El cardiólogo que reza con sus pacientes

Este cardiólogo se pone en las manos de Dios, y reza con sus pacientes... un digno de ejemplo (en Bayamon, Puerto Rico)

El Dr Iván Lladó, cardiólogo puertorriqueño, nos muestra que el médico puede preocuparse por la salud del cuerpo y del alma de sus pacientes 

En internet es posible encontrar la fotografía que encabeza este artículo, donde observamos a un médico arrodillado orando en un hospital. Nos impacta porque no estamos acostumbrados a ver ese tipo de expresiones de fe pública en profesionales de la salud. 

 El protagonista es el doctor Iván Lladó, médico cardiólogo puertorriqueño, que además es diácono permanente de nuestra Iglesia Católica. Vive su diaconado en la Archidiócesis de San Juan de Puerto Rico. El doctor Iván Lladó, dice que ora todos los días por sus pacientes y les recomienda que, además de hacer ejercicio y tener una alimentación saludable, cuiden también de su vida espiritual. Como médico y hombre de ciencia se reconoce limitado y dependiente de Dios para ejercer su profesión. 

 La medicina, vivida como una verdadera vocación, es una profesión noble al servicio de la vida. Una profesión de mucha entrega y sacrificio para ayudar y consolar al que sufre. Es hermoso observar testimonios como el de este médico, que además de estudiar las enfermedades y cómo tratarlas para ayudar a mejorar el cuerpo, se preocupa también por las almas y su salvación. 

 Nos llena de alegría ver esta muestra de amor a Dios y la forma en que dirige la oración con todos los pacientes que se encuentran en la Sala de Espera, como se muestra en el video

Les compartimos además, a todos los profesionales de la salud, esta hermosa oración del médico compuesta por San Juan Pablo II. Si conoces algún médico al que aprecies y le agradezcas haberte ayudado en tu salud, compártele esta bella oración. De seguro será de bendición para él. 

 Oración del Médico (San Juan Pablo II) 

 Señor Jesús, Médico divino, que en tu vida terrena tuviste predilección por los que sufren y encomendaste a tus discípulos el ministerio de la curación, haz que estemos siempre dispuestos a aliviar los sufrimientos de nuestros hermanos. Haz que cada uno de nosotros, consciente de la gran misión que le ha sido confiada, se esfuerce por ser siempre instrumento de tu amor misericordioso en su servicio diario. Ilumina nuestra mente. Guía nuestra mano. Haz que nuestro corazón sea atento y compasivo. 
Haz que en cada paciente sepamos descubrir los rasgos de tu rostro divino. Tú, que eres el camino, concédenos la gracia de imitarte cada día como médicos no sólo del cuerpo sino también de toda la persona, ayudando a los enfermos a recorrer con confianza su camino terreno hasta el momento del encuentro contigo. 
Tú, que eres la verdad, danos sabiduría y ciencia, para penetrar en el misterio del hombre y de su destino trascendente, mientras nos acercamos a él para descubrir las causas del mal y para encontrar los remedios oportunos. Tú, que eres la vida, concédenos anunciar y testimoniar en nuestra profesión el "evangelio de la vida", comprometiéndonos a defenderla siempre, desde la concepción hasta su término natural, y a respetar la dignidad de todo ser humano, especialmente de los más débiles y necesitados. Señor, haznos buenos samaritanos, dispuestos a acoger, curar y consolar a todos aquellos con quienes nos encontramos en nuestro trabajo. A ejemplo de los médicos santos que nos han precedido, ayúdanos a dar nuestra generosa aportación para renovar constantemente las instituciones sanitarias. 

 Bendice nuestro estudio y nuestra profesión. Ilumina nuestra investigación y nuestra enseñanza. Por último, concédenos que, habiéndote amado y servido constantemente en nuestros hermanos enfermos, al final de nuestra peregrinación terrena podamos contemplar tu rostro glorioso y experimentar el gozo del encuentro contigo, en tu reino de alegría y paz infinita. 

 Amén.


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