La Comunión en la mano, un tema altamente controvertido

Entrevista a María Simma


—Usted probablemente sepa mejor que yo que el tema de dar la Comunión en la mano es altamente controvertido. ¿A qué se debe?
—El problema es que no se ha contado la historia completa y deberíamos investigar e informarnos bien. La ley de la Iglesia establece que debe haber algunos reclinatorios para aquellas personas que quieran recibir la Eucaristía de rodillas y en la lengua. Estas fueron las palabras del Papa Pablo VI. Así, las parroquias que no los tengan ya no están siendo obedientes. Las almas del purgatorio me han dicho que ningún Papa hasta hoy ha apoyado personalmente esta práctica, pero que fue fomentado políticamente por un grupo de cardenales y obispos. Los sacerdotes y obispos más antiguos saben de esto, y la gran mayoría prácticamente no ha informado al pueblo; y por lo tanto son ellos quienes cargan con la mayor responsabilidad. Todos los Papas, a su vez, sabían muy bien que dar la Comunión en la mano estaba en contra de la veneración del Santísimo Sacramento y nuestro Santo Padre actual no distribuye la comunión en la mano de los fieles.

Por supuesto, bajo las actuales condiciones no es pecado para el que comulga recibir al Señor en la mano, pero ruego a los fieles que presten atención a nuestros Papas. Por otro lado, todo este tema ha permitido que se produzcan muchos sacrilegios. Hay que ser conscientes de que hay brujas que
pagan mucho dinero para herir a Jesús directamente en las hostias consagradas que con frecuencia desaparecen secretamente de las iglesias. Debemos dejar de ofrecer a este tipo de personas un acceso tan fácil al Santísimo Sacramento. El asunto es muy serio. Si todos los sacerdotes se encomendaran al Espíritu Santo y rezaran el rosario, entonces ninguno de ellos estaría perdido en estos temas.
Si los obispos y sacerdotes de mayor edad le preguntaran a los fieles de sus parroquias de más de cuarenta años (por decir una cantidad) si preferirían recibir la comunión arrodillados, deberían aceptar lo que la inmensa mayoría decidiera hacer, por amor a sus hermanos.

Nadie puede decir que hace dos generaciones se rezaba menos que hoy en día porque sucede exactamente lo contrario. Y, por otro lado, al volver a la humildad y a la oración los jóvenes aprenderían rápidamente el valor de la posición humilde y penitente delante del Santísimo Sacramento. He visto con mis ojos cómo se ignoraba a personas arrodilladas que querían recibir la comunión ¡simplemente por el hecho de arrodillarse! También he visto a niños el día de su Primera Comunión a quienes se les indicaba que se quedaran de pie, aun cuando sus padres y abuelos sufrían por ello. Todas estas cosas son obra de Satanás y me entristecen terriblemente. Y cuando luego hay quienes dicen que participarán del amor fraternal comunitario, digo no, porque cuando el amor fraternal va en contra de la humilde veneración y reverencia que merece el Santísimo Sacramento y el amor divino, entonces esta débil permisividad no proviene de Dios.

También recuerdo cuando los obispos alemanes colaboraron para que esto se instaurara sin pasar por el Papa; fueron los norteamericanos quienes en un principio dijeron que no estarían de acuerdo porque iba en contra de los deseos del Papa. ¡Pero mire lo que ha ocurrido! ¿Y cuántos sacerdotes perdimos porque sus conciencias no les permitían ponerlo en práctica? Muchos.

Respecto a dar la comunión en la mano, hace ya un tiempo ocurrió algo interesante en Múnich mientras me encontraba dando una conferencia. Llegamos a este punto y de repente pude ver que un pequeño grupo de personas se acaloraba; había tres personas tratando de hablar en contra de lo que yo estaba diciendo, y lo hacían todos a la misma vez. Yo, en silencio pedí ayuda a Dios. Como el ambiente se estaba volviendo bastante ruidoso y agitado, se levantó de un lateral de la sala una mujer muy elegante de unos cuarenta años, con un vestido largo negro, y con muy buenos modales, pero a la vez con mucha autoridad, se dirigió a los presentes y en un minuto o dos logró que todos se calmaran de nuevo. Yo quedé impresionada por su conocimiento e igualmente impresionada por cómo había logrado tranquilizarnos con tanto amor.

