Jesús acusa gravemente a sacerdotes y obispos

6 de Diciembre de 1976 Jesús a Ottavio Michelini,  (sacerdote), Italia 1975

ESTOY A LA PUERTA Y LLAMO 


Hijo mío, escribe:

¿De qué se han hecho responsables muchos Obis­pos míos y muchísimos sacerdotes?

1º -      Son culpables de la herejía de la acción, es decir, de pseudo celo bajo el cual se oculta vanidad.

2º -      Son culpables de haberse dejado absorber por la actividad exterior a veces hasta agotarse; esto no responde a un designio de la Divina Voluntad sino a un sutil orgullo y a una insidiosa maniobra del Malig­no.

3º -      Esta exasperada actividad no ha tenido y no tiene una correspondiente actividad interior, por lo que se ha enraizado en su espíritu la convicción de ser los muros de carga, sin los cuales todo está destinado a derrumbarse; en palabras más sencillas, estima exagerada de sí mismos con una consiguiente disminución de la confianza y abandono en Dios.

4º -      Rechazo a reformarse y a reformar seria y eficazmente sus Iglesias inspirándose en principios evangélicos; ésta es gravísima culpa, porque no les han faltado llamadas de lo Alto, advertencias, admoniciones ni hechos y sucesos sobrenaturales.

5º -      Cómoda prudencia, en virtud de la cual han impedido un bien inmenso para las almas, cometiendo ellos mismos innumerables imprudencias.

6º -      No son pocos mis Obispos embebidos de racionalismo y hasta de marxismo.

7º -      Imputación grave les hago por haber buscado siempre y únicamente el compromiso con el objeto de evitar molestias en el vértice. y críticas y reproches en la base, pero ese compromiso no es de Dios, no ha sido ni jamás lo será de sus santos porque está en discrepancia con Mi Evangelio.

8º -      Son también responsables de la anarquía reinante en Mi Iglesia.

9º -      Son responsables de la infección en el campo doctri­nal y no pocas veces moral en muchos seminarios y de la difusión de errores y herejías, haciendo de la Iglesia una pavorosa Babel por lo que no se en­tienden ya sino poco y mal.

10º -     ¿A quién se deben imputar las múltiples contradic­ciones de la Pastoral moderna, sino a los Pastores y a los sacerdotes debido al torpe uso de su autoridad?

Justamente se ha dicho que se debe defen­der y salvaguardar el principio de autoridad a causa de la anarquía que se propaga, pero también se ha dicho que el ejercicio de la autoridad debe cam­biar y que la paternidad y la firmeza se pueden con­ciliar muy bien en un padre Pastor de almas.

11º -     Es luego culpa gravísima de muchos Obispos y sacerdotes haberse dejado influenciar por la diabólica vida moderna, en muchos casos aprobándola y bendiciéndola, ellos, escogidos para una acción totalmente contraria; ellos, escogidos para contrarrestar las fuerzas oscuras del mal y oponerse a su acción demoledora en Mi Iglesia, ellos, las lámparas encendidas en el mundo, se han dejado superar y apagar por la oscuridad del infierno, ellos, el fermento de vida y levadura para el pueblo de Dios, ellos, la sal de la tierra, se han dejado desecar y paralizar por la agresividad de los Demonios.

12º -     Son culpables de emular a los grandes y poderosos de la tierra en el modo de gobernar; son taimados en su diplomacia, olvidando que Yo, Verbo Eterno de Dios, Redentor de la humanidad, Sumo y Máximo Embajador de Dios ante la humanidad entera, he te­nido una sola diplomacia, la de la Verdad; en cambio ellos, compitiendo y emulando a los diplomáticos del mundo se han hecho unos expertos, y a menudo maes­tros de mentira; en realidad la diplomacia del mundo es el arte de mentir, y también ésta es una tre­menda responsabilidad.

El padre del hijo pródigo ha usado la diplomacia del amor.
Yo, Jesús, no he sido un gobernador en los tres años de mi vida pública, nunca he buscado honores, aprobaciones ni consensos humanos, sino que Yo, el Buen Pastor, el Padre del hijo pródigo, he tenido siempre y sólo un único deseo: la Voluntad del Padre y la liberación de las almas del terrible yugo de Satanás en quien hoy ya no se cree.

13º -     Por último, debo imputar todavía a Pastores y sacerdotes, como culpa grave, una insensibilidad por los que sufren, por los enfermos, de mente y cuerpo, por culpa de las fuerzas oscuras del infierno. 

Insensibilidad increíble, inconcebible insensibilidad en estridente contraste con las enseñanzas evangélicas, con los ejemplos de Mí, Verdadero Dios y Verdadero hombre, y con los poderes que Yo he dado a Mis Apóstoles y a sus sucesores de curar a los enfermos y de echar a los de­monios.

¡En esto la mistificación se ha llevado a los límites extremos!

¿Pero qué piensan Obispos y sacerdotes que Yo, Ver­dadero Dios, haya dicho cosas inútiles y vanas? ¿Qué piensan que Yo, Jesús, Verdadero Dios haya pronunciado palabras e impartido enseñanzas no útiles y no necesarias en todos los tiempos?

Yo soy Dios, no estoy condicionado ni por el tiempo ni por el espacio, mis enseñanzas son válidas para todas las generaciones, pero ¿Qué tipo de fe tienen Obispos y sacer­dotes de esta generación atea, perversa e incrédula?
¿Pero cómo piensan mis Obispos que los tiempos actuales sean diversos de los tiempos míos cuando humana­do viví sobre la tierra?

¿No han caído entonces en la cuenta de que todo el progreso moderno, este progreso material manipulado por Satanás ha servido al mismo Satanás como instrumento de desór­denes y de perversiones personales, sociales y mundiales?

¿No han caído en la cuenta mis Obispos y sacerdotes de que el fin del hombre no es la tecnología ni el bienestar material escindido del supremo interés espiri­tual de la humanidad entera?

¿No han comprendido entonces Obispos y sacerdotes, o se les ha hecho más cómodo no querer comprender para no chocar contra las fuerzas oscuras y misteriosas del mal, contra las cuales, en lugar de usar el arma de la verdad, han preferido usar el arma diabólica del compromiso?

¿Qué han hecho de la tremenda responsabilidad, que incumbe sobre su sacerdocio, ellos que como naturales maestros eran y son los únicos que tienen la obligación de poner en guardia a las almas contra el peligro, contra las insidias inherentes al progreso material y a la civilización del consumo?
No, hijo mío, no te preocupes por la verdad; bien­aventurados aquellos que sabrán acoger la verdad con hu­mildad, para el bien personal y social de Mi Iglesia.

Por desgracia no han sido escuchadas mis reite­radas llamadas e invitaciones para escudriñar e interrogar sus conciencias, ¡Todas han caído en el vacío!
Hijo mío, es tremendo resistir a la Bondad Divina que llama a la puerta de las almas que quiere salvar; un predecesor de ellos, Judas, resistió, pero su resistencia fue su perdición.

Te bendigo, hijo, repara, reza y ámame.