Os hablo como hablé a mis discípulos




Noviembre 16/07 A Agustín del Divino Corazón

Jesús dice:

Vuestras almas, pequeños míos, debe ser blanca; y para conseguir su blancura lavadla, purificándola con el Sacramento de la Confesión; además debe ser teñida con matices rojos como símbolo a mi Preciosísima Sangre, para que seáis mártires de amor aquí en la tierra, es decir, que renunciando a vuestros

propios intereses, creciendo en el espíritu de la mortificación y de la penitencia, poco a poco os haréis semejantes al Alma Víctima de Amor, que permitió ser inmolado en una Cruz para redimiros a vosotros y daros salvación eterna.

(Veo a Jesús con un bastón dorado y tallado y se apoya en él).

Soy vuestro báculo, vuestro apoyo, vuestro sostén, aferraos a Mí para que no
caigáis ante las panaceas del mundo. 

Saca, dentro de su capa, un cinturón rojo y se lo ciñe a la cintura: Ceñid en vuestras cinturas la franja roja de mi amor, amando hasta la saciedad la virtud del sacrificio y de la castidad para que recibáis grandes méritos y el premio de la corona en el cielo.

Abriendo sus brazos dice: Venid hacia Mí, pequeños míos, que os quiero abrazar,
sois los pequeños Juanes, ávidos de crecer en santidad y en sabiduría.
Recostad vuestras cabezas en mi pecho para que sintáis el palpitar de mi
corazón y suene como dulce voz a vuestros oídos.

Os hablo como hablé a mis discípulos, os enseño como enseñé a mis apóstoles
y os cimento como cimenté a Pedro en mi Iglesia. Sed columnas para mi
Iglesia aferrándoos a la sana doctrina y abiertos a la efusión de mi Santo
Espíritu para que viváis un segundo Pentecostés, mi Espíritu Santo os da
sabiduría, entendimiento y discernimiento a cada una de mis manifestaciones
de amor.

Veo Ángeles, danzando para el Señor, en sus manos sostienen una antorcha y unas 
cintas. Tomad cada una de las antorchas que, espiritualmente, vuestros Ángeles de la guarda os entregan.