Vaticano: dinero, sexo y pesebre LGBT

Presepe
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Navidad de tensión este año en el Vaticano, justamente mientras el papa Francisco, en el discurso de saludos a la curia, se la tomó con los que el definió como "traidores" y "aprovechadores" – los primeros ya "delicadamente" despedidos por él y los segundos amenazados con ser despedidos –, le han caído encima nuevos clamorosos goles en contra. Al menos tres.
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El primer gol en contra tiene por protagonista al cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, de 75 años, arzobispo de Tegucigalpa, pero mucho más famoso en el extranjero que en su patria, muy querido por Francisco, quien lo hizo coordinador del llamado C9, el Consejo de los 9 Cardenales que co-ayudan al Papa en la reforma de la curia y en el gobierno de la Iglesia universal.
"L'Espresso", a la venta en quioscos en la vigilia de Navidad – pero con el lanzamiento en línea a la misma hora del discurso del Papa a la curia – publicó, con la firma de Emiliano Fittipaldi, una investigación muy agresiva no sólo contra el cardenal, acusado de haber confiscado y dilapidado ingentes sumas, sino también contra su colaborador y amigo más estrecho, el obispo auxiliar de Tegucigalpa, Juan José Pineda Fasquelle:
Maradiaga reaccionó aseverando que las sumas indicadas no estaban a disposición personal suya, sino de la diócesis, para las necesidades de la Iglesia hondureña, y que las acusaciones que ahora le dirigen son viejas, de más de un año atrás, y ya han sido contestadas con una acción legal.
Su réplica apareció primero en "Catholic New Agency" y después, en forma más detallada, en el diario católico italiano "Avvenire", con más la noticia – dada por la Radio Vaticana – que "el 26 de diciembre el cardenal habló por teléfono con el papa Francisco, quien le expresó su disgusto ‘por todo el mal que te han hecho. Pero tú no te preocupes'":
Pero en su réplica el cardenal evitó asumir la defensa de su obispo auxiliar Pineda. Mas bien confirmó que se llevó a cabo respecto a él una investigación por parte de un visitador apostólico enviado al lugar por el papa, el argentino Alcides Jorge Pedro Casaretto, de 80 años, obispo emérito de San Isidro.
El informe del visitador apostólico está ahora en el escritorio de Francisco, quien habría reservado para sí toda decisión. La única medida tomada hasta ahora ha sido el envió de Pineda a Madrid para un retiro espiritual con los jesuitas.
La investigación sobre el auxiliar y amigo de Maradiaga ha informado acusaciones, tanto por apropiación y uso injustificado de gruesas sumas como por favores en dinero y en especies en un círculo de amigos masculinos de dudosa moralidad, en un contexto de corrupción y de abusos sexuales, como sacó a la luz Edward Pentin en el "National Catholic Register":
"No conozco los resultados de la visita apostólica", concluyo Maradiaga. "L'Espresso dice medias verdades, que al final son las peores mentiras".
"Medias verdades" que en todo caso no pueden dejar tranquilo ni al cardenal ni al Papa.
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El segundo gol en contra tiene que ver con el obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta, nombrado por el papa Francisco el 19 de diciembre asesor de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede (APSA).
Nombramiento sorprendente, porque en la APSA el cargo de asesor no existe y ha sido inventado para la ocasión. Pero todavía más sorprendente es el perfil del nombrado.
Zanchetta, de 53 años, estuvo en las crónicas periodísticas el pasado mes de julio, por haber abandonado de punto en blanco la diócesis de Orán, a la que el papa Francisco lo había destinado en el 2013. Motivo el abandono con un impreciso "problema de salud" que, dijo, debía curar urgentemente en otro lugar. Y se estableció por algún tiempo en Corrientes, a 900 kilómetros de distancia, para aparecer después todavía más lejos, en Madrid, en aparente buena forma física.
En los días de su abandono del cargo, prontamente oficializado por el Papa, los medios de comunicación argentinos describieron el estado desastroso en el que Zanchetta había dejado la diócesis de Orán en el aspecto administrativo, en forma parecida como había sucedido en la diócesis de la que había sido anteriormente vicario, la de Quilmes. Además, corrió la noticia del rechazo efectuado por él, escudándose en su "estatus" de "obispo", a una requisa de su automóvil por parte de la policía, en busca de drogas.
Este es el hombre al que Francisco ha confiado, en la curia, un rol por demás delicado, en estrecho contacto con el presidente de la APSA, el cardenal Domenico Calcagno, quien frecuenta asiduamente al Papa y es un tenaz opositor del drástico reordenamiento de las finanzas vaticanas, intentado sin éxito por el cardenal George Pell, prefecto de la Secretaría para los asuntos económicos.
