Sta Faustina y el Niño Jesús


En la misa de medianoche en la víspera de Navidad en 1937, Santa Faustina vio una visión gloriosa del niño Jesús:

`Cuando llegué a la misa de medianoche, desde el principio me sumergí en un profundo pensamiento, tiempo durante el cual vi el establo de Belén lleno de gran resplandor. La Santísima Virgen, toda perdida en el amor más profundo, estaba envolviendo a Jesús en pañales, pero San José todavía estaba dormido. Solo después de que la Madre de Dios puso a Jesús en el pesebre, la luz de Dios despertó a José, quien también estaba orando. Pero después de un tiempo, me quedé solo con el Niño Jesús que extendió Sus pequeñas manos hacia mí, y comprendí que debía tomarlo en mis brazos. Jesús presionó su cabeza contra mi corazón y me dio a conocer, por su profunda mirada, lo bien que se encontró al lado de mi corazón. En ese momento Jesús desapareció y la campana sonó para la Santa Comunión´.

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Un día, después de la Santa Comunión vi repentinamente al Niño Jesús que estaba junto a mi reclinatorio y al que se agarraba con las dos manitas. Aunque era un Niño pequeño, no obstante, me penetró el temor y el miedo, viendo en Él a mi Juez, Señor y Creador ante cuya santidad tiemblan los ángeles, y por otra parte, mi alma fue inundada del amor (34) inconcebible y me pareció que moría bajo su influjo. Ahora veo que Jesús refuerza primero mi alma y la hace capaz para relacionarme con Él, porque de otro modo no podría soportar lo que estoy experimentando en este momento.


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El día de Navidad
La Misa de Medianoche. Durante la Santa Misa vi nuevamente al pequeño Niño Jesús, extraordinariamente bello que con alegría tendía las manitas hacia mí. (44) Después de la Santa Comunión oí estas palabras: Yo siempre permanezco en tu corazón, no solamente en el momento en que Me recibes en la Santa Comunión, sino siempre. 
Viví estas fiestas en una gran alegría.


Oh Santa Trinidad, Dios eterno, mi espíritu se sumerge en Tu belleza; para Ti los siglos no son nada. Tú eres siempre el Mismo. Oh, qué grande es Tu Majestad. Oh Jesús, ¿cuál es el motivo por el que escondes Tu Majestad, has abandonado el trono del cielo y estás con nosotros? El Señor me contestó: Hija Mía, el amor Me ha traído y el amor Me detiene. Oh hija Mía, si tú supieras qué gran mérito y recompensa tiene un solo acto de amor puro hacia Mi, morirías de gozo. Lo digo para que te unas a Mi constantemente a través del amor, porque éste es el fin de la vida de tu alma; este acto consiste en el acto de voluntad; has de saber que el alma pura es humilde; cuanto te humillas y te anonadas ante Mi Majestad, entonces te persigo con Mis gracias, hago uso de la omnipotencia para enaltecerte.