Niños en el Purgatorio



—Usted ha dicho que hay niños en el purgatorio. ¿También se le han aparecido?
—Sí, también se me han aparecido niños. Los hay de todas las edades, a partir de los cuatro años. Como sabe, los niños tienen una conciencia más fina que la mayoría de los adultos. Tan pronto como conocen la diferencia entre el bien y el mal, asumen su responsabilidad. Generalmente se enseña que la línea se encuentra en la edad de la razón. Están equivocados, en realidad es la edad de la conciencia.
Es muy importante, por ejemplo, que si un niño está muy enfermo y en probable peligro de muerte y solicita a un sacerdote para confesarse, respetar su solicitud y llevarla a cabo. Sé que no suele ser así y es un serio error de los adultos responsables de ese niño. Conocí a un niño de cuatro años y medio que insistía en confesarse de un pecado. Y tenía muy claro el mal que había cometido.
—Me parece que usted tiene un especial amor y cariño por los niños. Digo esto porque he oído que da clase a los niños pequeños aquí en su pueblo.
—Sí, tengo a muchos niños alrededor desde hace mucho tiempo; les enseño el catecismo.
—¿Qué más han dicho las benditas ánimas del purgatorio sobre lo que debe haber y no debe haber en las escuelas?
—Han dicho que no debería impartirse educación sexual en las escuelas. Son los padres los que deberían tratar estos temas con sus hijos una vez que comienzan a hacer preguntas. Es algo que debería quedar bajo el criterio y el cuidado de los padres porque los hijos aprenden el verdadero amor, el que permanece, solo de sus padres. Hoy en día se ha delegado demasiado en manos de diversos organismos públicos a quienes no les corresponde enseñar cuestiones espirituales, en las que el amor y el sexo son facetas importantes. Los profesores no creyentes deben mantenerse al margen de la santidad de la unidad familiar.
En este asunto, la televisión hace mucho daño hoy en día. Muestran el amor como un simple producto para consumir y desechar. ¡Esto es una gran distorsión, por tanto un pecado grave contra el verdadero amor y contra Dios mismo!
—¿Se le han aparecido almas que practicaron desviaciones sexuales?
—Sí, y deben sufrir mucho.
—¿Qué deberían hacer los padres para formar la conciencia de sus hijos?
—El buen ejemplo es lo más importante. Luego, rezar mucho por ellos y con ellos. Bendecirlos a menudo, eso vale mucho. Y luego darles una buena educación. Lo más importante es lo que reciben antes de ir al colegio. Jesús nos dijo que dejemos que se acerquen los niños a Él y que no se lo impidamos.
—Usted dice que la han visitado algunos niños del purgatorio. ¿Podría contarme acerca de uno o dos de estos casos?
—Una niña de once años se presentó una vez y me dijo que había apagado una vela en un cementerio y que se había llevado un poco de cera para jugar. Ella sabía que no debía hacer eso, y por lo tanto estuvo en el purgatorio durante un tiempo. Me pidió que encendiera dos velas benditas y que soportara lo que fuera necesario para su liberación.
Otra vez, una niña mucho más pequeña vino a mí porque en Navidad le habían regalado, a ella y su hermana melliza, una muñeca con carrito a cada una, y su madre les había dicho que las cuidaran mucho. A esta niña en concreto se le había roto la suya, y para que no la pillaran cambió en secreto su muñeca con la de su hermana que estaba bien. Esto es lo que tenía que reparar en el purgatorio; pero, por supuesto, yo recé y la ayudé en su camino. Otro caso, pero aquí hay más mensaje que simplemente que los niños van también al purgatorio. Había dos familias que vivían una justo al lado de la otra. Una tenía dinero, la otra era relativamente pobre. Un día, la niña pequeña de la familia adinerada le dijo a su madre que quería regalar toda su ropa y todos sus preciosos juguetes a la vecina pobre. Su madre obviamente se sorprendió y le preguntó por qué quería hacer tal cosa. La respuesta de su hija fue que de esa forma podría ir siempre allí a jugar con la otra pequeña. Su madre respondió que la otra niña también podía venir a su casa a jugar. "No, no", insistió, "debo hacerlo, lo haré". Los padres hicieron todo lo posible para que cambiara de opinión, pero no tuvieron ningún éxito. Finalmente le dijeron: "Está bien, ve y hazlo, pero no esperes que volvamos a comprarte otra vez toda la ropa y los juguetes". "Bueno, no hay problema", dijo la niña, y entregó a su vecina sus juguetes y su ropa.
Dos días después, la niña salió corriendo por la puerta de casa sin mirar y murió atropellada por un automóvil. Sus padres, que estaban sufriendo terriblemente, vinieron a mí para preguntar por qué había sucedido eso. Accedí a preguntarle a las benditas ánimas del purgatorio al respecto y pronto me llegó la respuesta; fue la siguiente: "El sufrimiento por la muerte de su hija les ha garantizado que uno de sus hijos no acabaría definitivamente perdido". Por tanto, la muerte de la niña fue una reparación por adelantado por algo que Dios había visto que sucedería. Dios es un Dios que nos ama mucho, y ahora ambos niños, y no solo uno de ellos, estarán pronto con Él.
