Os avergonzáis de pedir ayuda a Dios



La Santa Madre:


 “Mi corazón está sufriendo por mis pequeños. Los veo retorcién- dose y girando desesperados en otras direcciones. Estoy siempre al pendiente a su lado, esperando que siquiera me miren para poder ir aprisa a consolarlos y guiarlos. Pobres hijos, buscan por todas partes excepto en el Cielo. El mundo nunca había alcanzado estos niveles. La gente siente vergüenza de pedir ayuda a Dios porque piensan que es una señal de debilidad

Temen confiar, porque creen que esto los hace como niños, y en verdad así es. Pero eso es lo que deben ser para entrar en el Reino de los cielos, su hogar eterno. 

Debemos ayudar a las almas a que se den cuenta que ahora es el tiempo de regresar a Jesús. El tiempo es corto, y no hay otra manera de decirlo. Quiero que todas las almas se conviertan en el silencio de sus corazones y Jesús y yo los llevaremos de la mano. 

Ningún daño les ha de sobrevenir si se vuelven a nosotros en sus corazones. Mi corazón es suave y magnánimo. Como cualquier buena madre, olvido los errores de mis hijos casi inmediatamente. Puedo ayudar a los pobres pecadores a perdonarse ellos mismos y buscar misericordia de mi Hijo, una misericor- dia que sana y fortalece. Los pecadores no deben temer. Deben simplemente cerrar sus ojos y decir, “Dios, he cometido errores. Lo siento. Pero a pesar de todo soy tu hijo, y busco estar unido a ti.” 

Mis pequeños, todo el Cielo llora de alegría aunque sea una sola alma la que hace este acto de humildad y amor, y cómo nos apresuramos a asistir a esta alma y protegerla de los ataques del demonio. 

Alimentamos y guiamos a esta alma hasta que haya regresado y camine por la senda de Cristo con confianza. 

No tengan miedo, queridas almas. No encontrarán recriminaciones. Sólo amor. Reconcíliense con el Corazón amoroso de mi Hijo, que los guiará al Padre. Qué gozo será el mío, cuando los vea a salvo con Jesús.”

A Ann, una apóstol laica