Curas en el Infierno y los que les hicieron caer





Seguimos andando por ese ancho camino y vi hombres que venían
cabizbajos, con la lengua afuera, se la machacaban con piedras, les
quemaban las manos y pies y se la atravesaban con punzones. Los
demonios descargaban toda su ira contra estos hombres. Vi como
sufrían y pregunté ¿estos quiénes son y por qué sufren tanto? 

Y me dijo el Señor: ”Son los llamados a la más alta gloria de los cielos
pero la han perdido. Se han vendido y me han vendido. Ellos son mis
sacerdotes. Los pecados del sacerdote son doble pena para mí, por
eso su castigo es doble. Son martirizados en la lengua porque han
callado mi palabra y han sido perros silenciosos, tartamudean al
hablar. Se han consumido en las pasiones y llenado de mosto, vino.

Para ellos la maldición y el fuego”.

Vi mujeres y hombres al lado de ellos que sufrían grandes penas y
pregunté ¿Quiénes son estos? Y me dijo: ”Son los que han pecado
con ellos. La mujer que hace caer a un sacerdote, más le valiera no
haber nacido, porque es más maldita que Judas. Lo mismo el hombre
que haga pecar a un sacerdote”.

Detrás de estas había una multitud que seguían ese camino y
sufrían iguales tormentos. ¿Y estos quiénes son? Y me dijo: ”Son
todos aquellos que se alejaron de mí y de mi iglesia por el pecado
del sacerdote y no oraron por él. El sacerdote se hizo para salvar a
los hombres. Si no lo hace, lo ayudan a condenar. Pues mi palabra
dice, los guardianes de mi templo están ciegos, ninguno hace nada,
son todos perros mudos incapaces de ladrar, vigilantes perezosos
que les gusta dormir. Perros hambrientos que jamás se hartan. Y
son ellos los pastores, pero no saben comprender, cada uno va por
su camino. Cada uno busca su interés, vengan dicen, busquen vinos y
emborrachémonos con los licores, no ayudan al inocente y hacen
desaparecer a los hombres fieles (Isaías-56-9)”.


Vi detrás de estos, hombres y mujeres que sufrían iguales
tormentos, y le dije ¿quiénes son? Y me dijo “Son todos los
religiosos y religiosas. Ore, ore por ellos, para que me amen y logren
salvarse. No hablen nunca mal de los míos. Es como si untaran el
dedo con chile y me lo metieran en el ojo. Solo oren, oren por ellos,

y no me causes tormentos”.

Visones de Matilde Oliva de Garagoa, Colombia