Conversión de Alfonso de Ratisbona



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Alfonso de Ratisbona, mientras es anfitrión junto al barón Buissiéres en Roma, es por éste sometido a una prueba tan inocente como inesperada: es invitado a llevar una medalla milagrosa de la Santa Virgen. La propuesta, inicialmente, es vista como extraña e infantil. Pero...luego es aceptada, porque Alfonso piensa que la ofrecerá luego a su novia. Se cuelga la medalla con cierta dificultad, porque el nudo es demasiado estrecho y la cadena no pasa. Pero Buissiéres, mientras goza ingénuamente de su victoria, quiere continuar e impone a Alfonso recitar mañana y tarde el Acordáos, una oración muy devota de amor y eficacia, que San Bernardo compuso a la Virgen María: "Acordáos, oh piadosísima Virgen Maria, que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra ayuda y pedido vuestro socorro, haya sido abandonado.

Animado por tal confianza vengo, oh Virgen de las Virgenes, a ponerme bajo tu protección y, gimiendo bajo el peso de mis faltas, me postro a vuestros pies. No queráis, oh Madre del Verbo, ignorar mis súplicas, sino que benigna las escuchéis y atendáis". Alfonso acepta recitarla. De inmediato comienzan a sucederle cosas extrañas y felices a la vez, que lo llevan a prolongar su estancia en Roma.Se preguntaba de dónde venía aquél impulso irresistible, que lo empujaba a hacer lo que no quería. Era la Providencia que misteriosamente lo acompañaba por el camino de la vida.

El 20 de Enero de 1842, Alfonso de Ratisbona, a la salida de un café, hacia el mediodia, encuentra la carroza de Buissiéres, que lo invita a subir para un paseo marítimo. El tiempo era espléndido. El Barón pide permiso para detenerse unos minutos en la iglesia de Sant`Andrea de los Frailes, que estaba allí al lado, para un trato que debía cumplir: le sugiere esperarlo en la carroza, pero él prefiere salir para ver la iglesia. Estaban preparando un funeral y se informa del difunto, que recibirá los últimos honores.
Alfonso les responde: "Es un amigo mio, el conde de La Ferronays y su imprevista muerte me causa una gran tristeza". Alfonso entra en el templo de Sant`Andrea. Ninguna obra de arte atrae su atención. Mecánicamente fija su mirada alrededor de sí, sin detenerse en pensamiento alguno: sólo un perro negro saltó ante él. Apenas desaparece el perro, la iglesia entera desaparece y no vé nada más...más bien, vé sólo una cosa.

Él declarará: "Cualquier descripción, pos sublime que fuese, sería solamente una profanación de la indecible verdad. Estaba allá, bañado en lágrimas, con el corazón fuera de mí, cuando el barón me llamó a la vida". Alfonso no pudo responder a las preguntas que le fueron hechas. Sólo sujeta la medalla que lleva en el pecho y besa con efusión la imagen de la Virgen.
No sabe dónde se encuentra, no sabe si es Alfonso u otro; siente un cambio tan radical que se cree otro. La alegría más ardiente le estalla en el fondo del alma: no puede hablar, siente algo solemne y sagrado que le hace llamar a un sacerdote.

Más tarde contará lo que él había entendido en la iglesia de Sant`Andrea de los Frailes: "Todo lo que sé, es que entrando en la iglesia lo ignoraba todo; de repente veía claro. No puedo explicar este cambio mas que comparándolo a un hombre despertado imprevistamente de un sueño profundo, o bien con la analogía de un ciego de nacimiento que repentinamente vé la luz". Desde aquél momento todo cambia para él. Primero va a un convento de Jesuitas para preparar su bautismo, luego renunciará al mundo, a sus seducciones, placeres, a su fortuna, sus esperanzas, al afecto de su familia, a la estima de sus amigos, y no desea mas que seguir a Jesucristo a llevar su cruz hasta la muerte.