¡Qué terrible mal es el pecado!




¡Qué terrible mal es el pecado! ¡Es un mal tremendo y horroroso, no sólo para el alma sino también para el cuerpo! Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, parece que de tanto oír que el pecado es un gran mal ya no os hace ni efecto, y lo escucháis como escucháis llover, sin alteraros, sin importaros, sin poner nada de vuestra voluntad para salir de él. Yo, Jesús, os hablo.


Pero os digo, hijos, ¡OS DIGO! que todas las enfermedades juntas en un cuerpo, incluidas cegueras, sorderas, parálisis y aún mucho más, es un mal mucho más inferior que el pecado; porque, hijos, las enfermedades dañan el cuerpo y lo hieren, pero el pecado mata al alma y la puede dejar muerta eternamente. Yo, Jesús, os hablo.

Vosotros, hijos, que tanto interés tenéis en los Mensajes y esperáis a ver como es el siguiente Mensaje, tomad conciencia de esto, de la gravedad del pecado, y a vuestros hijos y familiares que veis los malos pasos que andan, tratad de ayudarlos con catequesis, con oraciones, con súplicas a Mí y a Mi Madre, para que el máximo posible de almas depongan su actitud de pecado. Yo, Jesús, os hablo.

Pero si quien lee estos Mensajes vive en pecado, aún es más necio y más grave su situación, porque sabiendo el remedio para sanar y dar vida a su alma, no lo pone en práctica y prefiere vivir en peligro de perderse eternamente antes que poner de su parte e ir a un confesor y hacer una confesión en condiciones. 

Porque, hijos, si confesáis mal, aun sería peor, ya que seguiríais con los mismos pecados, más el pecado sacrílego de no haber confesado bien. Yo, Jesús, os hablo.

Sé que muchos al leer estos Mensajes lloran por la impotencia que sienten ante su debilidad, pero para ello os digo: Venid, hijos, venid a Mi Sagrario, que con amor os espero y pedidme ayuda, no os la negaré si venís con humildad. Yo, Jesús, os hablo.

Os tiene bien atrapados el Maligno y Yo, que os quiero liberar, no Me dejáis. 


Hijos, no os olvidéis que Soy el Pastor Bueno que da la vida por Sus ovejas, ¿no os iba a dar la Gracia para confesaros? Ahí tenéis a Mi Madre y Madre vuestra también, acudid a Ella y pedid ayuda a vuestro Ángel Custodio para que os ayude a ir a confesaros. Yo, Jesús, os hablo y os bendigo.


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