1 Millón de firmas se oponen a Bergoglio



 

El cardenal Caffarra figura entre los firmantes de la Declaración en Defensa de las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio
La  Declaración se ha redactado en respuesta a la continua confusión sobre la enseñanza moral de la Iglesia después de los Sínodos sobre la familia y Amoris Laetitia.

Un número creciente de laicos, sacerdotes y prelados, que incluyen prominentes líderes de la Iglesia como el cardenal Carlo Caffarra y el respetado teólogo austríaco Wolfgang Waldstein, han firmado una declaración de fe para hacer frente a lo que consideran "continuas ambigüedades” sobre las enseñanzas morales claves de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.

A partir del 28 de septiembre, más de 1.800 figuras de la Iglesia, incluyendo a muchos sacerdotes, líderes pro-vida, y eminentes expertos, habían añadido su nombre a una "declaración de fidelidad a la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el matrimonio y de su ininterrumpida disciplina".

La declaración, hecha pública el 27 de septiembre con 80 firmantes inicialmente, se ha elaborado en respuesta a "la confusión" sobre las enseñanzas morales de la Iglesia y su práctica que los organizadores dicen que no ha "hecho más que crecer después de los dos Sínodos de la familia" en 2014 y 2015, y la posterior publicación del documento resumen controvertido del Papa sobre los sínodos, Amoris Laetitia.  

Detrás del documento están los miembros de la Súplica Filiale (Recurso filial) asociación que ha recogido casi un millón de firmas entre los dos sínodos, pidiendo Francisco que aclare la enseñanza de la Iglesia sobre "cuestiones fundamentales de la moral natural y cristiana".

En un comunicado 27 de septiembre, los organizadores de la declaración dijeron que es un "deber moral urgente, reafirmar la inmemorial enseñanza del magisterio católico sobre el matrimonio y la familia y la disciplina pastoral practicada durante siglos en relación con estas instituciones básicas de una civilización cristiana ".

"Este deber grave", agregaron, "se hace aún más urgente en vista del ataque creciente que las fuerzas seculares están desatando contra el matrimonio y la familia.” La doctrina y la práctica católica, continuaron, ya no parecen ser "la barrera acostumbrada" en contra de un ataque de este tipo, al menos en la forma en que ahora se están presentando. El documento de apelación, respaldado por la cristalina e indiscutible enseñanza de la Iglesia, se centra alrededor de 27 afirmaciones con el fin de "mantener esas verdades que explícita o implícitamente se niegan o se definen de forma ambigua en el presente lenguaje eclesial (de Amoris L).

Según los firmantes, lo que está en juego son las "doctrinas y prácticas inmutables" relativas a cuestiones tan importantes como "la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía y el respeto debido a este Sacramento"; la imposibilidad de recibir a Jesús en la Eucaristía "en un estado de pecado mortal"; las condiciones de "verdadero arrepentimiento que permiten recibir la absolución sacramental"; y la "observancia del sexto mandamiento”:  no cometer adulterio.

También está en juego, los firmantes dicen,  la  "obligación muy grave de no dar escándalo público y de no dirigir al pueblo de Dios al pecado o a relativizar el bien y el mal"; y los "límites objetivos de la conciencia al tomar decisiones personales."
La declaración se produce después de que 45 eruditos católicos recurrieron a Francisco en julio para "repudiar" lo que ven como errores en Amoris Laetitia. Otros académicos prominentes, como el filosófo y profesor Josef Seifert, también han criticado que partes de la exhortación apostólica no sólo pueden "conducir fácilmente a malentendidos y por consiguiente a abusos”  sino que también se "oponen a la Palabra de Dios" y a la enseñanza moral de la Iglesia.

A continuación se presenta un resumen de la declaración
Declaración de la fidelidad a la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el matrimonio y de su disciplina ininterrumpida

RESUMEN: Errores sobre el verdadero matrimonio y la familia son extendidos en la actualidad en los círculos católicos, sobre todo después de los Sínodos ordinarios y extraordinarios de la familia y la publicación de Amoris Laetitia. A la vista de esta realidad, la presente Declaración expresa la determinación de sus firmantes a permanecer fieles a las enseñanzas inmutables de la Iglesia sobre la moral y sobre los Sacramentos del matrimonio, la Reconciliación y la Eucaristía, y con ellas a la disciplina atemporal y duradera en relación con los sacramentos.

En particular, la Declaración de Fidelidad sostiene firmemente que:
            
 I. En cuanto a la castidad, al matrimonio y los derechos de los padres
             - Todas las formas de convivencia  fuera de un matrimonio válido contradicen gravemente la voluntad de Dios;
            - El matrimonio y el acto conyugal tienen ambos fines: procreativo y unitivo y cada acto conyugal debe estar abierto al don de la vida;
            - La llamada educación sexual es un derecho básico y primordial de los padres que siempre deben llevarse a cabo bajo su dirección atenta;
            - La consagración definitiva de una persona a Dios a través de una vida de castidad perfecta es objetivamente más excelente que el matrimonio.


II. Con respecto a la cohabitación, uniones del mismo sexo y el nuevo matrimonio civil, después del divorcio
-Las uniones irregulares no se pueden equiparar al matrimonio, aunque estén considerados "moralmente" lícitas o tengan reconocimiento legal
-Las uniones irregulares contradicen radicalmente y no pueden expresar el bien del matrimonio cristiano, ni en parte ni en forma análoga, y deben ser vistos como una forma de vida pecaminosa;
-Las uniones irregulares no pueden recomendarse como un cumplimiento prudente y gradual de la ley divina.


III. En cuanto a la ley natural y la conciencia individual
-La conciencia no es la fuente del bien y del mal, sino un recordatorio de cómo una acción debe cumplir la ley divina y natural ;
-Una conciencia bien formada nunca llegará a la conclusión de que, dadas las limitaciones de la persona, su permanencia en una situación objetivamente pecaminosa puede ser su mejor respuesta al Evangelio, ni que esto es lo que Dios mismo está le está pidiendo;
-La gente no puede ver el sexto mandamiento y la indisolubilidad del matrimonio como meros ideales;
-El discernimiento personal y pastoral no puede nunca llevar a los divorciados “recasados” civilmente a la conclusión de que su unión adúltera puede ser moralmente justificada por la "fidelidad" a su nueva pareja, y que abandonar la unión adúltera es imposible, o que, al hacerlo, se expone a nuevos pecados;
-Los divorciados que se "volvieron a casar” civilmente y que no pueden cumplir la obligación grave de separarse, están moralmente obligados a vivir como "hermano y hermana" y para evitar el escándalo, cualquier exhibición de la intimidad propia de las parejas casadas.



IV. En cuanto al discernimiento, la responsabilidad, el estado de gracia y de pecado;
-Los divorciados ”recasados” por lo civil y que eligen esta situación con pleno conocimiento y consentimiento de la voluntad no son miembros vivos de la Iglesia, ya que están en un estado de pecado grave que les impide poseer y crecer en la caridad;
-No hay punto intermedio entre estar en gracia de Dios o estar privado de ella por el pecado mortal. El crecimiento espiritual para alguien que vive en un estado objetivo de pecado consiste en el abandono de esa situación;
-Puesto que Dios es omnisciente, la ley natural y revelada es aplicable a todas las situaciones particulares, especialmente cuando prohíben acciones específicas "intrínsecamente malas";
-La complejidad de las situaciones y los diferentes grados de responsabilidad entre los diversos casos, no impiden a los pastores llegar a la conclusión de que los que están en uniones irregulares se encuentran en un estado objetivo de manifiesto pecado grave, ni de suponer en el fuero externo que han sido privados de la gracia santificante;
-Puesto que el hombre está dotado de libre albedrío, los actos morales voluntarios deben ser imputados a su autor, y tal imputabilidad debe suponerse;


V. En cuanto a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía
-El confesor está obligado a advertir a los penitentes con respecto a las transgresiones de la ley de Dios, y asegurar se de que desean la absolución y el perdón de Dios, y que por tanto están resueltos a reexaminar y corregir su comportamiento;
-Los divorciados que se "volvieron a casar” por lo civil y permanecen en su estado objetivo de adulterio, nunca puede ser considerados por los confesores como viviendo en un estado objetivo de gracia y con derecho a recibir la absolución o ser admitidos a la Santa Eucaristía, salvo que expresen su contrición y están firmemente resueltos a abandonar su estado de vida;
-Ningún discernimiento responsable puede sostener que se permita la admisión a la Eucaristía a los divorciados que "contraen un nuevo matrimonio" civil y viven abiertamente como tales, bajo la afirmación de que, debido a una responsabilidad disminuida, no existe una falta grave.  Porque su situación exterior de vida contradice objetivamente el carácter indisoluble del matrimonio cristiano;
-La certeza subjetiva -en la propia conciencia- acerca de la nulidad de un matrimonio anterior nunca es suficiente, por sí solo, para excusar de adulterio a los divorciados que "contraen nuevo matrimonio" civil o para que puedan hacer caso omiso de las consecuencias sacramentales de vivir como pecadores públicos ;
-Los que reciben la Santa Eucaristía han de ser dignos de hacerlo estando en estado de gracia y, por lo tanto, los divorciados que "contraen nuevo matrimonio" civil y llevan una vida pública de pecado, se arriesgan a cometer un sacrilegio si reciben la Santa Comunión;
-De acuerdo con la lógica del Evangelio, los hombres que mueren en estado de pecado mortal, sin reconciliarse con Dios, están condenados al infierno para siempre;



VI. En cuanto a la actitud maternal y pastoral de la Iglesia
-La clara enseñanza de la verdad es una obra eminente de misericordia y la caridad;
-La imposibilidad de dar la absolución y la comunión a los católicos que viven manifiestamente en un estado objetivo de pecado grave se debe a la solicitud materna de la Iglesia, ya que ella no es la propietaria de los Sacramentos, sino una administradora fiel;


VII. En cuanto a la validez universal del Magisterio constante de la Iglesia


-Las cuestiones doctrinales, morales y pastorales relativas a los sacramentos de la Eucaristía, la Penitencia y el matrimonio serán resueltas por las intervenciones del Magisterio y, por su propia naturaleza, se oponen a interpretaciones contradictorias o a consecuencias prácticas sustancialmente diversas a este Magisterio;
-Mientras que las plagas de divorcio y la depravación sexual se han extendido por todas partes, incluso dentro de la vida de la Iglesia, es un deber de los obispos, sacerdotes y fieles católicos declarar, con una sola voz, su fidelidad a las enseñanzas inmutables de la Iglesia sobre el matrimonio y, a su ininterrumpida disciplina, como fue recibida por los Apóstoles.