S. Magister: invalidada la credibilidad de Francisco


En cuanto terminó la cumbre del 21-24 de febrero entre el Papa Francisco y los principales representantes de los obispos de todo el mundo sobre la protección de los menores, el moderador del encuentro, el padre Federico Lombardi, informó que, “cuanto antes, seguirán iniciativas concretas”.
En particular, las cuatro siguientes:
1. “Un nuevo Motu Proprio del Papa ‘sobre la protección de los menores y personas vulnerables’, para reforzar la prevención y la lucha contra los abusos en la curia romana y en el Estado de la Ciudad del Vaticano. Junto a esto, una nueva ley del Estado de la Ciudad del Vaticano y Líneas orientativas para el Vicariato de la Ciudad del Vaticano sobre el mismo argumento”.
2. “La publicación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe de un ‘Vademecum’ que ayude a los obispos de todo el mundo a comprender claramente sus deberes y sus tareas”.
3. “Además, en el espíritu de la comunión de la Iglesia universal, el Papa ha manifestado la intención de favorecer la creación de una ‘task force’ de personas competentes para ayudar a las conferencias episcopales y a las diócesis que tengan dificultades para afrontar los problemas y llevar a cabo las iniciativas para la protección de los menores”.
4. El lunes 25 de febrero, el comité organizador se reunirá con los responsables de la curia romana que han participado en el encuentro, para planificar ya desde ese momento el trabajo necesario para, según el deseo del Papa, dar continuidad a los propósitos e ideas que han madurado en los últimos días”.
Esto es lo que ha dicho el padre Lombardi. Pero, naturalmente, para una valoración global de la cumbre, hay que tener presente el discurso que el Papa Francisco ha pronunciado al final de la reunión.
Es un discurso insólito por el elevado número de datos estadísticos que se encuentran en la primera parte y en las notas, cuya intención es subrayar la dimensión universal de los abusos sexuales sobre menores, en todas sus formas y en todos los contextos.
Lo que sucede en la Iglesia católica –subraya el Papa– es parte de este fenómeno cuyas dimensiones son extensas y polifacéticas, con una gravedad específica que le es propia en cuanto cometidas por ministros consagrados para hacer lo contrario de lo que hacen.
Pero yendo a la raíz del fenómeno, Francisco generaliza de nuevo. Los abusos sexuales sobre menores, tanto dentro como fuera de la Iglesia, dice, “son siempre la consecuencia del abuso de poder”. Y esto es válido también “en otras formas de abusos de las que son víctimas casi ochenta y cinco millones de niños, olvidados por todos: los niños soldado, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados, los niños abortados y así sucesivamente”.
Abuso de poder que, para Francisco –como insiste en este discurso– en la Iglesia es sinónimo de “clericalismo”.
Settimo Cielo ha publicado ya en dos post precedentes algunas consideraciones sobre los trabajos de la cumbre, que se pueden intuir ya en los títulos:
El caso del obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta, muy cercano a Jorge Mario Bergoglio, al que siempre ha protegido y, por último, promovido a “asesor” de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, a pesar de que contra él había acusaciones de crímenes sexuales denunciados desde 2015 ante las autoridades eclesiásticas competentes en Argentina y en Roma, ha sido recordado con una pregunta en la conferencia de prensa conclusiva de la cumbre, a la que se ha respondido diciendo que “se está llevando a cabo una investigación”.
De todos modos, hay que notar que el caso Zanchetta, como el caso del ex cardenal Theodore McCarrick, pesa directamente sobre la persona del Papa Francisco, que nunca ha respondido a quien le acusa de haberles apoyado y promovido a los dos, a pesar de que conociera sus conductas reprobables.
Y esto invalida inevitablemente la credibilidad de Francisco en la lucha contra la plaga de los abusos sexuales y en su exigir a los obispos es “accountability” –esa prontitud a dar cuenta de las propias acciones– a las que él mismo se sustrae.
En Estados Unidos se define “lame duck”, pato cojo, al presidente cuya autoridad, aun estando en el poder, está de hecho reducida.
Y este es el riesgo que parece incumbir sobre el Papa Bergoglio.


Sandro MAgister