Silencian otra voz ortodoxa: el P Aberasturi

Viene esta introducción a cuento de la última entrada del blog del P. Aberasturi,titulada significativamente “¡Ya me callo!”.
Resulta paradójico y sangrante que en la Iglesia de hoy se aliente a que alcen la voz todos los heterodoxos – por no hablar de herejes o apóstatas – al tiempo que se acalla a los ortodoxos, descalificándolos sin más argumentos que los insultos “ad hominem”: fariseos, gnósticos, pelagianos, rigoristas… Los pelagianos neo-arrianos, quienes desprecian el poder de la gracia para obrar nuestra salvación santificándonos de verdad -no falsamente como propone Lutero- y niegan la divinidad de Cristo, acusan a quienes defendemos la Santa Doctrina de la Iglesia de cismáticos. Es el mundo al revés. Resultaría kafkiano, surrealista y absurdo, de no ser por lo dramático e indignante de la situación.
La atmósfera de la Iglesia empieza a resultar irrespirable: casi tan asfixiante y represora como la casa de Bernarda Alba. O sin “casi”. Parece que estamos abocados a refugiarnos en las catacumbas para sobrevivir, mientras los herejes siguen siendo animados a armar lío. Hace poco presumía José M. Vidal – veneno mortal –  de haber sido recibido por el Santo Padre, junto a José María Castillo (un hereje condenado por la Iglesia). “Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente”.
¿A qué gente le hace bien leer a un hereje? A este teólogo, que ya no sé si ni siquiera es cristiano, le retiraron la “venia docendi” hace más de veinte años.
“Seguid apostando por la renovación de una Iglesia en salida: estas fueron las palabras que dice el propio José Manuel Vidal (veneno mortal) que le dijo el Papa.
Hace pocos días, un cardenal teutón, de cuyo nombre no quiero acordarme, dijo que los luteranos no necesitaban creer en el dogma de la Transubstanciación para comulgarporque – señala el cardenal alemán – tampoco “el católico medio” entiende este concepto. ¿Un “católico medio”, señor cardenal? Un príncipe de la Iglesia desprecia un dogma de la Iglesia: y no pasa nada. Nadie le manda callar.
Otro cardenal, cuyo nombre también voy a obviar porque no quiero ni siquiera nombrarlo, aprueba la bendición de las parejas homosexuales por la Iglesia Católica“Que existan estas uniones es estupendo. Así es como se articulan en este mundo”. Y añade: “No puedo encontrar nada malo en que las personas se comprometan y se responsabilicen unos de otros”. Y nadie corrige públicamente a este señor. No pasa nada. Nadie le manda callar.
Una monja niega el dogma de la virginidad de María. Un jesuita arremete contra la moral católica, pide que se cambie el catecismoanima a los sacerdotes gays a salir del armario y sostiene que los católicos LGTB no están obligados a practicar la castidad. Y no pasa nada. Nadie les manda callar.
Otro cardenal de la Iglesia escandaliza a media España (la media España católica o lo que queda de ella) diciendo que la Virgen apoyaría una huelga feminista, convocada por abortistas y comunistas. Y no pasa nada. Ni una palabra de rectificación. Ni una disculpa. No pasa nada. Nadie le manda callar.
Y así podríamos seguir citando escándalo tras escándalo. Cada día uno o más. Y no pasa nada. Sólo se manda callar a personas como el P. Aberasturi, que se ha destacado por defender la sana Doctrina, la Moral, el Magisterio de la Iglesia y la Tradición. Sólo se aparta y se silencia a personalidades como Josef Seifert, por denunciar públicamente el proceso de demolición de la moral de la Iglesia.
Hay que reprimir la libertad de los Hijos de Dios y guardar las apariencia. Que nadie denuncie la situación de confusión y de división dentro de la Iglesia, promovida cada día por los herejes modernistas, por los “nuevos paradigmas”… Los católicos fieles son tachados de cismáticos y los heterodoxos constituyen la nueva ortodoxia de la nueva Iglesia del Nuevo Paradigma. Kafkiano, surrealista y absurdo, de no ser por lo dramático e indignante de la situación.
Post Scriptum
Para responder a todas las heterodoxias mencionadas, recomiendo vivamente consultar el siguient enlace: Catecismo de la Iglesia Católica.