Calumnias y persecuciones por seguir a Jesucristo

Las puertas del Cielo se han abierto para Esteban, el primero de los mártires; por eso ha recibido el premio de la corona del triunfo.
Apenas hemos celebrado el Nacimiento del Señor y ya la liturgia nos propone la fiesta del primero que dio su vida por ese Niño que acaba de nacer. «Ayer, Cristo fue envuelto en pañales por nosotros; hoy, cubre Él a Esteban con vestidura de inmortalidad. Ayer, la estrechez de un pesebre sostuvo a Cristo niño; hoy, la inmensidad del Cielo ha recibido a Esteban triunfante».
La Iglesia quiere recordar que la Cruz está siempre muy cerca de Jesús y de los suyos. En la lucha por la justicia plena –la santidad– el cristiano se encuentra con situaciones difíciles y acometidas de los enemigos de Dios en el mundo. El Señor nos previene: Si el mundo os odia, sabed que antes me ha odiado a mí... Acordaos de la palabra que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Y desde el mismo comienzo de la Iglesia se ha cumplido esta profecía. También en nuestros días vamos a sufrir dificultades y persecución, en un grado u otro y en diferentes formas, por seguir de verdad al Señor. «Todos los tiempos son de martirio –nos dice San Agustín–. No se diga que los cristianos no sufren persecución, no puede fallar la sentencia del Apóstol (...): Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución (2 Tim 3, 12). Todos, dice, a nadie excluyó, a nadie exceptuó. Si quieres probar si es cierto ese dicho, empieza tú a vivir piadosamente y verás cuánta razón tuvo para decirlo».
En los mismos comienzos de la Iglesia, los primeros cristianos de Jerusalén sufrirán la persecución de las autoridades judías. Los Apóstoles fueron azotados por predicar a Cristo Jesús y lo sufrieron con alegría: salieron gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido hallados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús.
Los Apóstoles recordarían, sin duda, las palabras del Señor: Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron.
«No se dice que no sufrieron, sino que el sufrimiento les causó alegría. Lo podemos ver por la libertad que acto seguido usaron: inmediatamente después de la flagelación se entregaron a la predicación con admirable ardor»
.Poco tiempo después, la sangre de Esteban
, derramada por Cristo, será la primera, y ya no ha cesado hasta nuestros días. De hecho, cuando Pablo llegó a Roma, los cristianos ya eran conocidos por el signo inconfundible de la Cruz y de la contradicción: de esta secta –dicen a Pablo los judíos romanos– lo único que sabemos es que por todas partes sufre contradicción.
El Señor, cuando nos llama o nos pide algo, conoce bien nuestras limitaciones, y las dificultades que encontraremos en el camino. Jesús no deja de estar a nuestro lado cuando llega la hora de la dificultad, ayudándonos con su gracia: En el mundo tendréis tribulación, pero confiad: Yo he vencido al mundo, nos dice.
Nada nos debe extrañar si alguna vez en nuestro andar hacia la santidad hemos de sufrir alguna tribulación, pequeña o grande, por ser fieles a nuestro camino en un mundo con perfiles paganos. Pediremos entonces al Señor imitar a San Esteban en su fortaleza, en su alegría y en el afán de dar a conocer la verdad cristiana, también en esas circunstancias.



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