“La Civiltà Cattolica” ataca al cardenal Zen


(...)Sin embargo, poco antes de que el papa pronunciara su discurso, una revista que refleja muy de cerca su pensamiento y que se imprime con su permiso y el de la secretaría de Estado, “La Civiltà Cattolica”, dirigida por el jesuita Antonio Spadaro, ha publicado un artículo de trece páginas hablando de China, pero para atacar con fuerza, citando nombre y apellido, al cardenal Joseph Zen Zekiun, de 88 años, obispo emérito de Hong Kong, que desde hace años eleva su voz contra lo que él considera son cesiones ruinosas de la Santa Sede al poderosísimo gobierno chino.
El artículo, firmado por el jesuita Stephan Rothlin, director del Instituto Ricci de Macao, exalta la figura de otro obispo chino, el jesuita Aloysius Jin Luxian, obispo de Shanghai desde 1985 hasta su muerte, acaecida en 2013, figura de primera importancia, forjado por 27 años pasados en la cárcel y que se dedicó, posteriormente, según una sumisión calculada a las autoridades chinas, a conciliar lo que en Roma, hasta hace pocos años, parecía inconciliable, a saber: la libertad de la Iglesia y la omnipotencia persecutoria del régimen.
Precisamente porque la acción de Jin había sido descrita, no erróneamente, como un camino preparatorio al acuerdo provisional y secreto firmado por el Vaticano y el gobierno chino el 22 de septiembre de 2018, la tentación de compararlo con el cardenal Zen, el crítico más autorizado e indómito de este acuerdo, era demasiado fuerte.
El cardenal Zen, precisamente  unos días antes del discurso del papa Francisco al cuerpo diplomático, había hecho pública una carta suya que envió el pasado 27 de septiembre a todos los cardenales, en la que les suplicaba que “no asistieran pasivamente a este asesinato de la Iglesia en China por parte de quienes deberían protegerla y defenderla de los enemigos”.
La carta está acompañada por un anexo con los “Dubia” acerca de las “Directrices pastorales” publicadas por la Santa Sede a principios de verano sobre las obligaciones impuestas por las autoridades chinas a los obispos, sacerdotes y fieles, y que el propio Zen entregó al papa el pasado mes de julio.
Tanto la carta, como los “Dubia” y las "Directrices pastorales", se pueden leer íntegramente en español en InfoVaticana:
Pues bien, ¿cómo orquesta “La Civiltà Cattolica” su ataque al cardenal Zen?
Para ilustrar la comparación entre los dos hombres y las dos Iglesias que ambos representan, la “oficial” y la “clandestina”, la revista cita una entrevista que el obispo Jin concedió en 2010 a Anthony E. Clark, el estudioso responsable de la publicación en inglés de sus memorias, publicadas por la Hong Kong University Press.
Dice Jin, nombrado obispo en 1985 por voluntad sólo del gobierno chino y sin la aprobación de Roma, que le fue concedida veinte años después:
“Pocas personas comprenden realmente que en la comunidad oficial sufrimos más porque estamos a plena luz, sometidos al control costante del gobierno. Algunos piensan que la comunidad clandestina es la verdadera comunidad católica en China, y que sus miembros son los únicos verdaderamente fieles al papa. Además, consideran que son más obedientes al papa que la comunidad oficial. Esto es totalmente falso. Hoy en día, el gobierno sabe dónde estamos en cada momento. Vivimos bajo una enorme presión porque debemos dar nuestro consentimiento a las peticiones del partido”.
Según Jin, las comunidades clandestinas tienen la vida más fácil:
“La comunidad clandestina se puede mover como quiera. Se sabe que, según el derecho canónico, el sacerdote debe permanecer bajo la jurisdicción del ordinario diocesano, pero el clero clandestino se mueve por toda China como le plazca, con gran libertad. ¿Es esto obedecer a la Iglesia? Y cuando el papa [Benedicto XVI] escribió [en 2007] la carta a China, fue la comunidad oficial la que respondió en espíritu de obediencia. La clandestina prácticamente la ignoró del todo. ¿Es esta la docilidad expresada al papa? Además, cuando el pontífice hizo un llamamiento a las dos comunidades católicas en China a superar sus diferencias y a trabajar como una única Iglesia, el cardenal Zen animó, en Hong Kong, a  la Iglesia clandestina a mantenerse firme en su oposición a la comunidad oficial. ¿Es esto lo que quiere el papa?”.
Al final del artículo, “La Civiltà Cattolica” refiere alguna observación de Jin a su entrevista de 2010, según el cual la verdadera confrontación en China la representan, por un lado, el cardenal Zen y, por el otro, el  laico Liu Bainian, histórico presidente de la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, el instrumento de control del partido comunista sobre la Iglesia, y a la que se empuja a registrarse a todos los obispos y sacerdotes, a pesar de que sus principios, en la carta de Benedicto XVI antes citada, son definidos "irreconciliables" con la fe católica:
“Actualmente, estas dos personas son un obstáculo en la Iglesia china, y hasta que no se hayan ido, será imposible superar el límite que divide la comunidad clandestina de la oficial. Mientras Liu quiera que la Iglesia local sea del todo independiente, habrá católicos chinos clandestinos; y mientras el cardenal Zen le diga a la Iglesia clandestina que permanezca separada, no habrá unidad”.
La entrevista de Jin es del 2010 y Liu Bainian es actualmente sólo presidente “honorario” de la Asociación Patriótica. Pero la política que él representa es una consolidación plena, con ulteriores medidas altamente represivas de la libertad religiosa que entrarán en vigor el 1 de febrero próximo.
En lo que respecta al cardenal Zen, también él es firme en continuar su batalla. Pero si dejara de ser “un obstáculo”, ya no habría ninguna voz autorizada en la Iglesia china que se alzara contra el enorme poder de quién quiere, no su beata “unidad”, sino su “asesinato”.
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Respecto al cardenal Zen, puede ser instructivo volver a leer su última entrevista: