¿Someterse al mal por obediencia?



María Ferraz


Qué duda cabe que, el desorden que existe hoy en la Iglesia bajo Bergoglio y ya antes de que el modernismo se saliera con la suya catapultando a un hereje al pontificado, está causada por el silencio e inoperancia de los "buenos". Si todos los obispos y sacerdotes hubieran hecho llegar su protesta a Roma, de que Amoris L, y demás erráticos documentos o declaraciones "papales" o de sus subordinados eran un ataque al Magisterio o incluso a la ley divina, las cosas no habrían llegado tan lejos.  Ahora cada vez será más difícil retornar a la ortodoxia ya que Francisco sigue nombrando a obispos y cardenales que apoyan la comunión a adúlteros y el homosexualismo de modo abierto. La brecha entre los conservadores y los radicales se irá haciendo más profunda hasta que se haga insostenible y cada pastor y laico tenga que tomar un partido u otro. Bergoglio se verá obligado a atajar a los "disidentes" de alguna forma, y ya lo está haciendo, porque sacan a la luz sus malignos propósitos. 

Algunos sacerdotes no sabiendo muy bien qué hacer se cobijan bajo la supuesta obediencia a sus obispos infieles. Pero san Bernardo no pensaba así:  "El que, por obediencia se somete al mal, está adherido a la rebelión contra Dios y no a la sumisión debida a Él".

Y santa Teresa: "Prefiero la Verdad en soledad al error en compañía".

Esta es la hora en la que muchos deben replantearse su catolicidad: siguiendo a un "Papa" que pone en entredicho la fe, o permaneciendo fieles a la doctrina que imperaba antes de que el tsunami bergogliano llegase a Roma. Es imposible adherirse a la herejía y salvarse. 

Hoy, el 101 aniversario de las apariciones de Fátima cabe meditar el mensaje contundente de Nuestra Madre: el Infierno existe y allí van los pecadores que mueren sin arrepentimiento, un golpe a la tesitura de Francisco que "acompaña" a los maltrechos espiritualmente pero no los conduce a la conversión porque él mismo es un pozo ciego que no ve, no oye, ni entiende a Dios.

Rezar es lo que nos queda, rezar y hablar, difundir la doctrina por todos los medios en un mundo en el que los que están en el error están ávidos de sembrarlo y financiarlo, mientras que los buenos se quedan en casa lamentándose de la difícil situación por la que pasa la Iglesia.