Nuestras iglesias ya no son un espacio seguro


(...)Y por eso llamé a esa retirarse estratégico profetizado por MacIntyre, “la opción Benito”. La idea es que un cristiano conservador que se tome en serio su condición ya no puede seguir viviendo como vive cualquier otra persona en Estados Unidos, sino que tiene que desarrollar soluciones creativas y comunes a fin de ayudarse a mantener su fe y sus valores en un mundo que cada vez es más hostil a ellos. Tendremos que tomar una decisión que nos lleve a un modo de vivir el cristianismo realmente contra cultural, o nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, serán asimilados al mundo moderno.
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Los cristianos occidentales estamos enfrentando la inundación más grave de los últimos mil quinientos años, si es que escuchamos al Papa Emérito Benedicto XVI que, en 2012, dijo que la crisis espiritual que afecta a occidente es la más grande desde la caída del Imperio Romano a fines del siglo V. La Luz del cristianismo se está apagando en todo occidente. Entre nosotros hay personas que quizás vivan para ver la muerte efectiva del cristianismo en nuestra civilización. Por misericordia divina, la fe podría continuar en otras regiones, pero desaparecerá totalmente de Europa y Norteamérica. Puede que esto no sea el fin de mundo, pero es el fin de un mundo, y solamente los que son ciegos voluntariamente pueden negarlo. Durante mucho tiempo hemos menospreciado o negado los signos. Ahora, las aguas nos están sumergiendo, y no estamos preparados. Las nubes de tormenta se han estado reuniendo durante décadas, pero la mayoría de los creyentes hemos actuado con la ilusión de que se dispersarían. El quiebre de la familia natural y la fragmentación de las comunidades fueron temas que nos preocuparon, pero creímos que serían reversibles y que no reflejaban nada fundamentalmente equivocado con respecto a nuestra fe. Los líderes religiosos nos aseguraban que fortaleciendo los diques que permitían las leyes y la política se podría contener la inundación del secularismo. Pero no hay nada que podamos hacer en este aspecto.

Hoy vemos que hemos perdido en todos los frentes y que la incasable rapidez del secularismo han sobrepasado nuestras endebles barreras. El nihilismo hostil y secular ha ganado en el gobierno del país y la cultura se ha tornado poderosa contra los cristianos tradicionales. No decimos que estos acontecimientos son imposiciones de una elite liberal porque encontramos que la verdad nos resulta intolerable: todos los americanos, activa o pasivamente, los aprueban.

En tiempos de los derechos civiles para los gays, la doctrina sobre el carácter de complementariedad sexual del matrimonio es considerada un prejuicio abominable y, en muchos casos, debe ser castigada. La plaza pública está perdida.

Pero no solamente hemos perdido la plaza pública sino que ni siquiera las alturas de nuestras iglesias es un espacio seguro. Porque ¿qué pasa si aquellos que nos rodean no comparten nuestras normas morales? Creemos que todavía podríamos conservar nuestra fe y nuestras enseñanzas dentro de los muros de las iglesias,  pero eso sería tener una confianza ingenua en la salud de nuestras instituciones religiosas. Los cambios que han ocurrido en Occidente en los tiempos modernos revolucionaron todas las cosas, incluso las iglesias, que ya no forman almas sino que aprovisionan a los egos. Como decía el teólogo anglicano conservador Ephraim Radner, “No hay espacio seguro en el mundo ni en nuestras iglesias para ser cristiano. Estamos en una nueva época”.

Y no nos engañemos por el número de iglesias que vemos en la actualidad. Un número enorme de jóvenes confiesa no tener ninguna filiación religiosa. Si la tendencia demográfica continúa, nuestras iglesias pronto estarán vacías. 
Más preocupante aún, muchas de las iglesias que hoy están abiertas han sido vaciadas por un secularismo taimado a punto tal que el “cristianismo” que allí se enseña ha perdido todo su poder y su vida. Y esto ha ocurrido en la mayoría de ellas. Un estudio sociológico realizado en 2005 muestra que la mayor parte de las personas adhieren a lo que se ha llamado MTD (deísmo moralista terapéutico), que tiene cinco principios básicos:
  • Existe un Dios que ha creado y ordenado el mundo y vigila la vida humana en la tierra.
  • Dios quiere que las personas sean buenas, amables y justas entre ellas, tal como lo enseñan la Biblia y la mayoría de las religiones del mundo.
  • El objetivo central de la vida es ser feliz y sentirse bien consigo mismo.
  • Dios no tiene que estar necesariamente involucrado en la vida de cada uno excepto cuando se lo necesita para resolver algún problema.
  • Las personas buenas se van al cielo cuando mueren.
Este credo MTD está colonizando las iglesias cristianas, destruyendo el cristianismo bíblico desde dentro, y reemplazándolo por un pseudocristianismo que “sólo esta endeblemente conectado con real e histórica tradición cristiana”.
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Pero no temamos. Ya atravesamos una situación semejante . En los primeros siglos del cristianismo, la Iglesia sobrevivió y creció luego de las persecuciones y  al colapso del imperio en occidente. Nosotros, los cristianos de los últimos días, debemos aprender de su ejemplo, y particularmente del ejemplo de San Benito.


The Benedict Option, de Rob Dreher.

Traducción de Wanderer