Persecución en oriente, persecución en occidente




Hace unos días, miles de valencianos acudieron al acto de desagravio mariano convocado por el Arzobispo Cañizares, a raíz de un cartel del orgullo gay, en el
que aparecían en un beso lésbico, dos advocaciones, la de la Moreneta y la Geperudeta

También, la multiplicación de las profanaciones de templos, capillas e incluso de la misma Eucaristía, está cobrando tintes alarmantes, por no hablar de la persecución sangrienta de los cristianos en el medio oriente. Hay quien dice que es un signo del los últimos tiempos que nos ha tocado vivir.

No olvidemos que todo lo referente a Dios y a Su Madre merece respeto por la
dignidad infinita de sus Personas, atributo incomprensible para nosotros, como el hecho de que Él se hiciera hombre para cargar con nuestros pecados en una Pasión cruel e inhumana, para después quedarse en sus sagrarios hasta el final del mundo.

Yo, como católica, desearía que aquellos que se creen dignos de desacralizar iglesias, imágenes, u objetos de culto católicos pensaran antes de actuar, porque con la misma malicia que arrebatan a Dios su derecho a ser
reverenciado, sufrirán ellos irreverentes profanaciones en el momento
de su juicio y para siempre en su destino eterno a cargo del torturador del abismo.

El hecho de que Dios permanezca callado no significa que no le duela el escarnio contra su Persona. Pero si ya lo sufrió cuando vino a donarnos su Vida, ahora, con tantos años de cristiandad a nuestras espaldas, es más grave atentar contra la Majestad que le es propia y que, al contrario, debería suscitar agradecimiento y amor, y no odio y persecución de parte de los que no quieren tener a Dios por
amigo. 



Pilar Montalbán