Son instrumento de martirio para mi Cuerpo Santísimo.


Octubre 15/10 a Agustín del Divino Corazón

Locución del Señor Jesús: 

Os invito a meditar en los dolores internos de mi Sagrado Corazón. 
Dolores provocados por la ingratitud de los hombres. 
Dolores provocados por el pecado de toda la humanidad. 
Dolores provocados porque las criaturas no hacen caso a mis enseñanzas, no viven mi Evangelio; andan como ovejas sin pastor, sin quien las guié, sin quien las oriente. 

Mi agonizante Corazón sufre por la ingratitud de muchos de mis hijos; hijos a los que llamo a una vida de perfección y de virtud, hijos a los que les brindo infinidad de oportunidades de salvación, hijos a los que les alerto del inminente peligro; porque satanás se disfraza de ángel de luz, satanás tiene como tarea: llevarse el mayor número de almas a las profundidades del infierno; y lo más triste: caen al infierno, diariamente, tantas almas como hojas de los árboles caen en tiempo de otoño. 

Mi agonizante Corazón padece soledad, porque llamo a muchos de mis hijos a hacerme compañía en el Sagrario, en mi dulce prisión y mis palabras no son escuchadas. El ruido del mundo los tiene absortos, sordos. El ruido del mundo los tiene obnubilados, aletargados; los hace somnolientos en el espíritu. Mi voz cae al vacío. Muchas veces, mis llamamientos de Amor Divino chocan en el corazón de almas soberbias, orgullosas, prepotentes. Vosotros: responded con presteza, con ligereza a mi dulce invitación. Id al Sagrario y hacedme compañía. Adoradme por los que no me adoran, glorificadme por los que no me glorifican y reconocedme: como a vuestro Señor, como al Rey de reyes, como al Rey de más alto linaje que verdaderamente hace presencia en la Hostia Consagrada

Mi agonizante Corazón es lacerado por los pecados de los consagrados: almas a las que llamo a una vida de santidad, a una vida de coherencia total con mi Palabra, con mi Evangelio; pero les puede más las atracciones del mundo, juegan con lo más sagrado: la salvación de sus almas. 

Reparad, hijos míos, porque tantas veces tengo que descender en las manos empecatadas de algunos sacerdotes. Tantas veces tengo que descender a muchos corazones putrefactos, corazones que son instrumento de martirio para mi Cuerpo Santísimo. 

Mi Corazón agonizante se zambulle en el dolor; dolor porque mi misericordia es despreciada. Muchas almas desprecian, huyen a mis llamamientos de amor; aprecian más las cosas del mundo que seguirme, que servirme. 
Pensad: ¿Cuántos dardos, cuántas lanzas traspasan mi agonizante Corazón? Tomad conciencia de vuestras vidas, tomad conciencia que ya os llegó el momento de convertiros totalmente a Mí. 

Ya os llegó el momento de cortar con vuestras esclavitudes, de vivir y experimentar la verdadera libertad. Ya os llegó el momento de saborear a Dios, de caminar en busca de mis Misterios Divinos. Ya os llegó el momento de decidiros por las cosas del Cielo y de huir a los halagos efímeros que os ofrece el mundo. Ya os llegó el momento de consideraros trascendentales, eternos. ¿Qué es el placer en comparación con la verdadera vida, con los deleites que os encontraréis en el Cielo? 

Venid y arrancad dócilmente las espadas de dolor que traspasan mi agonizante Corazón. Besad y adorad mis Santas llagas. Recoged en el copón de oro de vuestros corazones, mi Sangre preciosa. Os purificaré, os liberaré, os restauraré; drenaré vuestro sistema circulatorio y os haré una transfusión sanguínea espiritual para que os asemejéis más a Mí, para que seáis hijos predilectos de mi amor. 

Dadme el consuelo que no recibo de muchísimos hijos. Dadme contento y alegría a mi agonizante Corazón. 

Os dejo la tarea de reparar por vuestros pecados y los pecados del mundo entero. 

Os dejo la tarea de ayudarme a cargar con el peso extenuante de mi cruz. 

Os dejo la tarea de venir al monte Gólgota a hacerme compañía, a llorar junto conmigo la desidia, la apatía de la humanidad.