El milagroso Cristo que defendió a una prometida




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Hubo una vez en la ciudad de Toledo, España, un soldado, Diego Martínez, y una joven, Inés de Vargas, que estaban enamorados.

Diego fue llamado a luchar en Flandes, entonces, ante la insistencia de Inés, ante un crucifijo conocido como El Cristo de la Vega, Diego juró solemnemente casarse con ella a su regreso.

Sin Diego, Ines se sintió perdida y sola, y con frecuencia buscaba consuelo a los pies del Cristo que había presenciado su compromiso solemne.
Pasaron los años, Inés siempre estaba alerta. Un día, a la cabeza de una caballería que regresaba, vio a su prometido. Ella gritó y corrió a su encuentro, pero él fingió no conocerla.
Exitoso en la guerra y la destreza, no solo había sido ascendido a capitán, sino que había sido nombrado caballero por el Rey, y ya no consideraba a Inés una perspectiva digna.

Las lágrimas no sirvieron de nada, la despreciada joven llevó su caso ante el gobernador de Toledo, Don Pedro Ruiz de Alarcón, alegando que Diego Martínez había jurado casarse con ella. Pero el capitán negó tal voto, y sin testigos, el caso estaba a punto de ser despedido cuando Ines lloró:

"De hecho, hubo un testigo: ¡el Cristo la Vega!"

Hubo un silencio confuso. Pero, esta era la España católica, y finalmente, el juez, Diego, Inés, la corte y los curiosos fueron a la Basílica de Santa Leocadia *, que albergaba al Cristo esculpido.

Arrodillándose entre Diego e Inés ante el crucifijo de tamaño natural, Don Pedro levantó una Biblia y preguntó si Él, Jesucristo, Señor Soberano, de hecho juraría al solemne voto de la pareja de casarse el uno con el otro.
En el silencio sepulcral que siguió, todos los presentes escucharon una voz que provenía de la estatua,
"LO JURO."
Al mismo tiempo, para asombro de todos, descendió el brazo derecho de la estatua y su mano se detuvo sobre la Biblia, que el juez levantó.
Tan impactados estaban Diego e Inés, que renunciando a todos los planes terrenales, ingresaron a la vida religiosa.
En cuanto al Cristo de la Vega, hasta el día de hoy, su brazo derecho permanece en la misma posición y, algunos afirman, su boca ligeramente abierta en la declaración de su testimonio.

Por A.F. Phillips

* Ahora la Ermita del Cristo de la Vega