La abolición del celibato y los sodomitas eclesiásticos




María Ferraz

La trayectoria de Bergoglio no podía ser otra que la demolición final del alma de la Iglesia, los sacerdotes, dado el origen siniestro de su ascensión al poder, y perpetrada después de haber asestado un golpe mortal al Cristo eucarístico, con el asentimiento al sacrilegio en las Actas de la Sede Apostólica, según la interpretación liberal de Amoris laetitia. 

Ocupó fraudulentamente la sede petrina por un complejo complot liberal y ahora, después de preparar cuidadosamente el terreno, ha sacado su espada contra los continuadores de Jesucristo. Sin sacerdotes no hay misa ni perdón de los pecados: la fuente de gracia se agosta y los fieles se quedan sin alimento que los fortalezca en sus luchas, los ampare de las ocasiones de pecado, o los levante del barro.

Todo ataque al sacerdocio aunque sea indirecto, como en este caso, con la excusa de la escasez de ordenados en ciertas áreas geográficas, es una herida profunda en el modo de transmitir la gracia divina y una bomba de acción retardada que acabará con el celibato. Porque, ¿qué hombre se sentiría atraído al sacerdocio si carece del encanto del todo y solo para Dios? Mientras que otros, ya casados, podrían entrar por razones crematísticas, y la principal razón para desestimarlos sería que su vocación fue al matrimonio, incompatible con la ordenación y de menor peso que la virginidad por el reino de los Cielos.


El sacerdote no es un hombre cualquiera que además de compartir lecho con una mujer, se mete en las faenas de cura por unas horas, como pretende la novedad bergogliana, sino un elegido en exclusividad por Dios, para Dios, con un corazón indiviso y unas manos ungidas para tocar únicamente al Dios hecho Amor en la transubstanciación y que se consagra a Él renunciando a los placeres del mundo; sólo así puede ser un instrumento idóneo.

Y no me sean hipócritas los bergoglianos, ya que si su preocupación por las vocaciones sacerdotales y religiosas fuera verdadera no hubieran hundido congregaciones florecientes ni cerrado seminarios, como el del ortodoxo y ya fallecido mons Livieres en Paraguay, repleto de seminaristas. 

Ya se ha explicado que la falta de vocaciones es el resultado de las teologías liberales pseudo comunistas que recorren el mundo junto con los abusos litúrgicos, que cooperan a sacar a Dios de su puesto y dárselo al idolatrado "pobre". Donde se cuida la liturgia y se hace proselitismo, no faltan las vocaciones.

Y lo peor es que Bergoglio no sólo parece disfrutar con el caos que causa, apoyado por otros que compiten con él en cinismo, sino que se endurece día a día al ignorar a los católicos que le corrigen incansablemente sin ningún resultado que no sea recibir un puñado de insultos.. ¿Se le acabaron los ladrillos de la misericordia que construye puentes? 
Grande será su pena en el Infierno si Dios no lo remedia. 

No hay semana que no surja alguna noticia penosa del Vaticano, muchas alrededor del tema sexual, y no por casualidad, la abolición del celibato está pensada por personas incapaces de guardar la castidad, porque ya se sabe, hoy Roma está dirigida por la mafia gay.

Y para nuestro desconsuelo, los que deberían hablar, callan. 

Aunque siempre nos quedarà Viganò.