La beatificación de Angelelli: ni mártir, ni asesinado



Hoy sábado, la Iglesia argentina beatifica por martirio en odium fidei al obispo Angelelli y sus tres colaboradores. Pero es una beatificación que divide a los fieles. Comenzando con la muerte del obispo: no hay evidencia de que se haya tratado de un homicidio. Un nuevo estudio reconstruye años de investigaciones y desmantela las tesis del martirio. Comenzando por la cercanía del obispo de La Rioja con los grupos armados marxistas y delineando el marco de una beatificación política que, no es casualidad, abraza a la izquierda y al kirchnerismo.

Contrariamente a los ecos que llegarán a Italia y que ya lo presentan como un evento memorable, la beatificación del obispo Enrique Angelelli está dividiendo Argentina. Esto demuestra que lo que se llevará a cabo en la diócesis argentina de La Rioja el próximo 27 de abril, en presencia del Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Becciu, no es en absoluto un evento compartido ni pacificado.

El mensaje que esta beatificación quiere lanzar es que la Iglesia en Argentina, durante la dictadura militar, fue perseguida en odium fidei. El enemigo estaría representado por el régimen en el poder que gobernó dictatorialmente entre 1976 y 1982. Y las víctimas serían esos sacerdotes y, en el caso de Angelelli, un obispo, que se opusieron al régimen porque tenían, como afirma la proclamación de beatificación, “un oído en el Evangelio y el otro en el pueblo”.

Serán beatificados en odium fidei, de hecho, no solo Angelelli, el cual, cuando murió en 1976 (¿asesinado o víctima de un accidente de tráfico? este es el punto decisivo de esta historia) era el obispo titular de La Rioja, sino también tres de sus colaboradores, estos seguramente asesinados, si bien los culpables nunca han sido encontrados: los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera.

Después del anuncio de la beatificación, la Nuova Bussola Quotidianaha tratado repetidamente con la figura de Angelelli, sobre todo recorriendo dos líneas críticas que surgieron en Argentina por boca de una buena parte de la sociedad civil y los obispos (AQUÍ y AQUÍ): la primera señala que las pruebas del asesinato nunca han sido comprobadas; la segunda es inherente a la figura de Angelelli, acusado de ser un obispo que recorría la línea tercermundista de la Iglesia, que tenía una proximidad con los grupos subversivos de extracción marxista y, por lo tanto, muy cercano al terrorismo de la época. En verano, un grupo de laicos, exjueces y abogados escribieron a la Santa Sede refutando los resultados jurídicos. El contexto de esta beatificación crea, por lo tanto, una fuerte división dentro del propio mundo católico andino.

El portal Vatican Insider se encargó de responder públicamente a estas oposiciones el otoño pasado, a través de tres artículos que, utilizando incluso los documentos del proceso de beatificación como fuente, desmontaron las críticas con el objetivo de promover no sólo el asesinato, sino también el martirio en odium fidei: por ejemplo, minimizando el alcance de la misa celebrada con, detrás, el manifiesto de los Montoneros (considerado tan inofensivo e inocuo como la “Cenicienta de la liturgia peronista“), o dando valor a los testigos -surgidos muchos años después- del supuesto crimen en la carretera, convertidos en creíbles en el último juicio; pero, sobre todo, presentando dos cartas inéditas consideradas decisivas por la Congregación para la Causa de los Santos: una es la del obispo sucesor de Angelelli en La Rioja, monseñor Bernardo Witte, en la que parece estar acreditada, en contra de todas las anteriores -y también posteriores- comunicaciones, la tesis del homicidio; y la segunda, que el mismo Angelelli escribió al nuncio apostólico Pio Laghi, en la que hablaba abiertamente de amenazas y de temor por su propia vida después del asesinato, verificado pero no castigado, de sus colaboradores.

En estos meses, el debate ha continuado en Argentina y es fácil suponer que incluso en estos días en los que nos estamos preparando para el “memorable evento”, se continúe con las tomas de posiciones. Una en particular, reciente y muy argumentada, publicada para reconstruir la historia olvidada de un “presunto martirio”, es obra de María Lilia Genta. Se trata de un denso informe que intenta reconstruir tanto los aspectos judiciales como los pastorales de Angelelli, y se encarga de responder explícitamente a la reconstrucción del Vatican Insider.

