Jesús y Su modo de santificarnos con rapidez

1 de julio de 2008 


Jesús a Anne, una apóstol laica. Direction for Our Times, Ireland

Mi corazón nunca deja de amar y ni por un momento deja de anhelar amor a cambio. Yo deseo tu amor, mi querido apóstol. Tú me amas lo sé. Tú me sirves con firmeza, lo sé. "¿Qué es lo que Jesús quiere de mí que yo no le doy?", preguntas. Te lo diré. Quiero que me muestres que entiendes Mi amor por ti confiando en Mí. Me hieres cuando no confías en Mí.



¿Estás de acuerdo en que te he proporcionado todo lo que necesitabas para ver tu parte en Mi plan? ¿Estás de acuerdo en que te he consolado en tus miedos? ¿No te he guiado cuando no estabas seguro? ¿Qué te he negado? Estás creciendo en santidad y estoy contestando tus oraciones por sus seres queridos con prudencia y firmeza celestiales. La parte en la que estás llamado a participar en Mi plan es importante y necesito tu servicio, pero nunca te pediría que sirvieras en detrimento de tu santidad. Si no estás creciendo en santidad, mi querido apóstol, es porque no me estás permitiendo que te dirija.


(...). Debes sentarte en silencio conmigo cada día, preguntándome dónde puedes mejorar en santidad. ¿A qué hábitos te estás aferrando a los que necesitas renunciar? ¿Qué nuevos hábitos deberían reemplazarlos? Apóstoles, no es a permanecer parados que sois llamados, sino para avanzar en santidad. Este avance es necesario para estos tiempos o Yo no estaría llamándoos tan en serio. 
Estoy buscando que cambiéis. Quiero que crezcáis. Muchos de vosotros sois santos ahora, caminando estrechamente conmigo cada día. Yo me regocijo en vosotros, es verdad. Sabéis que lo hago.



Y sin embargo, os permito permanecer en la tierra, para trabajar, sí, pero también para llegar a ser aún más santos. Una de las maneras en que puedes llegar a ser santo en poco tiempo es confiar en Mí en todo. Un niño pequeño no se preocupa por una comida poco después de haber sido alimentado con otra. Él confía que sus padres lo cuiden, sobre todo si nunca ha pasado hambre. Vosotros, queridos apóstoles, nunca habéis estado sin Mi providencia, así que no hay razón para temer. Podéis confiar en Mí. Os lo he probado muchas veces. Deseo que sirváis en alegría y confianza y sólo confiando en Mí será posible. Recompensad Mi gran amor por vosotros confiando en Mí en todo.