 Cuando terminó la charla, me dirigí a los organizadores para pedirles hablar con esta mujer y para agradecerle su ayuda. Pensaba que pertenecía al grupo que me había invitado. Ellos, sin embargo, pensaron que su trataba de una amiga con quien yo había venido. Ambos estábamos equivocados. No la pudimos encontrar, e incluso nos acercamos hasta la puerta de entrada preguntando por ella, puesto que la charla solamente había sido con invitación. Nos dijeron que ninguna mujer de esas características había entrado o dejado la habitación por esa puerta y el salón no tenía otras entradas. Se había ido.
—¿Se trató de un alma del purgatorio?
—Seguramente sí y algunos de nosotros rezamos por ella.
—Algunas personas dicen que como Jesús repartió el pan en las manos de sus discípulos en la Última Cena, entonces es correcto que el sacerdote actúe igual hoy en día. ¿Qué podría decir usted al respecto?
—¡No es verdad! A Ana Catalina Emmerich y a Teresa Neumann, probablemente las dos místicas alemanas más grandes que hayan existido, se les permitió a ambas ver la Última Cena; y en ambos casos Jesús repartió el pan consagrado en las bocas de sus apóstoles.
Y por favor, comprenda ahora y confíe. ¡No soy yo la única que dice esto! Precisamente este tema, entre muchos otros relacionados con él, se discuten hoy en día en los niveles más altos de la iglesia, y sé que aquí también prevalecerá Jesús sin importar lo caóticas que deban volverse las cosas todavía.

—Pero, déjeme que le diga, lo que le fue revelado a la beata Ana Catalina Emmerich fue también una revelación privada...
—Sí, lo es, y a lo largo de la historia Dios ha usado este medio para arreglar las cosas. Y como cualquiera podría confirmarlo, si investigáramos los casos más conocidos, veríamos que sus frutos fueron inmensos, con un gran número de conversiones. Piense simplemente en Rue de Bac, Lourdes y Fátima, o en Teresa Neumann, por no hablar de la gran cantidad de conversiones que han tenido lugar en los últimos años en ese pequeño pueblo en el medio de una de las zonas más inestables de toda Europa.
Me refiero, por supuesto, otra vez a Medjugorje. Y aquí tenemos otra perspectiva respecto a dar la comunión en la mano...

—¿Cuál es esa perspectiva? Y, por favor, María, quiero escuchar todos los posibles ángulos que conozca sobre este tema porque sé que hay mucha gente noble que está buscando la respuesta correcta.
—En los pueblos donde la Virgen elige aparecerse, como en Medjugorje, Schio, Garabandal y otros, generalmente esto ocurre en las afueras. Si volvemos a Medjugorje, por poner un ejemplo, se aparece, y aún lo hace hoy, en una de las dos montañas. En esas apariciones suele haber desde un puñado de personas en un día de pleno invierno hasta, digamos, 5.000 en los días de fiesta durante las estaciones más cálidas. 

Sin dudarlo, y sin importarles el tiempo, todos los que están allí forcejearán y se amontonarán en el barro y en las rocas, clavándose las espinas de los arbustos, para poder arrodillarse cuando la Santa Madre está con ellos. Arrodillarse es algo natural para todos, y debería serlo; pero solamente dos o tres horas antes, abajo, en la iglesia, mientras están recibiendo al mismo Jesús en la Sagrada Eucaristía, ¡casi todos se quedan de pie, orgullosos como soldados! ¿Esto es lo que nuestra Madre quiere de nosotros? ¿Que nos arrodillemos delante de ella y no de su divino Hijo? ¡No, no es así! Por favor, que la buena gente escuche y siga su propia conciencia y no se comportan de otro modo simplemente porque otros lo hagan.

Y para que usted lo vea, se me ocurre otro hecho que contarle. Puede que no sea tan impresionante como el que le dije antes de la mujer a quien se le ennegrecieron las manos, y no hay problema si resulta divertido; pero ciertamente, para mí es igual de convincente que cualquier otra historia.
Conozco personalmente a una mujer muy buena y piadosa que también tenía problemas con este tema, y simplemente rezó y le pidió al mismo Jesús que le enviara una señal rápida para poder aclararse. ¡Y Jesús lo hizo! La siguiente vez que fue a recibir la comunión, el sacerdote, como lo había hecho hasta ese entonces, puso la Eucaristía en la palma de su mano. Tan pronto como la puso allí, la Hostia se elevó de su mano, subió y desapareció en el aire. Este pequeño milagro también fue presenciado por varios testigos.

—María, ¡lo que dice es muy convincente!
—Y la Madre Teresa también prefería que los fieles recibieran la Eucaristía de rodillas y en la lengua, y en sus comunidades esa es la única forma permitida. Verá, desde la perspectiva de la iglesia, recibir la Comunión en la mano es solamente algo que se tolera, pero no es lo que realmente quiere.


—Cuando los sacerdotes que están en el purgatorio la visitan, ¿quién se ocupa entonces de las oraciones o de lo que sea necesario para que sean liberados?
—Las oraciones que requieren para ser liberados las deben hacer otros sacerdotes; pero si necesitan alguna otra cosa, me encargo yo misma.

—¿Con qué frecuencia deberían celebrar la santa misa los sacerdotes?
—No menos de una vez al día. La ley de la Iglesia permite hasta dos veces al día, si la segunda misa es un funeral o la celebración de un matrimonio. Pero Dios entiende que pueden existir condiciones extraordinarias que hacen que los sacerdotes deban celebrar más de dos misas al día, como cuando no se encuentra otro sacerdote que pueda celebrarla. Esto se debe a que celebrar la santa misa es la tarea principal de la función de los sacerdotes. Es la misión más grande que tienen y debería transformarse en la mayor expresión de su amor hacia Dios.