Una Iglesia clandestina

El estudio es muy articulado y está escrito por María Lilia Genta, hija de Jordan B. Genta, un intelectual y filósofo católico argentino que fue asesinado en 1974 por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Carlos Sacheri, también filósofo católico, asesinado por disparos de balas cuando salía de misa con su esposa e hijos, tuvo el mismo destino. Su asesinato fue reivindicado, también en este caso, por el ERP. ¿Por qué fueron asesinados los dos? En una carta publicada en 1975, los autores de los hechos declararon que los habían matado porque eran “soldados de Cristo Rey“. La actividad de Genta estaba orientada hacia la vertiente política y cultural, y la de Sacheri, un erudito de la Doctrina social de la Iglesia, hacia la vertiente eclesial. Fue él quien acuñó la expresión Iglesia clandestina. No se trata de la Iglesia perseguida por los regímenes comunistas sino, por el contrario, de esa parte del clero posconciliar que vivía en el tercermundismo, la teología de la liberación y -con la excusa del pueblo- experimentaba todas las distorsiones posibles de la doctrina y de la moral. Para gran parte de la crítica argentina, ellos son los verdaderos mártires en odio a la fe que deben ser promovidos, como dijo el mismo obispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, en una conferencia pública.

El trabajo pastoral de Angelelli se inserta en este contexto de Iglesia clandestina. En su estudio, Genta recuerda, por ejemplo, que los tres colaboradores de Angelelli estaban “seriamente comprometidos con la predicación revolucionaria y liberacionista, y estrechamente relacionados con el peronismo revolucionario“. En resumen: la teología de la liberación e, incluso, la más avanzada y “armada”. También su cercanía con el partido radical debe insertarse en un contexto de apoyo a la guerrilla trotskista representada por el propio ERP.

Un asesinato imposible de demostrar

Con respecto a la misa de Angelelli basad en el manifiesto de los Montoneros, el Vatican Insider ha tratado de minimizar su alcance diciendo que, en realidad, en el año en que se tomó la foto, todavía no se habían entregado a la lucha armada. Genta niega esta reconstrucción, y afirma que los primeros asesinatos políticos firmados por los Montoneros se remontan a 1970, cuando un comando asesinó al general Aramburu. Y dos meses antes de esa foto, en septiembre de 1973, mataron al líder sindical José Ignacio Rucci.

En relación a la carta del obispo Witte, Genta enmarca esas palabras, que aparentemente dan vía libre al martirio, como el simple registro del nuevo testimonio del ex sacerdote que viajaba con Angelelli en el automóvil. Arturo Pinto, quien, doce años después de ese incidente y con el régimen de los coroneles ya terminado, recuperó improvisamente su memoria, declaró haber visto un automóvil blanco o gris, tal vez un Peugeot 404, que los embestía. Bien, Witte no hizo nada más que recopilar ese testimonio y entregarlo a las autoridades, lo que le otorgó un anticipo de credibilidad en vista a ulteriores investigaciones. Pero no hizo nada más. Durante toda su vida, y esto también se desprende de sus escritos poco antes de su muerte, Witte nunca creyó en la tesis del homicidio y se limitó a admitir que, no sólo faltaban las pruebas que demostraran que se trató de una embestida voluntaria, sino que las investigaciones siempre han confirmado la tesis de que el auto en el que viajaba Angelelli lo hizo todo solo, yendo a chocar en la localidad de Punta de Llanos.

El coronel Eduardo de Casas, que investigó más que ninguna otra persona este episodio, ha aportado varias cartas de Witte, escritas en diciembre de 1999 y también en 2001, en el mensaje de despedida de la diócesis e incluso en 2011, un mes antes de su muerte: el obispo confirmaba la tesis del accidente y se lamentaba, con amargura, de que miembros del episcopado y del clero de izquierdas estuvieran, en cambio, presionando para afirmar la tesis del asesinato.

Tesis que nunca se había planteado hasta que, en 1983, con ocasión de un recuerdo público de Angelelli, un fraile capuchino ambiguo y oscuro llamado Antonio Puigjanè, afiliado a organizaciones paraterroristas, lanzó públicamente la versión del asesinato en la carretera. La reapertura de la investigación en 1983 por parte del Tribunal de Neuquén terminó en 1990 con una sentencia precisa: Angelelli murió en un trágico, pero normal accidente automovilístico.

Y, sin embargo, la tesis del homicidio político continuó propagándose sin ninguna constatación, hasta que, con la llegada de los Kirchner al poder, pudo llegar un apoyo institucional decisivo.






La Nuova Bussola Quotidiana/InfoVaticana.