Testimonios de las almas del Purgatorio




Este es testimonio del Padre Berlioux, con relación a la ayuda ofrecida por estas almas del Purgatorio a aquellos que las ayudan con oraciones, sacrificios y sufragios:

"Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del Purgatorio había consagrado toda su vida y ofrecido todos sus sacrificios y oraciones en favor de las almas del Purgatorio. Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada con terrible furor por el demonio que la veía a punto de escapársele, quien trataba de arrebatar su alma, y mortificarla.

Parecía que el abismo entero se había puesto contra ella, de repente se vio rodeada de una jauría de demonios infernales. La moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos más penosos, cuando todo de un golpe vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos, pero resplandecientes de belleza, que pusieron en fuga a los demonios con terribles alaridos y, acercándose a su lecho, le dirigieron palabras de aliento y de consolación totalmente celestiales.

Emitiendo entonces un profundo suspiro, y llena de alegría, gritó: ¿quiénes son ustedes? ¿quiénes son los que me hacen tanto bien?.

Aquellos buenos visitantes respondieron: "Nosotros somos habitantes del Cielo, que tu ayuda ha encaminado a la felicidad eterna, y, como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la eternidad y te libres de este lugar de angustia y te introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa".

Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus ojos se cerraron y ella se durmió en la paz del Señor. Su alma, pura como una paloma, presentándose al Señor de los Señores, encontró tantos protectores y abogados entre las almas que ella había liberado con sus oraciones y sacrificios; y reconocida digna de la gloria, entró allí triunfalmente, en medio de los aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio".

¡Ojalá que también nosotros, un día, podamos tener la misma suerte!. Entonces hay que decir que las almas, sí, las almas liberadas por nuestras plegarias y sacrifios, son sumamente agradecidas. Les aconsejo, pues, que hagan la experiencia; las almas nos ayudan, conocen nuestras necesidades y nos obtienen muchas gracias celestiales.

- Entonces María, ahora pienso en el buen ladrón, en aquel que estaba crucificado junto a Jesús, y me gustaría saber que hizo para que Jesús le prometiese que, ese mismo día, estaría con él en el Paraíso.

- El aceptó humildemente su sufrimiento diciendo que era algo justo. Alentó al otro ladrón a aceptar también él su condición. El tenía el temor de Dios, es decir, era humilde.

Otro hermoso ejemplo, que nos contara María Simma, demuestra cómo un gesto de bondad puede rescatar, en poquísimo tiempo, una vida de pecado. Escuchemos lo narrado con sus mismas palabras:

"Conocía a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el año 1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres. Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa.

El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan: "¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!... ¡Somos arrollados por los aludes!... ". De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre, que había oído los gritos, le impidió pasar, cerró la puerta y dijo: "¡No, otros deben socorrerlos, nosotros no!.

Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un muerto más": Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y quería verdaderamente socorrer a esa gente, empuja a su madre y dice: "¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!': y salió. Pero también él, a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió...

Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me dijo: "Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio". Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos. Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó "Yo no hubiera querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto todas las fechorías que cometió!... ".

Pero ese joven, con posterioridad, me declaró: "Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas; y es gracias a esto que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la caridad cubre una multitud de pecados".


Es también importante, cuando se está a punto morir, abandonarse a la voluntad de Dios, por ejemplo decirle con humildad; Señor me entrego en tus manos, me refugio en tus Santísimas Llagas y en tu Sagrado Corazón. Señor cúbreme con Preciosísima Sangre. Perdóname y sálvame.
María me narró el caso muy hermoso de una madre de cuatro hijos que estaba por morir. En vez de rebelarse y de inquietarse ella dijo al Señor: "Acepto la muerte, en el momento que tú lo quieras, y pongo mi vida en tus manos. Te confío mis hijos y sé que tú te encargarás de ellos". María me dijo que, a causa de esta inmensa confianza en Dios, esa mujer fue directamente al Cielo sin pasar por el Purgatorio.