Martel, el lobby gay y el silencio



Catholic Family News entrevista a Roberto de Mattei: 

¿Qué opina de la cumbre que va a celebrarse en el Vaticano entre el 21 y el 24?

Roberto de Mattei: La cumbre vaticana está dedicada a los abusos sexuales, tema totalmente reduccionista, ya que la grave crisis moral que atraviesa la Iglesia no se limita desde luego al tema de la pedofilia. Me parece escandaloso que no se plantee oficialmente el tema de la homosexualidad, plaga que está mucho más extendida que la pedofilia y constituye una de sus causas. No sólo se practica la homosexualidad, sino que se fomenta y defiende mediante redes organizadas, como afirmó acertadamente el arzobispo Carlo Maria Viganò.

CFN: Parece que ésa es también la tesis del activista homosexual Fréderic Martel en el libro Sodoma, que aparece esta semana.

M: Yo diría que el libro de Martel supone un ataque directo del lobby gay internacional a la Iglesia Católica, sus doctrinas y sus instituciones. Dice Martel que tardó cuatro años en escribir el libro, y que ha recorrido 30 países y entrevistado a 1500 personas. De ser cierto, no lo ha hecho solo. ¿Quién lo costeó? ¿Quién ha organizado la espectacular operación mediática en la que el libro se lanza simultáneamente en siete idiomas y veinte países por medio de grandes editoriales? ¿Y por qué aparece precisamente el libro en la víspera de la cumbre vaticana, como no sea para presionar y amenazar a los obispos congregados en Roma?

La tesis del libro consiste en que todo el que condena la homosexualidad es un homófobo que disimula su propia homosexualidad. Por consiguiente, afirma que todo el mundo es homosexual, y que con lo que hay que acabar es con la hipocresía, que es a fin de cuentas lo que dice Francisco, a quien el autor elogia por su postura favorable a los homosexuales. Afirma que es necesario normalizar la sodomía en el seno de la Iglesia, y descalifica a todo el que se opone a dicho proceso, empezando por el cardenal Burke, al que ridiculiza en un vulgar e incoherente capítulo.

CFN ¿Cuáles son las razones por las que el Vaticano minimiza el problema de la sodomía en el clero y pone el acento en la pedofilia?

M: El motivo fundamental es que no se quiere trastornar la relación entre la Iglesia y el mundo. Para la Iglesia, existe una ley absoluta y universal, los Diez Mandamientos, que no se pueden transgredir porque están escritos en la conciencia de todo ser humano. En cambio, para el mundo no existen leyes morales. La regla de convivencia civil se resume en el artículo 4 de la Declaración de los Derechos del Hombre promulgada por la Revolución Francesa, que dice: «La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás».

La referencia no es a una ley superior y común a todos los hombres, sino los demás, entendidos como el límite a la afirmación de la voluntad personal de poder. Así pues, cualquiera que practique la homosexualidad o el concubinato con un adulto consintiente no perjudica a su prójimo y es libre por tanto de satisfacer sus deseos, por desordenados que sean. Esta forma de filosofía ilustrada está aceptada actualmente por la suprema autoridad de la Iglesia, prescindiendo del concepto de ley moral y reconociendo únicamente como delictivas las conductas condenadas por el Estado secular.

La consecuencia de ello es que, por lo que respecta a los delitos de pedofilia, la Santa Sede se ajusta a los veredictos de culpabilidad o inocencia emitidos por tribunales civiles, y se niega a investigar y a celebrar juicios por su cuenta, salvo cuando se hace necesario para no perder credibilidad a los ojos del mundo, como ha sucedido con el caso McCarrick. Por lo visto, para Francisco, si la Iglesia quiere ser creíble tiene que adaptarse a los criterios del munden vez de oponerse a ellos.

CFN: ¿Qué debería hacer en concreto la cumbre vaticana para no fracasar?

M: Los pastores de la Iglesia, que deben dar cuenta a Dios de sus rebaños, tienen que recordar que existe una ley moral válida para todos los hombres que no está permitido incumplir, y por lo tanto, no sólo deberían condenar y castigar las faltas graves como la homosexualidad, sino también afirmar la existencia de virtudes cristianas olvidadas como la castidad, que son indispensables para quienes dedican su vida al Señor.

