Ninguno de los 4 asesinos de Desirée debía estar en Italia






Desirée Mariottini.

Yusuf Salin, el cuarto detenido por el asesinato de Desirée Mariottini, estaba en posesión de 11 kilos de droga y una pistola simulada. No tenía ningún permiso de residencia. Es un narcotraficante, al igual que los otros tres. No llegaron ninguno a trabajar, ni a pagar las pensiones ni a ninguna de las cosas que el imaginario de la izquierda globalista predica con notoria falsedad. Chima Alinno, nigeriano, de 46 años, el tercero en ser detenido, tuvo un permiso de residencia por motivos humanitarios emitido por las autoridades de Roma emitido el 14 de marzo de 2016 y caducado el 13 de marzo de 2018. No había sido expulsado. Los dos senegaleses, detenidos primero, Brian Minteh, de 42 años, y Mamadou Gara, de 27 años, tampoco tenían documentación alguna que les permitiera mantenerse en territorio italiano.
¿Cuál es la política de inmigración? ¿Para qué sirve una inmigración dedicada a la delincuencia, el narcotráfico y, en este caso, el asesinato? Son preguntas que están resonando con fuerza por toda una Italia conmocionada. La denuncia se centra en “el hipócrita espectáculo de la izquierda radical chic” que con la ficción del racismo “oculta la verdad, violenta el sentido lógico de las cosas“, como expresa el periodista Gian Marco Chiocci, en Il Tempo.
Esta confusión intelectual y moral, de quienes propugnan la abolición de las fronteras y la invasión de una turba africana, hace que en el barrio históricamente más rojo de Roma, San Lorenzo, en cuya Via de Lucani, ha tenido lugar el crimen, el primer partido en intención de voto sea la Liga. Los africanos de las pateras y el Diciotti no terminan en las urbanizaciones de lujo de los dirigentes sino en los barrios extremos y marginales.

El lugar del crimen: la casa de la droga.

La principal testigo del crimen, Antonella, una joven con trenzas azules, que estuvo los dos últimos días con Desirée, la ha descrito muerta sobre un colchón. “Ella era tan joven, tan ingenua“, Desirée, 16 años, era “una niña indefensa”.
Por supuesto, el movimiento feminista italiano calla. No sabe qué decir o no tiene nada que expresar, ni una condena, ni una reclamación, ni una propuesta. Un silencio sepulcral y cómplice.
Por las similitudes, Italia recuerda dolorida el asesinato de Pamela Mastropietro, la joven asesinada y descuartizada en Macerata. Su tío, Marco Varelio Verni, abogado de 42 años, declara que “ninguna mujer merece un fin tan atroz”.
A comienzos de mes, se conoció la sentencia sobre Luca Traini, el joven que la emprendió a tiros en venganza por las calles de Macerata contra negros. En el juicio negó motivación racista. Quería atentar contra narcotraficantes, pero todos los narcotraficantes son negros. El argumento no fue aceptado. Algunos de los heridos eran comerciantes. “Esa mañana del 3 de febrero experimenté un conflicto interior. Me sentí investido con “tener que actuar”. “Entre los mil pensamientos que tenía, solo uno era un imperativo que no podía encontrar una respuesta, si no la de tener que castigar a esas personas, a quienes mi mente atribuyó una especie de asociación con aquellos que habían cometido esa masacre contra la pobre niña romana“.
Italia, bajo la invasión migratoria, es una sociedad que se siente insegura. El Senado ya ha aprobado los primeros artículos de la nueva ley que da carta blanca a la legítima defensa. No es preciso que el atacante que haya invadido la casa lleve un arma, basta con que amenace con ella.

Rambla libre