Del Diario de sta Faustina



  1. Por fin, llegó el momento cuando se abrió para mí la puerta del convento. Eso fue el primero de agosto [15], al anochecer, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los Ángeles. Me sentía sumamente feliz, me pareció que entre en la vida del paraíso. De mi corazón broto una sola oración, la de acción de gracias.

      Sin embargo, tres semanas después vi que aquí había muy poco tiempo para la oración y que muchas otras cosas me empujaban interiormente a entrar en un convento de regla más estricta. Esta idea se clavó en mi alma, pero no había en ella la voluntad de Dios. No obstante, la idea, es decir la tentación, se hacia cada vez mas fuerte hasta que un día decidí hablar con la Madre Superiora y salir decididamente. Pero Dios guió las circunstancias de tal modo que no pude hablar con la Madre Superiora [16]. Antes de acostarme, entré en una pequeña capilla y pedí a Jesús la luz en esta cuestión, pero no recibí nada en el alma, solo me lleno una extraña inquietud que no llegaba a comprender. A pesar de todo decidí que a la mañana siguiente, después de la Santa Misa, le comunicaría a la Madre Superiora de mi decisión.

    Volví a la celda, las hermanas estaban ya acostadas y la luz apagada. No sabia que Hacer [conmigo]. Me tiré al suelo y empecé a rezar con fervor para conocer la voluntad de Dios. En todas partes había un silencio como en el tabernáculo. Todas las hermanas como las hostias blancas, descansan encerradas en el cáliz de Jesús, y solamente desde mi celda Dios oye el gemido de mi alma. No sabia que después de las nueve, sin autorización no estaba permitido rezar en las celdas.


    Después de un momento, en mi celda se hizo luz y en la cortina vi. el rostro muy dolorido del Señor Jesús. Había llagas abiertas en todo el rostro y dos grandes lágrimas caían en la sobrecama. Sin saber lo que todo eso significaba, pregunte a Jesús: Jesús, ¿Quién te ha causado tanto dolor? Y Jesús contestó: Tú Me vas a herir dolorosamente si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias. Pedí perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambié la decisión que había tomado.