Hoy el cardenal Pell está de licencia y ha vuelto a Australia, con su cargo en la curia que, de hecho, ha quedado vacante. Sigue estando vacío también el puesto clave de Auditor General, luego que el 19 de junio fue alejadobruscamente Libero Milone.
Si este es el estado de las cosas, el nombramiento de Zanchetta no hace más que acrecentar la confusión en la que yace la tan decantada reforma de la curia vaticana.
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Pero como si esto no bastara, hay también un tercer gol en contra, centrado en el pesebre preparado este año en la Plaza San Pedro (ver foto).
No están ni el buey ni el asno, ni las ovejas ni los pastores. Jesús, José y María se notan cansados, sobre el fondo de una cúpula de San Pedro en ruinas. Es un pesebre sin gracia y sin poesía, cuya intención es más bien representar una por una las siete obras corporales de misericordia.
Quien ofreció al Papa un pesebre así ha sido la abadía santuario de Montevergine, que se levanta en la cima de un monte en Avellino, no lejos de Nápoles. En el governatorato de la Ciudad del Vaticano informan que el proyecto, luego realizado por el artesano napolitano Antonio Cantone, fue sometido previamente al juicio del secretario de Estado y del papa Francisco, obteniendo la aprobación.
Pero todavía más entusiasta ha sido la aprobación del Arcigay de Nápoles y de su presidente Antonello Sannino, quien declaró a la periodista estadounidense Diane Montagna, di LifeSite News: "La presencia de este pesebre en el Vaticano es para nosotros motivo para estar más felices que nunca, porque para la comunidad homosexual y transexual de Nápoles es un símbolo importante de inclusión y de integración".
En efecto, el santuario de Montevergine alberga una imagen de la Virgen  – reproducida en el pesebre de la Plaza San Pedro – que ha sido adoptada desde hace tiempo como patrona por una vasta comunidad LGBT (lésbicas, gays, bisexuales, transexuales), que una vez al año, el 2 de febrero, día de la fiesta de la presentación de Jesús en el templo, popularmente conocida como fiesta de la "Candelaria", lleva a cabo una festiva subida a los pies del santuario, llamada la "juta dei femminielli", la subida de los afeminados.
Es una "mezcla de sagrado y profano", una especie de "ancestral orgullo homosexual", ha explicado Sannino. En el 2002, el entonces abad de Montevergine, Tarcisio Nazzaro, protestó contra el cariz político que estaba tomando la peregrinación, en la que tomo parte ese año la parlamentaria transexual Vladimir Luxuria.
Pero en la "Candelaria" del 2014 Luxuria se volvió a presentar en el santuario para dar lectura a una carta que había escrito al papa Francisco en nombre de la comunidad LGBT.
En el 2017, una representación de LGBT, también esta vez con Luxuria, encontró al nuevo abad Riccardo Luca Guariglia, quien – han referido después – dio su bendición en un "clima de diálogo".
La aldea de Ospedaletto d'Alpinolo, de la que parte la subida al santuario, dio este año la ciudadanía honoraria a una pareja casada de homosexuales, e inauguró para los "femminielli" un baño "sin género" y publicó en el ingreso un cartel con el escrito: "Ospedaletto d'Alpinolo es contra la homotransfobia y la violencia de género".
No sorprende, entonces, que Sannino diga que está convencido que una mayor apertura de la Iglesia en materia de homosexualidad depende también de "cuan conscientes" sean los dirigentes vaticanos del nexo entre el pesebre de la Plaza San Pedro y la comunidad LGBT. Agregó que "la Iglesia es extremadamente lenta en sus transformaciones". "Pero espero que finalmente desarrollará una apertura real sobre la base de las palabras del Papa: '¿Quién soy yo para juzgar?'".
Entre tanto, en estos días de Navidad, peregrinos y turistas llegados a Roma desde todas partes del mundo observan con visible desconcierto el pesebre armado en el centro de la columnata de Bernini, y especialmente ese "desnudo" musculoso que parece no anhelar otra cosa que ser misericordiosamente vestido.
Como todos los años, la tarde del 31 de diciembre, luego del "Te Deum", el papa Francisco se dirigirá también él al pesebre de la Plaza San Pedro, no se sabe "cuan consciente" del lío en el que se ha atascado. Y seguramente la comunidad LGBT estará muy atenta para escrutar e interpretar cada gesto y mirada suya.