(...)Una gran lección de este escándalo (a raíz del informe Viganò) es que infligir sanciones privadas y no publicitadas por ofensas graves contra la castidad en clérigos "importantes" es un gran error. Cuando Benedicto encontró a McCarrick culpable de los cargos, el resto de la Iglesia debería haber sido informado. McCarrick no habría sido capaz de fingir que no estaba censurado. Cualquier violación de los términos de su castigo habría sido notada por todos y por lo tanto no permitida. Entonces el cardenal McCarrick no habría estado en el cónclave de 2013, del mismo modo que el cardenal escocés Keith O'Brien no estuvo presente debido a su abuso sexual de hombres adultos bajo su autoridad.
¿La nota de Viganò tendrá el mismo destino que las cinco Dubia sobre Amoris Laetitia presentadas por el Cardenal Burke y otros? Por el bien de la Iglesia, los fieles no deben permitir que eso suceda. A Francisco no se le debe mostrar la falsa caridad del silencio en respuesta a su silencio.
Recordemos que Juan Barros seguiría siendo el obispo de Osorno, Chile, si los laicos en particular no hubieran insistido en la necesidad de que (Bergoglio) respondiera a la pregunta: "¿Por qué este hombre que no protegió a las víctimas de abusos sexuales de un clérigo importante (Fernando Karadima) sigue siendo el obispo de una diócesis? "
Esta vez la pregunta es:" ¿El Papa Francisco ignoró y ocultó el abuso sexual de McCarrick a los seminaristas, abuso que fue posible por el uso inmoral de McCarrick de su autoridad episcopal? "Si el Papa lo hizo, por sus propias palabras, se acusa a sí mismo. Esa pregunta, motivada por la descripción eminentemente coherente de Viganò, de sus interacciones personales con Francis, debe ser respondida. Nuestro pontífice debe confirmar a los hermanos en la verdad al decirle a la Iglesia lo que sabía e hizo con respecto a McCarrick.
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El reverendo Gerald E. Murray, J.C.D. es pastor de Holy Family Church en Nueva York.