La monja difunta que visitó a sta Faustina


-[La noche siguiente] vi a mi Ángel Guardián, quien me ordenó que lo siguiera. En un momento yo me encontréen un lugar brumoso lleno de fuego en el que había una gran multitud de almas sufrientes. Ellas rezaban fervientemente, pero en vano, por sí mismas; 

Solo nosotros podemos acudir en su ayuda.


Las llamas que las quemaban no me tocaban en absoluto. Mi ángel guardián no me dejó ni por un instante. Les pregunté a estas almas cuál era su mayor sufrimiento.
Ellas respondieron a una voz, que su mayor tormento era el anhelo de Dios. Vi a Nuestra Señora visitando a las almas en el purgatorio. Las almas la llaman "La estrella del mar". Ella les trae (un efecto) refrescante. 
Quería hablar con ellas un poco más, pero mi Ángel Guardián me hizo señas de que me fuera.

Salimos de esa prisión del sufrimiento. [oí una voz interior] que decía:

Mi misericordia no quiere esto, pero la justicia lo exige. Desde ese momento, estoy en mayor comunión con las almas que sufren.

-Fin del postulantado [29 de abril de 1926] - Mis superioras [probablemente la Madre Leonard y la Madre Jane ] me enviaron al noviciado en Cracovia. Una alegría inconcebible reinaba en mi alma.

Cuando llegamos al noviciado, la hermana [Henry] se estaba muriendo. Unos días después vino a mí [en espíritu, después de su muerte] y me pidió que fuera a la Directora de Novicias la [Hermana Margaret] y que ella le pidiera a su confesor, el Padre Rospond, que ofreciera una misa por ella y tres oraciones jaculatorias. Al principio acepté, pero al día siguiente decidí que no acudiría a la Madre Directora, porque no estaba segura de si esto había ocurrido en un sueño o en realidad. Y así no fui.

La noche siguiente se repitió más claramente lo mismo; No tenía más dudas. Todavía, por la mañana, decidí no decírselo a la Directora a menos que la viera [Hermana Henry] durante el día. Inmediatamente me encontré con ella en el pasillo. Ella me reprochó no haber ido inmediatamente a la Madre Directora y le conté todo lo que me había sucedido.

La madre respondió que se ocuparía del asunto. 

A la vez reinaba la paz en mi alma, y al tercer día esta hermana vino a mí y me dijo: "Que Dios te lo pague".


Diario de sta Faustina