Tergiversación de sto Tomás en Amoris Laetitia

 A propósito de la cita de Santo Tomás de Aquino en la “Amoris laetitia” n. 304
por Richard A. Spinello
En la “Amoris laetitia” n. 304, con el fin de reforzar su tesis de conjunto, el Papa Francisco cita la cuestión 94 de la parte I-II de la “Summa Theologiae” de Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás parecería estar de acuerdo con el Papa Francisco desde el momento en que afirma en el artículo cuarto de esta cuestión que los principios morales generales pueden admitir excepciones. En consecuencia, el Papa invita a los lectores a integrar este principio tomístico en su “discernimiento pastoral”.
La cuestión 94 ha sido citada a menudo por los reformistas para sostener la tesis que actos como el adulterio no son intrínsecamente malos. Santo Tomás afirma que puesto que las normas morales implican situaciones particulares, se aplican no de manera universal sino sólo en general y así pueden admitir algunas excepciones. En este sentido podemos entender el atractivo que suscita este texto, en apoyo de las afirmaciones de la “Amoris laetitia”.
Sin embargo, la argumentación de Santo Tomás es mucho más sutil y la “Amoris laetitia” se olvida de centrar la distinción que él hace de los diferentes tipos de normas morales.
Para Santo Tomás, las normas se incluyen en dos clasificaciones generales. Hay normas morales negativas que valen “semper et ad semper”, siempre y en cualquier circunstancia sin excepciones, porque excluyen actos que son “malos en sí mismos y no pueden convertirse en buenos” (Summa Theologiae, II-II, q. 33, art. 2).
Pero hay también preceptos morales positivos (como honrar a los padres) que valen “semper sed non ad semper”, es decir, obligan siempre, pero no en todas las circunstancias.
Las normas consideradas en la cuestión 94 (art. 4) entran indiscutiblemente en esta última categoría. El ejemplo que plantea Santo Tomás aclara esto bastante. La norma positiva según la cual se debe devolver lo que se ha tomado prestado está sujeta a algunas excepciones que dependen de las circunstancias. Así, las armas confiadas a otra persona no deberían ser devueltas a su propietario si éste tiene la intención de utilizarlas para combatir contra su país.
Santo Tomás afirma a menudo la existencia de absolutos morales específicos, como las normas negativas sin excepciones que prohiben siempre el asesinato de inocentes, el robo, la mentira, el adulterio, la fornicación. En varios textos hace referencia al mal intrínseco de algunos actos, especificado por su objeto moral. Cuando Santo Tomás se confronta con un comentador aristotélico que dice que el adulterio no es intrínsecamente un mal, responde: “No tenemos que estar de acuerdo con el comentador sobre este punto, puesto que uno no puede cometer adulterio con motivo de un bien cualquiera” (De Malo, q. 15, a. 1, ad. 5). En otro tratado él describe algunos actos humanos que “tienen una deformidad inseparablemente pegada a ellos, como la fornicación, el adulterio y otros de este tipo, que no pueden ser realizados moralmente de ningún modo” (Quaestiones quodlibetales, 9, q. 7, a. 2).
Por lo tanto, la referencia del Papa Francisco a Santo Tomás en la “Amoris laetitia” no se sostiene, porque en la cuestión 94 de la “Summa” Santo Tomás se refiere sólo a las normas positivas y no a la norma negativa universalmente vinculante que prohíbe el adulterio.
Si el Papa Francisco quiere afirmar que las normas que prohíben la supresión de vidas inocentes, la mentira, el adulterio y la fornicación tienen excepciones cuando se aplican en medio de las complejidades concretas de la vida, no puede reclutar a Santo Tomás de Aquino como aliado.
Además, una posición de este tipo es contraria a una tradición católica muy antigua que incluye a los teólogos más grandes de la Iglesia como Agustín y Tomás de Aquino y que se extiende desde Trento hasta el Vaticano II.
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Richard A. Spinello es profesor en el Boston College y en la facultad teológica del St. John’s Seminar de Boston. El texto íntegro de su comentario fue publicado en “Crisis Magazine” el 10 de mayo de 2016:

Y he aquí el párrafo de la “Amoris laetitia” con la inadecuada cita de Santo Tomás:
304. Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano. Ruego encarecidamente que recordemos siempre algo que enseña santo Tomás de Aquino, y que aprendamos a incorporarlo en el discernimiento pastoral: “Aunque en los principios generales haya necesidad, cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más indeterminación hay […] En el ámbito de la acción, la verdad o la rectitud práctica no son lo mismo en todas las aplicaciones particulares, sino solamente en los principios generales; y en aquellos para los cuales la rectitud es idéntica en las propias acciones, esta no es igualmente conocida por todos […] Cuanto más se desciende a lo particular, tanto más aumenta la indeterminación” (Summa Theologiae I-II, q. 94, a. 4). Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado.