Necesitamos misas reverentes para recuperar a los fieles



Por supuesto, la liturgia nunca puede ser lo suficientemente bella, nunca lo suficientemente reverente, para transmitir el pleno significado de la Eucaristía. Pero, ¿lo estamos intentando?

A pocos días del Miércoles de Ceniza, he estado pensando en la necesidad de arrepentimiento: no sólo mi propia necesidad (que es grande), sino la necesidad de toda la Iglesia universal. Para todos nosotros, muy conscientes de los escándalos dentro de la Iglesia, la Cuaresma es un buen momento para recordar las palabras de San Pedro a los líderes religiosos que habían traicionado al Mesías: "Arrepentíos, pues, y volved, para que sean borrados vuestros pecados, para que vengan tiempos de consolación de la presencia del Señor." [Hechos 3:19]

Cuando me refiero a los escándalos en la Iglesia, no me refiero sólo al escándalo de los abusos sexuales. Tampoco me refiero sólo a los escándalos financieros (aunque las noticias de Roma traen otro presagio de historias feas que eventualmente explotarán). Ni tampoco me refiero sólo a los escándalos de malversación y fechorías episcopales (sobre los cuales los recordatorios son constantes). Más allá de estos problemas, estoy pensando en el escándalo de una Iglesia Católica que se está encogiendo.

Nosotros - todos nosotros, todos los bautizados - hemos sido encargados por el Señor de predicar el Evangelio a todas las naciones. Pero en lugar de difundir la fe, estamos viendo su decadencia. En sociedades que una vez fueron sólidamente católicas, las viejas iglesias parroquiales se están cerrando. Incluso donde las iglesias permanecen abiertas, los jóvenes están planeando no regresar nunca.


Algo está terriblemente, terriblemente mal - y ha estado mal durante años, porque el éxodo en masa comenzó hace varias décadas. No debería sorprender que, en una institución que perdió su celo por la evangelización - su entusiasmo por su misión central - eventualmente aparezcan otros signos de corrupción.

¿Dónde deberíamos buscar una solución a este problema, un remedio para la fe anémica? Miremos la "fuente y cumbre de la vida cristiana", la Eucaristía. Cuando pensamos en la vida de la Iglesia Católica, generalmente pensamos primero en la misa del domingo - y también lo hacen los no católicos y los católicos no practicantes que buscan signos de vida. Cada católico creyente reconoce la liturgia eucarística como la fuente de su vida espiritual. ¿Pero pensamos que la misa dominical en nuestra parroquia es la cumbre de nuestra espiritualidad? ¿Es esto lo mejor que podemos hacer? ¿De verdad?

Para estar seguros, la liturgia nunca puede ser lo suficientemente bella, nunca lo suficientemente reverente, para transmitir el pleno significado de la Eucaristía. ¿Pero lo estamos intentando? ¿O nos hemos deslizado hacia una rutina displicente, aceptando un enfoque litúrgico que ni siquiera intenta transmitir la gloria trascendente de la Misa?

Un amigo que sirvió como cantor en una parroquia muy concurrida, comentó que el enfoque litúrgico de la misa "anticipada" del sábado por la tarde estaba marcado por el deseo de "meterlos y sacarlos". La música, la predicación y la observancia superficial de las rúbricas estaban marcadas por un deseo de eficiencia: permitir a la gente cumplir con su obligación dominical con un mínimo de esfuerzo, un mínimo de reflexión. El ritual no se reconocía por la devoción.

(...)

Hoy, sin embargo, las comunidades católicas tradicionalistas no están preocupadas por el enfoque de la `eficencia´, porque aquellos que buscan la Forma Extraordinaria están buscando precisamente la reverencia en la liturgia eucarística. No así el Novus Ordo, porque el Novus Ordo permite docenas de opciones litúrgicas, siempre existe la tentación de elegir la opción más simple, la más rápida, la menos exigente: Métanlos y sáquenlos.

Hace varios años, cuando viajé a Irlanda por primera vez, me sorprendió la rápida celebración de la misa en las parroquias que visitamos, elegidas más o menos al azar en nuestro camino. Cuando expresé mi consternación a los amigos irlandeses, me dijeron que la tradición de una liturgia dividida en dos partes se había desarrollado durante los años en que el catolicismo fue forzado a la clandestinidad, y los sacerdotes celebraban la misa rápidamente para evitar ser detectados. Esa explicación no me convenció. Primero, porque ha pasado bastante tiempo, ahora, desde que el catolicismo era ilegal en Irlanda. Segundo, porque después de años de celebrar la misa de forma encubierta, en sótanos y valles, esperaba que los católicos, finalmente liberados de la persecución, dieran a la misa toda la grandeza que pudieran reunir.

No creo que se pueda culpar a los británicos por las liturgias chapuceras que experimenté. Los sacerdotes que corrían por la misa a principios del siglo XXI nunca fueron perseguidos por los diputados de la Reina Isabel. Sospecho que sucumbieron a la mentalidad de "métanlos y sáquenlos".

Y eso fue - y es - un gran escándalo. No sólo un escándalo irlandés. Ni tampoco sólo un escándalo americano. Un escándalo - no, el escándalo - para la Iglesia universal. Si la Eucaristía es la fuente de nuestra vida espiritual como Iglesia, entonces un acercamiento irreverente a la Eucaristía, manifestado en la liturgia de la eficacia, es la fuente de la corrupción que nos aqueja hoy en día.

Así que esta Cuaresma, mi plan es un programa de arrepentimiento por mi propia falta de reverencia hacia la Eucaristía, y por mi irreverencia que ha infectado tan profundamente la vida de nuestra Iglesia. Animo a otros católicos a unirse a mí en esa campaña. Podemos discutir más tarde sobre cómo hacer la liturgia más hermosa, más reverente, más apropiada. Por ahora centrémonos en la comprensión de que el primer paso hacia un renacimiento litúrgico - que es, necesariamente, el primer paso hacia un renacimiento espiritual católico - es el reconocimiento de que lo que hemos estado haciendo no es lo suficientemente bueno. Hemos estado invitando al Señor a nuestras casas parroquiales, y luego lo tratamos como un sirviente en lugar de un invitado de honor. Hasta que no reconozcamos esa falta de amor, el reavivamiento católico no puede comenzar.

Así que aunque soy un hombre egoísta, y disfruto de las comodidades, y me resisto a la mortificación... Aún cuando reflexiono sobre los problemas de la Iglesia, y cuando leo los feos titulares, cuando veo los bancos vacíos, me doy cuenta de que la Cuaresma no puede llegar demasiado pronto.

https://www.lifesitenews.com/opinion/we-need-reverent-masses-to-revive-the-catholic-faith