Jesús quiere tener una profunda intimidad con el hombre!

INTIMIDAD

Navidad, 25/12/1993
Querido padre Tomás:
¡Feliz Navidad! Noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor…
El Santísimo Sacramento es la continuación de la encarnación de Cristo en la tierra. Cuando visitamos el Santísimo Sacramento encontramos la misma humildad y ternura que los pastores encontraron cuando visitaron al “niño acostado en el pesebre” (Lc 2,16). El hambre en el corazón de Dios por el amor del hombre está expresado en la profunda sencillez de estas dos palabras: Niño Jesús.
¡Qué grande es el deseo de Dios por tener una profunda intimidad con el hombre! Jesús vino como un bebé, porque nunca nadie tuvo miedo de acercarse a un bebé. Un bebé es amado por ser tan indefenso. Un bebé pidiendo amor con sus bracitos abiertos es irresistible.
La Hostia sagrada personifica la ternura divina de la Encarnación. Tan manso y humilde, tan adorable y tan pequeño y vulnerable, el Santísimo Sacramento es Jesús diciendo “Venid a mí… que soy manso y humilde de corazón…” (Mt 11,28-29).
Sólo los humildes oyen su voz. Sólo aquellos con corazón de niño buscan su Corazón  en el Santísimo Sacramento. Por  eso es que  Jesús dice: “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios” (Mc 10,14).
San José tuvo que proteger al niño Jesús con la huida a Egipto. Un Herodes furioso había ordenado una masacre (Mt 2,16). El Papa compara esto con el aborto de la vida humana. Pero también existe el aborto de la vida divina.   Aquellos que se oponen o no favorecen la adoración al Santísimo Sacramento, aíslan a los fieles del torrente de la vida divina.
En el Congreso Eucarístico de Sevilla, meditando sobre los escritos del obispo Manuel González, el Papa hizo una exhortación  a la adoración perpetua en cada parroquia del mundo entero.
El obispo González compara la visita al Santísimo Sacramento con el acercamiento a la luz del sol, con el beber agua de una fuente refrescante que da vida y con el ensimismamiento por la dulce fragancia de una flor.
Pero como el sol, la fuente y la flor no tienen corazón, si no nos acercamos a ellos no se entristecen.
El Corazón de Jesús sí se entristece si no nos acercamos a Él, porque su Corazón es el más sensible y tierno de todos los corazones. “Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os 11,4).
Esta noche en la Misa de medianoche se cantó “Más cerca, oh Dios, de ti”. Y es así de simple. La prolongación de la encamación de Cristo en el Santísimo Sacramento, es Jesús mismo que viene a nuestro lado para que podamos acercamos más íntimamente a Él.
El Santísimo Sacramento es Emanuel. “Dios con nosotros” que se “rebajó” con   infinita humildad y amor para continuar abrazando, bendiciendo y curando a todos sus hijos hoy, así como lo hizo en el tiempo del Evangelio.
La adoración perpetua es un signo de los brazos abiertos de Cristo en el
Santísimo Sacramento, siempre invitando, dando la bienvenida y estrechando en sus brazos a cada uno de los que se acercan a Él. Que inspira a todos un sentido de pertenencia personal. Una puerta siempre abierta ofreciendo la luz del Amor divino en la custodia, define el verdadero significado de la Encarnación.
En el Santísimo Sacramento el Verbo continúa haciéndose carne y habita entre nosotros.  Así como vemos al Niño acostado en el pesebre, así también podemos ver en la Sagrada Hostia la misma “gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
Gracias al Amor permanente de Jesús en el Santísimo  Sacramento es por lo que todavía podemos decir: “Noche de paz, noche de amor, todo es calma, todo brilla en derredor”.
Este amor constante es la razón por la cual debemos estar tan entusiasmados por tener una capilla de adoración perpetua así como lo estuvo el ángel al proclamar la buena noticia del nacimiento de Jesús en Belén, la primera capilla de adoración perpetua. Querido amigo Tomás, sé ese ángel, ese mensajero, y dile a la gente con esa misma alegría, que tu parroquia tendrá adoración perpetua en donde el mismo Jesús, nacido en Belén, los estará esperando con los brazos abiertos. “…os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo” (Lc 2,10)
Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico

Mons Pepe