Cómo Dios aprovecha un acto de puro amor



"Conocía a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el año 1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres. Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa.

El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan: 

"¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!... ¡Somos arrollados por los aludes!... ". De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre, que había oído los gritos, le impidió pasar, cerró la puerta y dijo: "¡No, otros deben socorrerlos, nosotros no!.

Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un muerto más": Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y quería verdaderamente socorrer a esa gente, empuja a su madre y dice: "¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!': y salió. Pero también él, a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió...

Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me dijo: "Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio". Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos. Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó "Yo no hubiera querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto todas las fechorías que cometió!... ".

Pero ese joven, con posterioridad, me declaró: "Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas; y es gracias a esto que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la caridad cubre una multitud de pecados".

En este episodio se ve cómo un solo acto de amor desinteresado ha sido suficiente para purificar a ese joven de una vida de fechorías; y el Señor ha aprovechado de ese instante de amor para llamarlo y llevarlo a su lado. María, en efecto, ha dicho que este joven quizás nunca hubiese tenido en su vida la ocasión de realizar un acto de amor tan fuerte, y quizás se hubiese convertido en un hombre malvado. El Señor, en Su Misericordia, lo ha llamado a sí justo en el mejor momento, en el momento más puro a causa de ese acto de amor.



María Simma, alma víctima