Soldado vence a los turcos con Santiago Apóstol


El Códice Calixtino narra 22 milagros de Santiago Apóstol

Del soldado de Tabaria a quien dio el Apóstol poder para vencer a los turcos y le libró de una enfermedad y del peligro del mar
En el año mil ciento tres de la encarnación del Señor, cierto ilustre caballero de linaje francés, famosísimo en Tabaria en tierras de Jerusalén, hizo voto de ir al sepulcro del apóstol Santiago, si éste le daba fuerza para vencer y destruir a los turcos en la guerra. Y tanto poder le confirió el Apóstol por concesión de Dios, que venció a todos los sarracenos que con él combatieron. Más como todo hombre se dice que es falso, el caballero da al olvido lo que había ofrecido al Apóstol; por lo cual cayó merecidamente enfermo de muerte. 
Así, pues, cuando por su enfermedad no podía ya hablar, se apareció Santiago a su escudero en éxtasis, diciéndole que si su señor cumpliese lo que había prometido el Apóstol, tendría enseguida remedio. El caballero, al saber esto de labios de su escudero, hizo al momento seña con la mano a los sacerdotes que estaban presentes para que le diesen el báculo de peregrino y el morral bendito. Y recibido esto, escapó a la enfermedad que le dominaba y al punto emprendió el viaje a Santiago, una vez provisto de lo necesario.
Estando ya embarcado, una terrible tempestad vino a poner la nave en peligro, tanto que irrumpiendo ya en ella las olas del mar, todos los pasajeros quedaban ahogados. Inmediatamente todos los peregrinos, clamando a una voz: 
“Santiago, ayúdanos”, prometieron ir unos a su sepulcro y ofrecieron otros dar cada cual una moneda para la obra de su basílica. Y habiendo recogido enseguida estas monedas dicho caballero, se les apareció al momento en la nave el santo Apóstol en forma humana, y en su angustia les dijo: “No temáis, hijos míos, pues aquí estoy yo, a quien llamáis. Tened confianza en Cristo y os vendrá la salvación ahora y en adelante”. 
Y enseguida él mismo bajo las cuerdas de la vela, echó las anclas, calmó la nave y dio ordenes a la tempestad, y apaciguado al punto el mar, desapareció. Tenía él una figura tal, a saber, agradable y distinguida, como ninguno de ellos antes ni después creía haber visto. Esto fue realizado por el Señor y es admirable a nuestro ver. Luego, con un viaje tranquilo, el barco llegó al puerto deseado, en Apulia, con los peregrinos, a la basílica de Santiago en tierras de Galicia, y echó en el arca del santo para la obra de su iglesia la colecta de dinero que había hecho. Honor y gloria al Rey de reyes por los siglos de los siglos. Así sea.


Fuente: Foro Católico