Cómo glorificas a Dios con tu cuerpo


Dios en Su infinita bondad nos ha dado a cada uno el cuerpo y el alma. Que bueno es Dios en sus maravillosos dones a la humanidad y a cada uno de nosotros. “Te alabo porque soy una creación admirable. Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien. Soy la obra de tus manos” dice el Salmista. 
En efecto, Dios nos creo a su imagen y semejanza, y ha dotado al hombre con intelecto y voluntad. La acción principal del intelecto está ordenada a conocer la Verdad. Jesús dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” El objetivo fundamental de nuestra voluntad es amar a Dios con todo nuestro ser; con toda nuestra mente, fuerzas, alma y corazón. 
Ideas concretas para glorificar a Dios con nuestros cuerpos:
1. ¡RECONOCE TU DIGNIDAD! A todos se nos pueden dirigir aquellas palabras del Sermón de Navidad de San León Magno: “Cristiano, reconoce tu dignidad.” Con toda razón San Juan Pablo II habla en sus escritos, de la sublimidad de la dignidad de cada persona. En el momento que somos bautizados, nuestra alma recibe riquezas y dones inefables. Primero, nos convertimos en templos vivos de la Santísima Trinidad. Por nuestro bautismo llegamos a ser hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y amigos íntimos de la Santísima Trinidad. Si tan solo viviéramos esta realidad, evitaríamos muchos pecados. ¡El pecado degrada nuestra dignidad como hijos de Dios!
2.  RECONOCE TU DESTINO! No sólo deberíamos vivir a la altura de nuestra dignidad sino que debemos saber cuál es nuestro destino! Estamos destinados a la gloria eterna del cielo, pero claro, depende de nosotros responder y vivir nuestra dignidad como hijos de Dios. Es decir, el cielo será nuestro si en este corto y transitorio peregrinaje en la tierra, glorificamos a Dios con nuestro cuerpo. 
Sí, en verdad somos un pueblo peregrino, cada día nos acercamos un paso más a la patria que nunca se acaba – El CIELO. Sabemos que estamos hechos para el cielo, por lo tanto, hagamos todo de nuestra parte para glorificar a Dios con nuestro cuerpo, porque solo así llegaremos sanos y salvos a los brazos amorosos de nuestro Padre Celestial. (Parábola del Hijo Pródigo, Lucas capitulo 15)
3.  PIDAMOS A LA VIRGEN MARIA LA PUREZA. Nuestra Señora de Fátima dijo, hace 100 años, que muchísimas de almas son condenadas al infierno debido a los pecados contra la pureza. Consagremos entonces, todo nuestro ser al Inmaculado Corazón de María y cada día al despertar, renovemos nuestra consagración rezando nuestro Acto de Consagración y besemos nuestro escapulario. De rodillas imploremos a María que nos conceda la gracia de vivir esta virtud en todos sus aspectos! Pidamos a María ojos puros. 
Pidamos la gracia de vivir la Bienaventuraza: “Dichosos los puros de corazón porque verán a Dios.” (Mt 5:8) 
Pidamos a María una mente pura, una memoria pura, un entendimiento puro y una imaginación noble y pura. San Pablo nos dice: “Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” (Col 3:2) Pide a María pureza en tus palabras y pureza de lo que escuchas. Pongamos en práctica las palabras de Jesús: “De la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt 12:34) Que nuestras palabras reflejen nuestra dignidad y nuestra pertenencia – somos de Jesús y María. ¡Así es! Que Nuestra Señora nos alcance la gracia de buenas amistades – personas puras, nobles y con dignidad. 
Invitemos a Nuestra Señora, la Madre del amor santo y puro, un cuerpo limpio y puro; nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. 
Plegaria: Por intercesión del a siempre Virgen María, que tu cuerpo glorifique a alabe solo a Dios. ¡Que Nuestra Señora te alcance pureza de corazón! Quien se Consagra al Inmaculado Corazón de María es transformado, la persona empieza a imitar las virtudes sublimes del Sagrado Corazón de Jesús y del purísimo Corazón de María. Pidamos también a la Reina del Cielo, que nos alcance pureza de intención. San Pablo dice: “Si comes o bebes, o haces otra cosa, hazlo todo para la gloria de Dios.” (1 Cor 10, 31) 
4.  PURIFICAR TODO NUESTRO SER CON LA SANGRE DEL CORDERO DE DIOS. A pesar de todo, 7 veces cae el justo. Pero no nos desanimemos y nos desalentemos, si caemos, confiemos en la infinita bondad y misericordia de Dios como lo hizo el Hijo Pródigo en el evangelio de san Lucas, capítulo 15, corramosa al encuentro con nuestro Padre misericordioso y dejémosos abrazar por sus brazos misericordiosos. El Profeta Isaías nos alienta con estas palabras: “Aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los hare tan blancos como la nieve. (Is 1, 18) 
Jesús prometió a santa Faustina en su Diario: Los más grandes pecadores pueden llegar a ser los más grandes santos si tan solo confían en mi infinita misericordia.
5. RECIBIR LA SANTA COMUNION. El gesto más grande que el hombre puede hacer sobre la faz de la tierra es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión. Al recibir la Eucaristía, tu cuerpo se convierte en Sagrario vivo, el Palacio del Rey de Reyes y Señor de Señores, Jesús, el Hijo Eterno de Dios Padre hace su morada en nosotros. Quien recibe a Jesús dignamente en la Sagrada Comunión es transformado! Jesús purifica la mente/memoria, alumbra nuestro entendimiento, fortifica nuestra voluntad, inflama nuestro corazón y derrama paz y gozo – es un anticipo de la vida eterna en el cielo. 
6. DEFENDER LA VIDA POR NACER. Si verdaderamente amamos a Dios, deberíamos amar lo que Dios ama – Dios ama al bebé en el viente de su madre. Jesús dijo: Dejen que los niños vengan a mí.. porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos. (Mt 19,14) Debemos hacer todo cuanto esté a nuestro alcance, en el movimiento Pro-vida. ¿Cómo? Con la oración, la penitencia, las palabras y la acción. En el silencio de la oración preguntemos a Nuestro Señor y a Su Madre Santísima cómo podemos glorificar a Dios en nuestros cuerpos formando parte del trabajo y movimiento a favor de la vida!

7.  ALEGREMONOS EN EL SEÑOR POR MEDIO DEL INMACULADO CORAZON DE MARIA. Nuestra Señora salió presurosa a visitar a su prima Santa Isabel quien era de edad avanzada estaba en su sexto mes de embarazo. Y tras el saludo de María, el bebé en el vientre de Isabel saltó de gozo. María en su cántico de alabanza proclama: “Glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador!! (Lc 1:46-56)