Para los santos la muerte es entrar en el Paraíso



(...)Nuestro Señor hablaba de la muerte con una extraña mezcla de gravedad y despreocupación. 
La ansiedad ignora la promesa que acompaña a la advertencia: "Como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán revividos".

San Carlos Borromeo encabezó una procesión en oración para mitigar la plaga en Milán en 1576, atendiendo a más de setenta mil personas moribundas y hambrientas. La muerte no significaba nada para él, excepto una apertura al Paraíso. A pesar de sus intuiciones místicas, también le gustaba jugar al billar, y cuando le preguntaron qué haría si sólo le quedaran quince minutos de vida, respondió: "Seguir jugando al billar".

Uno de los santos más jóvenes de la Iglesia, Domingo Savio, le dijo a San Juan Bosco que si el Santo Ángel tocara su trompeta para el final de todas las cosas mientras estaba en el patio de recreo, seguiría jugando. Así es como deberíamos querer actuar en cada día de nuestras vidas, en una amistad con Dios que no descubra el Cielo como algo desconocido. En 1857, las últimas palabras terrenales de Dominingo -de catorce años- fueron: "¡Oh, qué cosas tan maravillosas veo!"

Un santo es aquel que puede pararse ante las puertas eternas y decir: "Hola. Estoy en casa".

Fielmente tuyo en Cristo,

Padre George W. Rutler 3.21.20