Un papa no cristiano que ama todas las religiones menos la suya



He perdido la noción de la cantidad de veces que el Papa Francisco ha apuntado su dedo contra los católicos ortodoxos, desde decirles a los padres de familia numerosa que no tienen que criar como "conejos", hasta burlarse de un monaguillo por tener sus manos unidas piadosamente (bromeó al niño desconcertado, "¿Están pegadas?") a llamar a los sacerdotes que se adhieren a la tradición "neuróticos". Con Jorge Bergoglio, el mundo ha sido testigo de su primer papa postcristiano, un relativista religioso al estilo de la ONU que ama todas las religiones excepto la suya propia.

El gravemente herético Sínodo de la Amazonía, -sus principales organizadores favorecen a las mujeres sacerdotes, la abolición del celibato sacerdotal y los derechos LGBT, entre otras posturas-, es en sí un dedo medio (con lo que simboliza) dirigido hacia los católicos. Día tras día durante el sínodo, la fe ha estado sufriendo una paliza, mientras los clérigos daban conferencias a los católicos sobre las virtudes del sincretismo, un multiculturalismo sin sentido que exalta a la mujer amazónica que amamanta a los animales, y ahora incluso del paganismo absoluto. 

En su último escándalo, el Papa Francisco ha tenido a la policía pescando a los ídolos Pacha del río Tíber (supuestamente) que un católico anónimo sacó de una iglesia cerca de la Plaza de San Pedro y arrojó al río.

Los escritores de The Onion (una revista satírica) deben estar rascándose la cabeza sobre cómo satirizar este asunto. Sus titulares falsos no pueden superar a los verdaderos, tales como: "El Papa Francisco pide perdón después de que las estatuas del Amazonas son robadas y arrojadas al río".

Su disculpa fue de la más cobarde clase de `relaciones públicas´: "Como obispo de la diócesis, pido perdón a las personas que se sintieron ofendidas por esto".

El papa postcristiano está haciendo que Roma sea pagana nuevamente. Uno se pregunta si sus disculpas se extenderán a los descendientes de los antiguos romanos que adoraban a dioses y diosas. Quizás Francisco ordenará que los templos paganos convertidos en iglesias en Roma vuelvan a su forma original. Después de todo, si una diosa de la naturaleza como Pachamama merece el "respeto" católico, como insiste Bergoglio, seguramente Zeus y Minerva también merecen un nuevo asentimiento. Bajo un papa post-cristiano, el Vaticano ha perdido su mente y su alma y, por lo tanto, no tiene la racionalidad ni la fe para distinguir entre lo bueno y lo malo en la cultura o la religión. 

El relativismo implícito en la negativa a emitir juicios sobre la cultura y la mezcla de religiones es como un ácido que quema todo lo que toca; La Iglesia se ha reducido en proporción a su exposición a él. 

Dispuestos a no defender nada, los relativistas se postran ante todo, incluido el paganismo amazónico.Lo que se nos presenta como "respeto cultural" es, de hecho, desprecio por la cultura: la descuidada condescendencia de los liberales que reducen todo, desde la (escultura de la) Piedad hasta la Pachamama, al mismo nivel sin sentido. 

Estando prohibido hacer juicios sobre la cultura amazónica, los multiculturalistas deben ponerlo todo al mismo nivel, lo que significa que nunca aprecian realmente lo que es bueno en las culturas. Solo un jesuita moderno y descabellado como Francisco tendría el descaro de presentar este sínodo, que es un acto monumental de manipulación y condescendencia, como un golpe contra el "colonialismo occidental". 

En verdad, es simplemente una forma nueva y mucho más patológica: la cruz ha sido reemplazada por la bandera azul de la ONU. A su sombra, una alianza de seres repugnantes de la ONU y funcionarios heréticos del Vaticano permitirá que los amazónicos jueguen con sus pequeños ídolos de la Pacha, siempre que cedan su poder político a los burócratas del Nuevo Orden Mundial. 

Lo último que quieren es que los amazónicos ordenen sus propios asuntos. Y a diferencia de los misioneros católicos de antaño, los nuevos colonialistas de la ONU buscan no liberar a los primitivos de perversiones como el infanticidio, sino presentarles otras nuevas: programas de educación sexual de Planned Parenthood, baños neutrales al género, aborto a pedido, eugenesia, eutanasia, pornografía ubicua e innumerables otras formas modernas de degradación.

Este sínodo no se trata de santidad, sino de poder: un intento de las Naciones Unidas y el Vaticano de forjar en América Latina una región que puedan administrar de acuerdo con sus predilecciones totalitarias. Y para un papa poscristiano, el sínodo tiene la ventaja adicional de servir como pretexto para ajustes disciplinarios y teológicos, así como para sellar la dirección sincretista de la Iglesia desde el Vaticano II. 

Con la excusa de ayudar a los amazónicos, simplemente los están usando para diluir la doctrina, debilitar la disciplina y politizar a la Iglesia.

Hace un par de semanas, la controversia en el Vaticano fue que el Papa le había dicho a su entrevistador favorito que no creía en la divinidad de Jesucristo en la Tierra. (El Papa aún no ha negado esa afirmación personal ni directamente). Ahora la controversia es que está trayendo ídolos paganos a la Plaza de San Pedro, cuyo homónimo fue crucificado por negarse a inclinarse ante los romanos. 

Pero todas estas controversias son realmente la misma: el asombroso escándalo de un papa postcristiano.



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