Francisco distorsiona los 10 Mandamientos



María F

Bergoglio el embrollador, quita peso a las órdenes divinas que regulan el comportamiento de la criatura-hombre, (porque Cristo es su Rey, Legislador y Juez), a los mandatos que por eso se llaman los (10) Mandamientos de la Ley de Dios (la ley siempre obliga bajo pena, ya sea divina o humana), y los envuelve en su sentimentalismo barato y grotesco. 

Dice que "los Mandamientos no son mandamientos sino diálogo". 

Opone, como si fueran incompatibles "Palabra" a "Mandato", afirma que "la serpiente mintió (a Adán y Eva), porque les dijo que una palabra de amor era un mandato."  Francisco da a entender entonces que cuando Dios ordenó a Adán y Eva no comer del árbol, no fue un mandato sino una palabra de amor. 

Contrapone absurdamente el amor con el mandato: "El hombre se enfrenta a esta encrucijada: ¿Dios me impone cosas o me cuida?" "El mandamiento es del patrón, la palabra es del Padre", sigue Bergoglio. El problema de Francisco es que hace estos dos conceptos excluyentes entre sí, concluyendo que si nos tomamos la Palabra de Dios como mandato nos rebajamos a esclavos, o sea, si obedecemos la ley de Dios, cuando en realidad ocurre lo contrario. 

Añade el pseudo papa: "La primera regla que Dios da al hombre, ¿es la imposición de un déspota que prohíbe y obliga? (...) ¿Es una Palabra o un mandato?" Preguntas capciosas, Dios por mandar algo no se convierte en un tirano. La Palabra puede ser también mandato.

Pero como suele ser un hombre confuso, después de toda la argumentación añade: "los Mandamientos son el camino de la libertad."

En otra ocasión afirmó: "Son cobardes los que siguen los 10 Mandamientos": ver




Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
(...)El miércoles pasado comenzamos un nuevo ciclo de catequesis, sobre los mandamientos. Vimos que el Señor Jesús no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. Pero tendremos que entender mejor esta perspectiva.
En la Biblia, los mandamientos no viven por sí mismos, sino que son parte de un nexo, una relación. El Señor Jesús no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. Y existe esa relación, de la Alianza [1] entre Dios y su pueblo. Al comienzo del capítulo 20 del libro de Éxodo leemos – y esto es importante-: “Dios pronunció todas estas palabras”(v. 1).
Parece una apertura como cualquier otra, pero nada en la Biblia es trivial. El texto no dice “Dios pronunció estos mandamientos“, sino “estas palabras”. La tradición judía siempre llamará al Decálogo “las Diez Palabras”. Y el término “decálogo” significa precisamente esto. Y, sin embargo, están en forma de leyes, son mandamientos objetivamente. ¿Por qué, entonces, el Autor sagrado usa, precisamente aquí, el término “diez palabras”? ¿Por qué? ¿Y no dice “diez mandamientos”?
¿Cuál es la diferencia entre un mandato y una palabra? El mandato es una comunicación que no requiere diálogo. La palabra, en cambio, es el medio esencial de la relación como diálogo. Dios Padre crea por medio de su palabra, y su Hijo es la Palabra hecha carne. El amor se alimenta de palabras, al igual que la educación o la colaboración. Dos personas que no se aman no logran comunicar. Cuando alguien habla a nuestro corazón, nuestra soledad termina. Recibe una palabra, hay comunicación y los mandamientos son palabra de Dios: Dios se comunica en estas diez Palabras y espera nuestra respuesta
Una cosa es recibir una orden, otra percibir que alguien intenta hablar con nosotros. Un diálogo es mucho más que la comunicación de una verdad. Yo puedo deciros: “Hoy es el último día de la primavera, cálida primavera, pero hoy es el último día”. Es una verdad, no un diálogo. Pero si os digo: “¿Qué pensáis de esta primavera?, abro un diálogo. Los mandamientos son un diálogo. La comunicación se realiza por el gusto de hablar y por el bien concreto que se comunica entre los que se aman por medio de las palabras. Es un bien que no consiste en cosas, sino en las personas mismas que mutuamente se dan en el diálogo “(ibíd., N. Evangelii gaudium, 142).
Pero esta diferencia no es algo artificial. Observemos lo que pasó al principio. El Tentador, el diablo,  quiere engañar al hombre y a la mujer sobre esta cuestión: quiere convencerlos de que Dios les ha prohibido comer los frutos del árbol del bien y del mal para mantenerlos sometidos. El desafío es efectivamente éste: La primera regla que Dios da al hombre, ¿es la imposición de un déspota que prohíbe y obliga?, o ¿la atención de un papá  que cuida de sus pequeños y los protege de la autodestrucción? ¿Es una palabra o es un mandato? La más trágica, entre las diversas mentiras que la serpiente le dice a Eva, es la sugerencia de una deidad envidiosa– “Pero, no, Dios tiene envidia de vosotros”- , de una deidad posesiva. “Dios no quiere que tengáis libertad”. Los hechos muestran dramáticamente que la serpiente mintió, dio a entender que una palabra de amor fuese un mandato. (véase Génesis 2: 16-17; 3.4-5).
El hombre se enfrenta a esta encrucijada: ¿Dios me impone cosas o me cuida? ¿Sus mandamientos son solo una ley o contienen una palabra para cuidarme? ¿Dios es patrón o padre? Dios es Padre: No lo olvidéis nunca. Incluso en las situaciones más difíciles, pensad que tenemos un Padre que nos quiere a todos. ¿Somos súbditos o hijos? Este combate, tanto dentro como fuera de nosotros, se presenta continuamente: Tenemos que elegir mil veces entre una mentalidad de esclavos y una mentalidad de hijos. El mandamiento es del patrón, la palabra es del Padre.
El Espíritu Santo es un Espíritu de hijos, es el Espíritu de Jesús. Un espíritu de esclavos no puede por menos que aceptar la Ley de forma opresiva, y puede producir dos resultados opuestos: O  una vida de deberes y obligaciones, o una reacción violenta de rechazo. Todo el cristianismo es el pasaje de la letra de la Ley al Espíritu que da vida (véase 2 Cor 3: 5-17). Jesús es la Palabra del Padre, no es la condena del Padre. Jesús vino a salvar, con su Palabra, no a condenarnos.
Se ve cuando un hombre o una mujer han vivido este pasaje o no. La gente se da cuenta de si un cristiano razona como un hijo o como un esclavo. Y nosotros mismos recordamos si nuestros educadores nos cuidaron como padres y madres, o si solo nos impusieron reglas. Los mandamientos son el camino hacia la libertad, porque son la palabra del Padre que nos hace libres en este camino.
El mundo no necesita legalismo, sino cuidados. Necesita cristianos con corazón de hijos. [3]Necesita cristianos con el corazón de hijos: no lo olvidéis.
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