Visión del Infierno de Matilde Oliva




Me di cuenta que a mayor pecado, mayor el sufrimiento. Cada uno
paga según sus deudas. Y cada uno tiene castigos diferentes, pero
todos sufren terriblemente. Me di cuenta que con el órgano que
pecan es con el que más sufren.

Según se hundían en el lago de fuego, aparecían en un lugar de
arenas candentes, al rojo vivo. El calor era sofocante, no se podía
respirar y gritaban, ¡tenemos sed! ¡tenemos sed!

Entonces los demonios se les subían a la nuca y les abría la boca,
hasta desgarrarla hasta los oídos. Otro demonio agarraba la arena
caliente, para que la bebieran. Era tal el desespero que corrían sin
control en la oscuridad iluminada únicamente por las arenas.
Chocaban con otros condenados y peleaban como perros callejeros.
Al llegar al final habían rocas con puertas, cada uno miraba solo una
puerta, al abrirla había un hoyo, donde estaban los animales
ponzoñosos y aquellos que más temían cuando estaban en la tierra.
El Señor me dijo que eran castigos psicológicos. No pregunté qué
era eso.

Oh pobres condenados, que desesperación, ¡que pesadilla sin fin!
Cuando lograban salir de allí, se veían esos animales por el cuerpo y
que salían por la boca y por todo lugar. Por lo único que podían
correr, es por un desfiladero de piedras cortantes, se caían y se
cortaban. Unos caían de frente y se cortaban todo, otros de
espalda y al final había una planada, el que no lograba pararse
rápidamente, una piedra redonda lo aplastaba como una cucaracha.
Al lograr levantarse se botaban por un hueco que había, y caían a la
hornilla del inicio, y todo volvía a repetirse.

El Señor me dijo: “¿Te diste cuenta que acá no hay descanso ni un
segundo? Ahora te voy a mostrar otro lugar que está esperando a
esta generación perversa y malvada. Le voy a mostrar quien sufre
más y quienes van por el camino al infierno”.
Vi entonces tres hornos más grandes que el primero y Satanás
gritaba: Qué se haga el juicio, he trabajado bastante para darle la
bienvenida a mi reino, he inventado nuevos castigos, y tormentos.

Que vengan aquí los que pudieron salvarse y no quisieron, que vengan

a mí los que me sirvieron en la tierra.