—Con respecto a la niña que robó la cera del cementerio, he notado que le pidió que usted encendiera dos velas benditas por la que ella había apagado. ¿Es esto un ejemplo de lo que se entiende por reparación extra?
—Sí, exactamente.
—Anteriormente, dijo que los niños están más cerca de Dios y esto se debe a su inocencia. ¿Sucede también que los niños reciben gracias especiales por su buen comportamiento, provocado por el ejemplo de sus padres?
—Sí y muy a menudo. Sé de niños que querían ir a misa todos los días y de niños a quienes les gustaba por decisión propia escuchar historias de la Biblia. Son gracias especiales. Algunas podrían considerarse algo extremas al principio, pero los padres nunca deben interferir en tales cosas y deben permitir que crezca la unión entre Dios y sus hijos, ya que es parte del plan de Dios para con ellos. He oído hablar de niños que querían arrodillarse sobre el suelo lleno de grava y rezar durante largos períodos de tiempo. Los padres deberán sufrir mucho si intentan o logran detener este comportamiento de sus hijos. Dios les habla a los niños con más claridad porque sus almas están, como usted dice, más limpias, más claras y más inocentes que las nuestras.
—Por favor, cuénteme alguna experiencia de su infancia que la hizo especialmente feliz o que le influyó mucho.
—Con gusto. Uno de los momentos de mayor felicidad fue cuando tenía quince años. Eso fue en 1930, más o menos.
Uno de mis hermanos y yo estábamos trabajando en una granja en Baviera. Cuando solicitamos el trabajo, el granjero nos prometió que siempre podríamos ir a misa el domingo; pero al poco tiempo comprendí que esta promesa era solo válida para mi hermano, no para mí. La mayoría de los domingos por la mañana la mujer del granjero enfermaba misteriosamente e insistía en que yo me quedara en la casa cuidándola en lugar de permitirme ir a la iglesia con mi hermano. Se acercaba la fiesta de Pentecostés y una vez más me pregunté qué iba a hacer la mujer del granjero. El sábado por la tarde se encontraba perfectamente, totalmente sana, y entonces supuse que al día siguiente podría asistir a misa, tenía grandes expectativas. Pero a las nueve en punto del domingo volvió a enfermar de un misterioso dolor de cabeza o algo así. ¡Y me dijo claramente que debía quedarme una vez más con ella porque no podía dejarla sola estando enferma! ¡Yo estaba destrozada! Alrededor de la una de la tarde se le pasó el dolor de cabeza y me dijo que me podía ir. Salí corriendo y me dirigí hacia un edificio en construcción, donde en la parte de atrás había un banco con una vista majestuosa. Allí lloré llena de desesperación por no haber podido ir una vez más a la santa misa que yo amaba tanto; y ¡justamente esa fiesta! De repente, me rodeó una nube de palomas blancas que se posaron despacito alrededor de mí sobre el césped. ¡Estaban por todas partes! En la hierba, sobre mi falda, todas alrededor de mí. ¡Por todas partes!
—Ha dicho una nube, María, ¿cuántas eran? ¿Cincuenta? ¿Cien?
—¡Oh! ¡Por lo menos cien! ¡Al ver semejante belleza no las conté, pero estaban realmente por todas partes! ¡Y se quedaron al menos una hora! Mis lágrimas se convirtieron en lágrimas de alegría y estaba envuelta en tal felicidad que desapareció toda mi angustia. Luego se fueron. Se lo conté a
mi hermano pero a nadie más. A lo largo de las siguientes semanas mi hermano indagó entre los granjeros vecinos si había palomas o pichones blancos en esa zona y la respuesta fue siempre la misma: no había ni palomas ni pichones.
No creo que ninguna otra experiencia de mi infancia me haya tocado tan profundamente como esta. ¡Fue pura belleza!
—¡Vaya! Veo que efectivamente le dejó una marca profunda; pero permítame continuar. ¿Es cierto que muchas de las apariciones oficiales han sido a niños?
—Sí, así es. Los niños están muy abiertos a la existencia de Dios y de todo su Reino. Su inocencia, su humildad natural, su dependencia, su sensibilidad y su confianza les permite experimentar las cosas de una manera muy distinta y más refinada que a los adultos. Debemos proteger esa pureza y permitirles ser niños durante todo el tiempo que sea posible. Cuando el mundo actual los introduce demasiado temprano en esta sociedad grosera, arrogante y arreligiosa, pierden gran parte de su belleza y no la recuperan nunca más. Conozco a muchos niños que, de hecho, han visto ángeles y yo no dudo de ellos ni un minuto. ¡Dios regala tanto a los más pequeños entre nosotros! Ese es justamente el motivo por el cual nuestra Madre, en Medjugorje, comienza todos sus mensajes con un "Queridos niños". Ella quiere que seamos pequeños de corazón para que Dios pueda darnos más gracias y dones.




Del libro "Sáquennos de aquí" entrevista a María Simma