Bergoglio, en una situación delicada


(...)El artículo, sin embargo, nos sirve para advertir que el Papa Francisco se encuentra en una situación muy delicada.

Bergoglio ha fracasado rotundamente. El compadrito porteño y el puntero de barriada que creyó que con las picardías que utilizaba en Buenos Aires iba a poder hacer de las suyas en Roma, se ha chocado contra una pared, la de su propia inutilidad. Porque el problema más importante -y esto no lo advierte ni lo puede advertir Algarañaz (periodista del Clarín)- no son los abusos ni los encubrimientos, sino el estado de crispación y confusión a los que ha llevado a la Iglesia que se encuentra al borde un cisma. Afirma el periodista en su nota que “una fuente dijo a Clarín que se piensa en un grupo de cardenales que pidan una audiencia y planteen en forma agresiva la cuestión”. Es noticia vieja. Eso ya se sabe desde hace semanas. 

Y los cardenales que lo enfrentarían no serían los eméritos viejecitos de las dubia acompañados por el santo e ingenuo Burke, sino que serían pesos pesados a los cuales no iba a despachar con un cuento de masones o de tradicionalistas, ni cambiando el retrato que tiene sobre su escritorio a fin de despertar simpatías según la ocasión tal como hacía su maestro Perón. Porque lo cierto es que no se sabe quiénes integrarían este grupo de cardenales, ya que tanto podrían ser aquellos enfurecidos por las novedades introducidas en la doctrina de la Iglesia, o los enfurecidos por la falta de novedades a cambio de las cuales lo votaron. Y esto ocurre porque Bergoglio jugó a dos puntas, y resulta que ambas esposas se avivaron y lo están arrinconando. 

Francisco deberá vérselas ademas, a finales de febrero con los presidentes de todas las conferencias episcopales del mundo para tratar el tema de los abusos. Nadie espera que de esa reunión salga alguna medida relevante para solucionar el problema (la única medida efectiva sería ordenar una depuración interna de las filas del clero y del episcopado en la que caerían no menos de la tercera parte de todos ellos), pero una reunión de ese tipo, aún por digitada que esté, se le puede ir fácilmente de las manos. No todos van a ser obsecuentes perros mudos como Mons. Ojea o como unos cuantos obispillos más que le deben sus fajas violetas. 

Me temo que el cardenal Di Nardo no se quedará callado y lo propio harán muchos otros que están hasta la coronilla del porteño.
La estrategia podría ser forzar la renuncia de Bergoglio. Varias veces dijimos en este blog que Bergoglio nunca renunciaría, siendo como es un animal de poder, pero nos referíamos a que no lo haría por cuestiones de edad o salud, como fue el caso de Benedicto XVI. Pero si un gobernante se queda sin apoyos a derecha o a izquierda, difícilmente pueda mantenerse en el trono. El papa no tiene, como Maduro, un ejército detrás que lo respalde. Su respaldo son sus cardenales y sus obispos; si estos se le plantan, está en un serio problema. 

El zopenco de Algarañaz dice que “los conspiradores no pueden promover el desastre de una Iglesia que tendría tres papas”, desconociendo que esa situación ya fue vivida por la Iglesia (fines del siglo XIV), y en ese momento no se trataba de tres papas con dos de los cuales  eméritos, sino de tres papas reinantes y beligerantes entre ellos. Siempre saldrá más barato construir un geriátrico para papas eméritos que soportar el estrepitoso derrumbe de la Iglesia al que estamos asistiendo. Y añade el periodista que “lo más probable es que Jorge Bergoglio responda ejercitando su poder disciplinario absoluto si algunos se atreven al máximo desafío a su autoridad”. Aquí se acaban las convicciones democráticas y los discursos progresistas de Julio Algarañaz, pero no sabemos cuáles serían las medidas absolutas que tomaría: ¿deponer de su sede a Di Nardo? ¿Excomulgar a los obispos africanos opositores a sus aperturas? ¿Arrancarle de un tirón la capa magna a Burke? 

Sugiero ir alquilando balcones para el 21 de febrero cuando, mientras estén los obispos reunidos en Roma, se presente el libro traducido ya a ocho idiomas Sodoma, poder y escándalo en el Vaticano, del sociólogo francés Frederic Martel. Curiosamente, ese día se conmemora a San Pedro Damián, el autor del Liber Gomorrhianus, en el que ya en el siglo XI alertaba acerca de los peligros de admitir clérigos homosexuales dentro de la Iglesia. No conozco el libro de Martel, pero por el polvaredal que está levantando aún antes de aparecer, me temo que será lo que faltaba para formar la tormenta perfecta que podría acabar con el agónico pontificado de Bergoglio.