Una “stripper” como regalo infantil


una-stripper-para-el-nino copy
Celebraba su octavo cumpleaños. Su madre le había organizado una fiesta inolvidable: quiso que fuera inolvidable. Entre los regalos incluyó una inaudita sorpresa (no sabemos si esta es la palabra más adecuada): ¡la madre había contratado a una “stripper”! Sí, como suena, una chica que apareció de pronto en ropa interior, comenzó a danzar de forma sensual ante la vista atónita de los niños y le brindó al menor, “que ya tenía ocho años”, un “twerking” mientras él permanecía sentado en una silla, intentando imitar lo mejor que podía a lo que se supone que tienen que hacer los mayores.
La madre no se conformó con hacerle semejante regalito a su hijo, sino que también grabó la actuación de la “stripper” en vídeo y lo colgó en Internet. La prudencia y el sentido común que no tuvo ella los tuvieron los internautas que lo denunciaron y el vídeo fue retirado poco después. No obstante, como no puede ser de otra manera, las imágenes siguen en la red infinita.
La presunta actuación de esta madre tiene un antecedente en otra que hace tres años contrató en el estado de Nueva York a dos “strippers” para el décimo sexto cumpleaños de su hijo. En aquella ocasión, la madre fue detenida y acusada de “poner en peligro el bienestar de los menores” (ver noticia de 2013); en el caso más reciente, con un chico de la mitad de años, no sabemos si hablar de “bienestar de los menores” es suficiente acusación para semejante acto.
Los internautas han calificado el acto de esta madre de una nueva forma de “abuso de menores”, aunque parece que el dictamen se queda corto, pues se trata más bien de un intento, no sabemos con qué grado de voluntariedad o de inconsciencia, de romper la frágil urna de cristal donde guardan la inocencia los niños. Lo estamos viendo cada vez con más frecuencia: costumbres (o regalos) de adultos que vamos proponiendo a los niños antes de tiempo, como formas de vestir, uso de tecnologías, concursos de belleza, etc. Es como si quisiéramos hacerlos adultos de golpe (de un golpe se rompe el cristal) porque necesitamos que bendigan nuestro actuar con su inocencia.
Cualquier circunstancia que podamos imaginar sobre este particular nos parece agravante (tanto si lo pidió el niño, como si fue iniciativa de la madre), cualquier calificativo que podamos atribuir a ese “regalo” de cumpleaños será insuficiente para expresar la repulsa que nos causa. Pero no solo por ser un regalo no apto para menores, sino por el regalo en sí.
La única explicación posible, si es que la hay, es que, una vez más, estemos traicionando la inocencia infantil para limpiar nuestras propias miserias. Indigno de una madre. Simplemente, indigno.

ACEPRENSA. P Guembe, C Goñi