Bergoglio está mundanizando la Iglesia




P-¿Cómo valoraría los seis años de pontificado del Papa Francisco?

Roberto de Mattei- Creo que no se puede aislar el pontificado del Papa Francisco de un contexto histórico que incluye los últimos sesenta años de la vida de la Iglesia. Estamos viviendo la fase final de un proceso que viene de lejos y que en su culminación también revela su verdadera naturaleza.

El camino que llega a término bajo el pontificado del Papa Francisco es el de una mundanización progresiva de la Iglesia. Me refiero como mundanización a la extinción del espíritu metafísico y sobrenatural y al triunfo del secularismo incluso dentro de la Iglesia. Esto comenzó cuando, en el momento del Concilio Vaticano II, la Iglesia empezó a cambiar su relación con el mundo. Hoy, los hombres de la Iglesia parecen más interesados en resolver problemas políticos y sociales que en proclamar la ley del Evangelio al mundo. Pero al renunciar a predicar el bien primario de la salvación de las almas, la Iglesia se ha dejado conquistar por el espíritu del mundo, que es antitético al espíritu del Evangelio.
P-En más de una ocasión ha advertido sobre los peligros de la “papolatría”, llegando incluso a calificarla de “extremadamente peligrosa”. ¿Cómo definiría este término y cuáles son sus consecuencias?

La papolatría es el culto indebido hacia un hombre que es el Vicario de Cristo en la tierra, y como tal debe ser respetado y venerado, pero no es el sucesor de Cristo, y no puede ser objeto de adoración. Hay adoración cuando se considera que todo lo que el Papa dice y hace es perfecto e infalible, sin distinguir entre el hombre y la institución que representa. Se piensa que la doctrina de la Iglesia está en perpetua evolución, porque coincide con el magisterio del Pontífice. El magisterio perenne es sustituido por el “viviente”, expresado por una enseñanza pastoral, que se transforma en una regula fideicambiante, pero considerada siempre infalible.

Repudio toda forma de conciliarismo o galicanismo, que quisiera limitar la autoridad del Romano Pontífice, pero una cierta papolatría favorece estos errores porque lleva a la atribución injusta al Papado, o a la Iglesia, de las responsabilidades por tantos fracasos, escándalos y errores de los hombres que lo gobiernan o lo han gobernado.


‘Los buenos católicos deben separarse de los malos pastores’

P-
En unas declaraciones afirmó que el pontificado del Papa Francisco ha creado “una confusión en el interior de la Iglesia”, incluso ha hablado de una apertura a un “posible cisma”. ¿Cómo se materializa esta confrontación?

El cisma, como dice la etimología de la palabra, es una separación. La separación, sin embargo, no es en sí misma un mal y la unidad tampoco es siempre un bien en sí mismo. Lo que es perjudicial es la separación de la verdad del Evangelio, del bien de las almas, de la enseñanza de Jesucristo, de quien la Iglesia es guardiana. Pero si los hombres de la Iglesia se distancian de esta enseñanza, se da la necesidad de separarse de los malos pastores, sin cuestionar nunca el principio de autoridad en el que se basa la Iglesia.


En el siglo XVI, la gran mayoría de los católicos ingleses cayeron en el cisma, y luego en la herejía, por no haberse separado del episcopado y del clero, que a su vez no habían querido separarse del rey Enrique VIII, que se había separado de Roma. Hoy los buenos católicos, para evitar el cisma y la herejía, deben separarse de los malos pastores y seguir a los obispos y al clero que permanecen fieles al Magisterio de la Iglesia. La Comisión Teológica Vaticana, en un documento de 2014, recuerda que: “Advertidos por su sensus fidei, los creyentes individuales pueden llegar a rechazar una enseñanza de sus pastores legítimos si no reconocen en esa enseñanza la voz de Cristo, el Buen Pastor”.

P-El pasado mes de febrero, en los días previos a que comenzara la famosa cumbre sobre abusos a menores dentro de la Iglesia, participó en una conferencia en la que habló de “los interrogantes sobre la crisis moral de la Iglesia”…

El 19 de febrero de 2019, el mismo día de la manifestación de Acies Ordinata en la Piazza San Silvestro de Roma y de la rueda de prensa que hubo a continuación, los cardenales Raymond Leo Burke y Walter Brandmüller publicaron un comunicado en el que denunciaban “aquel ambiente de materialismo, relativismo y hedonismo, en el que se cuestiona abiertamente la existencia de una ley moral absoluta, es decir, sin excepción.

Se nombra al clericalismo como la causa de abuso sexual, pero la primera y más importante responsabilidad del clero no radica en el abuso de poder, sino en haberse alejado de la verdad del Evangelio. La negación, incluso pública, de palabra y de obra, de la ley divina y natural está en la raíz del mal que corrompe ciertos ambientes de la Iglesia”. El mismo Benedicto XVI, en su documento del 11 de abril, ha retomado, en parte, estos temas, volviendo a los orígenes de la crisis, que se remontan a los tiempos del modernismo, incluso antes del Concilio Vaticano II.

P-En esa rueda de prensa dijo que si durante la cumbre no se afrontaba el tema de la homosexualidad, “sería un encuentro destinado al fracaso”. Dos meses después, ¿cómo valoraría la cumbre que reunió a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo en el Vaticano?

En su documento reciente, Benedicto XVI también ha admitido que la reunión había fracasado. ¿De qué otra manera podemos explicar que el Papa emérito, que, renunciando al pontificado, había afirmado que quería pasar el resto de sus días en silencio y en oración, tomara la seria decisión de intervenir con un texto que, aunque no fuera un magisterio pontificio, se le parece, en su lenguaje y sobre todo en el objeto del que trata?

De hecho, Benedicto XVI ha indicado una solución a los problemas tratados en la Cumbre Episcopal de febrero completamente diferente de la propuesta por los obispos y hecha propia por el Papa Francisco después de esa reunión. Para Benedicto XVI la “receta” de la cumbre vaticana para resolver el problema del abuso infantil es evidentemente inadecuada, hasta el punto de merecer una contraindicación que a algunos les pareció una “invasión de campo”.
‘Debemos creer y esperar en el triunfo de la Iglesia’




Entrevista a Roberto de Mattei por Almudena M Bordiu/Infovaticana