cristiana, percibimos que en la institución del matrimonio hay una estabilidad del vínculo heterosexual permanente, en términos de complementariedad y de apertura a la vida. Y ese ha sido tradicionalmente el modo de entender el matrimonio y la familia que allí nace. Pero hay que hacer un esfuerzo enorme, y un diálogo muy sereno, para que nosotros otorguemos los niveles de dignidad, valoración, apoyo legal e inclusión ciudadana que requieran las distintas formas de familia, sin que en ello signifique necesariamente que yo, para reivindicar mi realidad, tenga que utilizar los mismos nombres de otras realidades. Como Iglesia tenemos que hacernos cargo de los hechos, de la existencia de una diversidad de tipo de familia, y de que todas son tan parte de Dios como este cura que está hablando.
El paso que tiene que dar la Iglesia, y toda la sociedad, es que la homosexualidad no sólo es algo a tolerar, sino que allí hay una riqueza de personas.
Va a ser muy importante lo que diga en marzo el Papa Francisco tras las conclusiones del Sínodo de la Familia, respecto de hijos, de parejas vueltas a casar y de una serie de problemáticas muy coyunturales que se están discutiendo. Ha sido un esfuerzo real y muy valioso de los obispos.

¿Están de acuerdo con la adopción homoparental?

Para la Iglesia lo fundamental, más que los derechos de uno u otro grupo, es privilegiar el bien de los niños. Ese tiene que ser el foco. Ahora, la pregunta es si eso favorece el bien del niño o no. Ahí yo, personalmente, suspendo el juicio, porque no tengo datos al respecto.

Este año, en el Parlamento continuará la discusión para el aborto en tres causales...

La Iglesia siempre ha estado en favor de la vida. Lo estuvo en la dictadura, con la defensa de los DD.HH. y de aquellos que son más frágiles. Me parece que en este tema hay un debate público, y la Iglesia ha puesto argumentos de razón, como puede hacerlo cualquier otra institución.
Tampoco podemos tener dobles estándares, con un discurso oponiéndonos al aborto y otro ignorando las condiciones de vida de ese recién nacido, en pobreza, hacinamiento, sin vivienda ni salud, o avalando a personas que no pagan impuestos, que no dan salarios justos o que no permiten que otros estudien. Eso es inaceptable. La vida hay que defenderla siempre. Hay que ser coherentes.

Respecto de la congregación misma, ¿hay un reenfoque de la actividad jesuita para 2016?

Nosotros tenemos un plan apostólico desde 2011, donde trazamos ciertas prioridades y, efectivamente, a fines de 2015 evaluamos cómo nos había ido y viendo si hay que reenfocar o cambiar prioridades.

¿Hay prioridades nuevas?

Enfasis. Uno nació del Concilio Vaticano II y se actualiza cada cierto tiempo en un plan apostólico, que es entender la fe o nuestra misión como un servicio y promoción a la justicia. Anunciar el Evangelio y las consecuencias sociales y de justicia de ese Evangelio.
En este momento hay una deuda tremenda con la justicia social y con el bien común, y eso nos lleva a nosotros, como Iglesia, a querer colaborar con toda la sociedad civil en varios ejes fundamentales: uno es el trabajo por la inclusión. Colegios y escuelas en sectores populares están en eso. También obras tradicionales, como Techo, trabajando con el tema de la vivienda, el Hogar de Cristo y muchas otras. Pero hay realidades nuevas que atender, por ejemplo, la situación de los migrantes.
En este mismo capítulo de la no exclusión otro énfasis es poder acompañar las demandas del pueblo mapuche. Desde hace 15 años tenemos una comunidad en Tirúa. El primer jesuita que llegó a Chile lo hizo hablando mapudungun. El compromiso de la Compañía con el pueblo mapuche ha sido un deseo largo.
Otras prioridades son el trabajo con los jóvenes, no sólo en colegios, y la colaboración con laicos en estructuras eclesiales.

¿Cómo están las vocaciones sacerdotales jesuitas?

Para el próximo año hay cuatro aceptados. El año pasado hubo cuatro también. Tuvimos una disminución importante hace unos diez años. Cuando nosotros entramos éramos en promedio ocho.

Magisterio de la Iglesia acerca de las uniones homosexuales

Esto enseña la Iglesia Católica acerca de la legalización de uniones homosexuales:
La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.