Si el Sínodo se limita a hablar del tema de los abusos sexuales y no dice una palabra de la plaga de homosexualidad que azota a la Iglesia, si guarda silencio sobre el lobby homosexual y el encubrimiento del ambiente favorecedor de la homosexualidad en el clero, este sínodo habrá claudicado de su misión. También la habrá traicionado si se limita a denunciar algunos síntomas de la crisis y calla sobre otras causas más profundas que tienen sus raíces en los años del Concilio y los del postconcilio, cuando se inició el proceso de desintegración de la Iglesia Católica.

CFN: El lema de la manifestación es «En silencio para derribar el muro de silencio» ¿En qué consiste exactamente ese silencio?

M: El muro de silencio es el silencio que vemos en la Iglesia actual, por el que el papa Francisco se niega a responder los llamamientos, los dubia, las peticiones y hasta las correcciones que se le han hecho y dirigido desde que comenzó su pontificado. Algunos estudiosos, como Eric Voegelin y Augusto del Noce han identificado ese silencio administrativo como una de las características que distinguen al totalitarismo. Para los dictadores, en el choque entre la utopía y la realidad, es la realidad la que debe someterse a la utopía. Es una estrategia de silencio hija de la arrogancia que consiste en no hacer caso de nadie que, no digamos ose, sino que siquiera haga preguntas. 

En este sentido, el silencio es la negativa a reconocer que quien habla puede estar expresando una verdad, ya que para el dictador la única verdad que existe es la verdad de ser más fuerte.
Hay una segunda clase de silencio muy extendida en la actualidad: el de los que tienen miedo, los pastores que no se atreven a plantar cara a los lobos, ni siquiera cuando éstos se han introducido en el redil. A ellos fue a quienes dirigimos nuestro manifiesto del pasado 5 de enero, ¡Atrévase, monseñor!. En su Regla pastoral, San Gregorio Magno califica a los malos pastores de «perros mudos, que no pueden ladrar» (Is.56,10): «¿Qué es para un pastor el miedo a decir la verdad sino volver la espalda y huir del enemigo con su silencio?» Los dictadores prohíben hablar y los cobardes no se atreven a hablar. Nos gustaría hablar, pero nos han quitado la palabra. Mejor dicho, no aceptan nuestra palabra. Han levantado un muro de silencio en torno a nosotros.

CFN: ¿Cuál es el sentido del silencio con el que se enfrentan al muro de silencio?

M: Hemos escogido la expresión Acies ordinata para nuestra iniciativa en honor de la nuestra bienaventurada Madre. Está tomada del Cantar de los Cantares (6,3, 6,9). Expresa la idea de un ejército sereno formado en orden de batalla. Como hijos de la Iglesia Militante, queremos romper el silencio sepulcral de los pastores de la Iglesia ante esta crisis doctrinal y moral sin precedentes. La nuestra es una actitud de oposición y resistencia en la que no nos apoyamos en la palabra sino en la acción. Nuestro testimonio público, combativo y orante, es en realidad una palabra. Hablar no significa mover los labios, sino manifestar exteriormente la propia fe. Según Ernest Hello, las palabras que se pronuncian sin fe y contra la Fe constituyen el suicidio del mundo.

Nuestra acción simbólica es ante todo una profesión de la Fe católica que aspira a devolver a Dios el honor que se le ha arrebatado. Es asimismo un llamado a los presidentes de las conferencias episcopales para que tengan el valor de dar la cara en el sínodo rompiendo el silencio y diciéndole la verdad al Papa. Si no lo hacen, nuestro silencio resonará en el tiempo como una advertencia, expresada por una imagen simbólica: la de un ejército en orden de batalla y listo para entrar en combate. Al formar para la batalla, el ejército ya está luchando, y nada más al empuñar las armas ya ha ganado, porque no se nos ha pedido que triunfemos sino que luchemos. Es Dios quien da la victoria, como y cuando quiere.



Catholic Family News/Adelante la Fe